Por qué ladran woke, woke, woke

Ladran porque avanzan los derechos de los desfavorecidos y retroceden sus privilegios. Ladran para defender un sistema que explota a los más pobres aprovechándose de la discriminación por razón de sexo, raza, clase o credo. Ladran porque se les discute

Es la nueva palabra de moda: woke. Aunque aquí aún no la maneja todo el mundo, no falta mucho para que se la oigas a todo hijo de vecino porque se ha convertido en el último caballo de batalla de la ultraderecha en su guerra cultural contra el progresismo. El término (participio de “despierto” en inglés) nació en Estados Unidos en la década de 1930 para definir el despertar de la conciencia contra el racismo, pero con el tiempo ha acabado designando todas las luchas por la igualdad de la izquierda, desde el feminismo a los derechos de las personas LGTB, los migrantes y las minorías raciales. De ahí que la ultraderecha se lo haya apropiado como insulto. Cuando dicen “woke” quieren decir “progre”. Quieren decir rojo, zurdo o antifa. Quieren decir todo lo que pone en cuestión su privilegiado mundo de hombres blancos heteros ricos y poderosos (la tragedia es que una izquierda instalada en el privilegio también menosprecia esta lucha contra las discriminaciones como si no fueran parte de la lucha de clases, como si solo hubiera una clase trabajadora uniforme). 

Pero como los insultos se agotan de tanto usarlos, woke es la palabra que ahora ha cogido fuerza para denunciar lo que llaman la cultura de la cancelación de la izquierda. Es el significante vacío en el que el populismo de extrema derecha mete todo lo que quieren demoler del progresismo: no solo el feminismo, el antirracismo o la libertad sexual, también la lucha contra el cambio climático y por el planeta, que meten en otro significante vacío, “la agenda 2030”. Como explica Laclau, estas etiquetas que se llenan con lo que quieras, son esenciales para movilizar las pasiones y ganar la batalla por la hegemonía. Las feministas son feminazis, los menores huérfanos son menas, las familias vulnerables son inqui okupas y los defensores de la justicia social son woke. Así han conseguido que hasta las clases oprimidas defiendan a la clase opresora porque creen que su enemigo es el pobre que les puede okupar la casa, no el rico que les desahucia. Pero, amigo, tu problema no es el migrante que hace el trabajo que tú no quieres ni la persona trans que lucha por sus derechos, tu problema es el explotador que te roba los tuyos mientras apunta con el dedo a los más débiles.

No es que lo woke no sea cuestionable, lo es como cualquier corriente en la izquierda, pero de lo que aquí hablamos es de cómo se ha convertido en el comodín para denostar a toda la izquierda sin distinciones. No hay día que no entres en las redes y no te encuentres a todos los trolls y bots ultras repitiendo “woke”, “woke”, “woke” como si ladraran. Es lo que hacen: ladran. Ladran porque cabalgamos. Ladran porque avanzan los derechos de los desfavorecidos y retroceden sus privilegios. Ladran para defender un sistema que explota a los más pobres aprovechándose de la discriminación por razón de sexo, raza, clase o credo. Ladran porque se les discute. Ladran que lo woke es la dictadura que nos oprime, que nos censura, que no nos deja ser libres. Libertad es su significante vacío preferido: libertad para ellos, para los que son como ellos, para los que piensan como ellos, pero no para quienes piensen diferente. Se llaman libertarios (término robado al anarquismo) los que defienden un Estado totalitario en lo moral y ultraliberal en lo económico. Pero la dictadura es la izquierda woke con su corrección política.

Ahora lo políticamente incorrecto, la rebeldía contra el sistema es ser racista, machista, clasista, homófobo. Ser un rancio con valores del siglo XV es lo moderno. Acabáramos. Awake, not woke, despierto pero no despertado, decía un lema de campaña de Trump, que es el rey de la manada antiwoke. Nada más volver al poder, anunció que acabaría con todos los programas de igualdad y diversidad, y estableció por ley que solo hay dos géneros, hombre y mujer, ni géneros fluidos ni personas trans, a las que ha expulsado del ejército. La deportación de inmigrantes y el fin de las políticas feministas forman parte de la misma agenda. La misma agenda que le ha llevado a culpar del accidente de avión en Washington a personas con “parálisis cerebral, problemas mentales, enanismo o epilepsia” (sic) contratadas por las políticas de inclusión de Obama y Biden. Los nazis llamaban a esto eugenesia.

Lo peor es que las grandes empresas, arrodilladas ante Trump, han decidido sumarse a la cruzada reaccionaria, incluso algunas abiertamente inclusivas como Disney, que ha anunciado que abandona ese enfoque para centrarse en ficciones que unan a su público, no lo dividan. Incluir a los excluidos resulta que excluye al resto. Defender a las minorías ataca a las mayorías. Ampliar el foco no amplía el público, lo reduce. Acabáramos. La realidad es que se han acobardado ante los ladridos de la ultraderecha que protestaba porque la Sirenita fuera negra o hubiese un personaje trans en una película. Todos volverán a ser caucásicos, normativos y heterosexuales. Todos tendrán una familia tradicional. Todos pensarán lo mismo. Bienvenidos a Un mundo feliz. Bienvenidos (de vuelta) al supremacismo blanco.

Así se construye la uniformidad de pensamiento, la intolerancia al otro, el odio al diferente y al de fuera. Así se destruyen las democracias: destruyendo los avances que tanto ha costado conseguir. Otros gigantes como Walmart, McDonalds, Ford, Harley Davidson o Nissan también han eliminado sus políticas equitativas de contratación. Nada de luchar contra la discriminación de las mujeres, las personas racializadas o el colectivo LGTB. La meritocracia es nacer en el sitio correcto con el color de piel adecuado.Go woke, go broke, si te haces woke, te arruinas, dice otro lema ultra. Cuando el poder cambia de bando, las ratas cambian de barco. El nazismo también triunfó cuando el capital se puso de su lado. La internacional reaccionaria tiene el dinero, tiene las redes, tiene las plataformas y tiene los medios. Son ellos los que están imponiendo la agenda, no el supuesto lobby woke. Ha empezado El cuento de la criada.