La vivienda, para quien la usa

La vivienda no ha cambiado su valor real, el de simbolizar el derecho a un techo. Ha cambiado su accesibilidad, porque ha cambiado su precio para garantizar esa riqueza. Riqueza desmedida y obscena de los fondos de inversión, que con el 10% de vivienda en alquiler que poseen inflan los precios y fomentan la burbuja inmobiliaria

Hace unos días estábamos intentando frenar el desalojo de Mariano, una persona que llevaba 50 años en su vivienda alquilada. El motivo del desalojo, el que subyace bajo los argumentos jurídicos en los de la batalla legal, la especulación. La vivienda hace tiempo que dejó de ser un bien para garantizar un derecho a ser un bien para garantizar riqueza.

Quienes rondamos los 50, recordamos o hemos preguntado a nuestras madres, padres y abuelos cómo era conseguir una vivienda antes. Son muchos los relatos que comparten la precariedad en la que vivieron quienes migraron a las grandes ciudades, alquilando habitaciones, compartiendo casas entre varias familias, en pensiones y trabajando mil horas para al cabo de varios años hipotecarse (quienes podían). En estas conversaciones vemos cómo una casa que hace 50 años, de cuando Mariano empezó a vivir alquilado en la suya, costaba un millón de pesetas (seis mil euros) y hoy ha multiplicado su precio por más de cien, ¿quiénes han incrementado su riqueza en más de cien en ese mismo tiempo? ¿Qué salario ha crecido cien veces en estos años? El de Mariano, no.

La vivienda no ha cambiado su valor real, el de simbolizar el derecho a un techo. Ha cambiado su accesibilidad, porque ha cambiado su precio para garantizar esa riqueza. Riqueza desmedida y obscena de los fondos de inversión, que con el 10% de vivienda en alquiler que poseen inflan los precios y fomentan la burbuja inmobiliaria, pero también riqueza desmedida del rentismo de clase media-alta que posee otro 15% del parque de vivienda, y que contribuye a que este precio siga subiendo. Y también riqueza de sostenimiento y de supuesta seguridad de esas clases medias, que cada vez son menos medias, que intentan asegurarse no perder poder adquisitivo en un presente complejo e invierten en un futuro incierto a través de la vivienda. 

¿Cómo consigo mantener mi nivel de vida? ¿Cómo consigo no dejar de ser clase media? Si no estoy seguro de tener pensiones, ¿no es mejor tener una propiedad? La vivienda relacionada con el miedo a no tener, a no llegar, a perder lo poco que se tiene, a que te echen, a estar en la calle. 

No es un problema sencillo, pero lo que es seguro es que no se consigue dando ayudas para que quienes no tienen puedan pagar esos precios desorbitados, porque esto no hace sino sostener o incrementar la riqueza de quienes tienen, y sigue aumentando la brecha social. Tampoco parece que se consiga solo construyendo más, porque el parque de viviendas no ha dejado de crecer, y la cantidad no ha asegurado la calidad, no es más accesible, no ha regulado el precio. 

Ninguna de estas medidas cambia el fondo del problema, la especulación y la mirada de la vivienda como garante del derecho a la riqueza. 

¿Y si nos dijeran que tenemos una vivienda para toda la vida, que usemos, modifiquemos y habitemos como si fuera nuestra? ¿Y si nos dijeran que esto no quiere decir que no nos podamos cambiar de casa, porque podamos ir a otra casa que podamos usar en las mismas condiciones? ¿Y si nos dijeran, que al igual que lo hemos disfrutado nosotros, lo podrán disfrutar igual las siguientes generaciones? ¿Y si nos dijeran que lo que vamos a dedicar a pagar por usar esta vivienda es menos del 30% de nuestros ingresos? Sin miedo a que nos suban el alquiler, a que suba el Euríbor, sin miedo a que nos desahucien, a que nuestra casa se convierta en algo goloso para pisos turísticos. Si nos dijeran todo eso, ¿no nos interesaría? ¿Y si además nos dijeran que con solo cambiar el 30% de la vivienda que está en las manos más especulativas a un modelo que cumpla todos estos “y sis” ya influiría en marcar tendencia y controlar precios?

Esto ya sucede en otros países, y aquí lleva ya unos años creciendo en varios lugares de nuestro territorio. Son cooperativas en cesión de uso, donde no tienes la propiedad de la vivienda, pero sí el derecho a utilizarla de por vida. No puedes especular con ella, pero sí tienes el derecho a esa vivienda garantizado para ti y después para otras personas. Sucede en Madrid, que ya tiene cuatro proyectos habitados, como la casa en la que yo vivo, Entrepatios, y otros 14 en marcha. Sucede en Cataluña, que va camino de las dos mil viviendas en los próximos dos años, con ejemplos como Sostre Civic o La Borda, y en muchos más lugares, con más de 190 proyectos intentando salir a la luz. Una de las mayores referencias en Europa es el modelo Andel danés, y más allá la Federación Uruguaya de Cooperativas por Ayuda Mutua (FUCAM) que opera en el país americano desde los años 70 del pasado siglo.

En estos lugares, no solo te garantizan techo, sino que es un techo de calidad. Surgen estos espacios no solo con firmes cimientos arquitectónicos, sino también con firmes cimientos sociales. Las personas forman parte activa y colectiva de su vivienda, en aras de algo más grande que les trasciende, un modelo sin especulación, dónde la palabra vivienda no esté asociada a miedo. Hace unos días, no pudimos parar el desahucio de Mariano, pero sí aspiramos a que dentro de 50 años no haya más miedo, ni más Marianos que lo padezcan.