La guerra comercial también es guerra

Trump usa los aranceles como arma para conseguir contrapartidas que nada tienen que ver con lo comercial. Hasta que ya no le quede munición, o el resto del mundo le pierda el miedo, y entonces no duden de que a la guerra comercial se le caerá el apellido y recurrirá a los marines

Ponle el apellido que quieras: guerra fría, guerra electrónica, guerra cultural, guerra de las galaxias, guerra contra el terrorismo, guerra sucia, o como ahora, guerra comercial. Lo sustantivo sigue siendo guerra, solo cambian los adjetivos. Guerra, guerra, guerra. O dicho con palabras sabias de Sánchez Ferlosio, llevamos décadas en “estado de guerra permanente”.

Ahora toca guerra comercial, y los titulares y declaraciones se inflaman de ardor guerrero: Trump “declara la guerra” (comercial), el mundo “afronta el riesgo de una guerra (comercial) global”, Bruselas “calibra la respuesta a la guerra” (comercial), Sánchez se pone del lado de Europa “si Estados Unidos inicia una guerra” (comercial)… Puede parecer que son metáforas, un uso figurado del lenguaje bélico, como el periodismo deportivo. Solo una forma de hablar, no una guerra de verdad.

Pero las guerras comerciales también son guerras. También hay bandos, aliados, enemigos, frentes. También hay quintacolumnistas (hoy la ultraderecha europea, encantada con que Trump dañe a nuestras economías). Igualmente tienen vencedores y vencidos, aunque digamos, como en todas las guerras, que “todos perdemos”. Por supuesto hay víctimas y destrozos, aunque no sean tan evidentes como los causados por bombardeos. Y la acabamos pagando los de siempre, por si tenían dudas. 

La guerra comercial es la misma vieja guerra, pero por otros medios. Y será comercial solo mientras consiga sus objetivos con aranceles, proteccionismo y represalias económicas. En el momento en que pierda fuerza, no duden que pasaremos a la guerra-guerra. Es evidente en el caso de Trump, que usa los aranceles como arma para conseguir contrapartidas que nada tienen que ver con lo comercial: por ejemplo, forzar a otros países a que acepten inmigrantes retornados o se sumen a su guerra contra la droga, bajo amenaza de castigar sus exportaciones si no colaboran. Hasta que ya no le quede munición, o el resto del mundo le pierda el miedo, y entonces no duden de que a la guerra comercial se le caerá el apellido y recurrirá a los marines.

Las guerras no admiten neutrales, obligan a todo el mundo a tomar partido, también las comerciales. ¿En qué lado estás tú? ¿Nuestro bando es Europa? Supongo, pero con poco entusiasmo. A un lado del cuadrilátero está un gobierno anarcocapitalista y representante de la tecno-oligarquía ultraderechista, enfrentado a China en una carrera comercial, tecnológica y militar. Y la alternativa que nos proponen a los europeos para alistarnos en esta guerra es la defensa del libre comercio, la globalización neoliberal, las fronteras para personas pero no para capitales y mercancías, la deslocalización industrial en busca de mano de obra barata. Pues tampoco me esperen en esa trinchera. Parafraseando aquella pintada antimilitarista de nuestra juventud: ¿Te imaginas que hay una guerra comercial y no vamos nadie?