La historia del ‘Dearborn Independent’ y Henry Ford es un espejo en el que podemos observar el presente. Ford utilizó su posición como magnate industrial para moldear la opinión pública, aprovechando su riqueza y su influencia para difundir ideas que hoy identificamos como peligrosamente reaccionarias
“Son los judíos quienes gobiernan las fuerzas de la Bolsa de Valores en la Unión Estadounidense. Cada año les convierte más y más en los maestros que controlan a los productores de una nación de 120 millones. Pero para la furia de ellos, solo un hombre, (…), todavía mantiene la total independencia”, escribía Adolf Hitler en ‘Mein Kampf’ sobre quien en 1919 había comprado el The Dearborn Independent, un periódico con una historia muy interesante: fundado en el 1901 como un diario semanal por Marcus Woodruff, contaba con algunas firmas de cierto renombre en Detroit, como el escritor William J. Cameron –un tipo cuyo apartado más largo de la Wikipedia es el dedicado a su alcoholismo– y una vocación expresa de periodismo local. Para cuando Ernest Liebold apareció por el despacho de Woodruff con una oferta de compra de su jefe, el Dearborn Independent era un negocio ruinoso y en pérdidas; las primeras tiradas tras la compra se realizaron con una prensa instalada en una planta de tractores en The Rouge. A comienzos de los años veinte, afirmaba ser, tras el New York Times, el periódico más leído por los estadounidenses.
El jefe de Liebold tenía las tres cosas que hacen falta para hacer eso posible: dinero, dinero y dinero. Había hecho fortuna al segundo o tercer intento en la industria del motor y se aburría lo suficiente como para querer algo más. Se posicionó en contra de la Primera Guerra Mundial. Armó una cumbre de líderes mundiales por la paz en Suiza, entre los que se incluía a sí mismo, para tratar de mediar en el asunto. Pero poco después de llegar al país helvético abandonó la idea; dicen que porque se reían de él. También dicen que era caprichoso y que tenía un carácter imprevisible.
Mucha gente aquellos años, empezando por el catador de cianuro que gobernaría el Tercer Reich una década después, lo elevaron a la categoría de genio, de adelantado a su época o hasta de mal necesario para el progreso. Durante los años veinte hasta su clausura, el Dearborn se hizo muy conocido por publicar artículos relacionados con los ‘Protocolos de los Sabios de Sión’, un panfleto cuya existencia se popularizó entre los más acérrimos antisemitas de occidente. Su dueño tenía una fijación tremenda por los judíos, a quienes culpaba de la guerra y de otros malestares del mundo, y utilizó el Dearborn para hacérselo saber a los estadounidenses, a razón de 900.000 ejemplares semanales. No fue hasta 1927 que una acumulación de demandas por sus publicaciones, que iban subiendo de tono con el paso del tiempo, obligó a Henry Ford a clausurarlo. Philip Roth ficcionó al magnate en ‘La Conjura contra América’ como secretario del Tesoro del presidente republicano Charles Lindberg –piloto estadounidense condecorado por Hermann Göring– que derrotaría a Roosevelt en las elecciones de 1941 –y llevando a Estados Unidos a un futuro tan, tan negro que acabaría siendo exclusivamente blanco–.
Qué días estos para leer a Roth y, que Dios me perdone, a Hitler, pero la historia no rima por capricho de nadie. La historia del Dearborn Independent y Henry Ford es un espejo en el que podemos observar el presente. Ford utilizó su posición como magnate industrial para moldear la opinión pública, aprovechando su riqueza y su influencia para difundir ideas que hoy identificamos como peligrosamente reaccionarias. Más de un siglo después, otro empresario convertido en figura mesiánica, Elon Musk, parece haber heredado esa tradición. Donde Ford tuvo un periódico, Musk tiene plataformas digitales, algoritmos y un ejército de seguidores dispuestos a amplificar sus mensajes. Desde el 20 de enero de este año, se ha convertido en administrador del Departamento de Eficiencia Gubernamental de la Casa Blanca. Ha llegado su momento Toni Cantó: esta es su Oficina del Español.
Con los amaneceres pasa lo mismo, si lo piensas. No hay dos iguales, pero siempre son la misma cosa. O sea que, como mínimo, estamos todos en peligro. Donde antes estaba lo judío, ahora está lo woke, y de nuevo, como el sol arrastrándose cada mañana por el horizonte, sigue siendo la misma cosa. Trump ha amenazado a Dinamarca con usar la fuerza para controlar Groenlandia; a España con aranceles –nadie le ha dicho que no somos la S de los BRICS– y a su propio país con un régimen autoritario. Si Estados Unidos ha sido en algún momento amigo o aliado de este país, el idilio ha terminado. Lo digo por urgir al Ministerio de Exteriores y al de Defensa a clausurar las bases militares de Rota y Morón de la Frontera, decirles a esos yankees que gracias por traer el Hip Hop a España, pero que cojan el petate, los Black Hawk y los lanzamisiles megatrónicos y se lleven sus guerritas a otra parte, que aquí estamos a otra cosa.