Esteban, bregado en negociaciones al límite en el Congreso, dotado de la empatía necesaria que exigía Urkullu, sabe que su futuro, y el de su partido, pasa necesariamente por restaurar la “fatiga de materiales” que algún dirigente del PNV diagnosticó como el problema a solucionar
Enric Juliana, en un reciente artículo en la Vanguardia, señalaba al PNV como el único partido analógico del campo político. Seguramente esta tesis se basa en ese complejo sistema en el que encaja el viejo partido nacionalista vasco. Con un presidente de la ejecutiva que no es el candidato a lehendakari, cuando en el resto de partidos sí lo es, y con ese sistema de elección interna, tan complejo y abierto, que permite cosas como la de que un candidato que no se presenta, sea finalmente el elegido para dirigir los destinos del partido. Como da la impresión de que va a ocurrir en el caso que nos ocupa.
Hay una segunda vuelta de esas elecciones que comienza ahora, cuando el anterior presidente, Andoni Ortuzar, se ha retirado de la contienda. El propio Ortuzar, en un acto de homenaje al fundador del partido, Sabino Arana, a finales de noviembre de 2023, en Sukarrieta (Bizkaia), dijo a los asistentes enfáticamente: “Katea ez da eten” (la cadena no se ha roto).
Ese acto resultaba muy especial, porque un par de días antes, él mismo había avisado a Imanol Pradales, uno de los que corría en la banda, que se fuera vistiendo de candidato porque iba a salir al campo. Era el elegido para sustituir como candidato a lehendakari, a Iñigo Urkullu, quien no había pensado en retirarse.
En ese acto de Sukarrieta (antes Pedernales), Urkullu, con cara de circunstancias, dio el visto bueno con su presencia al nuevo eslabón en la cadena del PNV, el actual lehendakari Imanol Pradales. Las formas en el manejo de la cadena, desde luego, no fueron las mejores y, seguramente, Ortuzar quedó tocado para la militancia que ahora le ha dado la espalda.
El ex lehendakari Iñigo Urkullu hacía pública este domingo, una reflexión al hilo del proceso electoral interno de su partido que va a producir el cambio en la presidencia de Andoni Ortuzar por Aitor Esteban, el hasta el momento portavoz parlamentario en Madrid.
Y lo hacía recordando precisamente ese símil de la cadena. “He sido siempre muy consciente de que cada eslabón debe ser fuerte para que la cadena sea fuerte. Nuestro ideario se ha asentado en el concepto proyecto-partido-personas”. Y añadía un elemento más. “En estos momentos subrayo y valoro muy especialmente la actitud de las personas, el comportamiento empático tanto en la relación entre las personas como en el debate de las ideas”.
Quizá haya faltado empatía. Quizá, esa sea la clave de la tumba política de Ortuzar. Algunos, muchos por lo que dan a conocer los resultados, han echado en falta ese comportamiento empático en el, hasta ahora, presidente del EBB (el Euskadi Buru Batzar es el órgano ejecutivo del partido).
Resulta curioso que el clan de los “jobubis”, los jóvenes burukides, fundamentalmente vizcaínos, aunque uno de ellos fue el guipuzcoano Josu Jon Imaz, hoy consejero delegado de Repsol, que manejaron el PNV en los últimos años, haya terminado así. Urkullu y Ortuzar eran no sólo miembros del mismo partido, dirigentes del partido, sino también amigos de relación familiar hasta que aquello se rompió. El paso del tiempo hace estragos.
Todo ha saltado por los aires en estos días, en los que Ortuzar no midió bien sus pasos y no supo que llegaba su sustitución, y no por la razón que ofreció cuando fue sustituido Urkullu, la edad. Ambos, Urkullu y Ortuzar son de edad similar. Es decir, si uno tenía que ser sustituido, tesis de Ortuzar, el presidente del EBB, de la misma edad, también debería ser sustituido.
Pues no. Ortuzar, que amagó primero con un cambio, decidió presentarse a la espera de que “la militancia decidiera”. Y la militancia decidió. Previamente Itxaso Atutxa, un poder fundamental en el PNV, y sobre todo, en el PNV vizcaíno, tuvo que dejar su puesto de presidenta del BBB al candidato de Ortuzar. Craso error. Atutxa es la esposa de Aitor Esteban y Esteban era visto como un buen recambio para una época en la que el PNV tiene ante sí el reto de detener la sangría electoral, y enfrentar con decisión la extremadamente difícil confrontación con EHBildu.
Viene ahora la necesaria recomposición de ese viejo partido analógico que lo ha sido todo en Euskadi en los últimos tiempos, desde la caída de la dictadura de Franco. El Euskadi Buru Batzar, compuesto por su presidente, seis burukides y los presidentes de cada una de las ejecutivas regionales, está siendo consensuado, aunque son los militantes los que tienen la última palabra y el voto.
Esteban, bregado en negociaciones al límite en el Congreso, dotado de la empatía necesaria que exigía el ex lehendakari Urkullu, sabe que su futuro, y el de su partido, pasa necesariamente por restaurar la “fatiga de materiales” que algún dirigente del PNV diagnosticó como el problema a solucionar en el partido.