Cómo ‘robar’ una revista española de prestigio por unos miles de euros: «Nos engañaron y se la han cargado del todo»

La compra de publicaciones por empresas desconocidas tira por tierra el trabajo de años de académicos: los responsables de ‘Cuadernos de Economía’ vendieron barato bajo la promesa, incumplida, de mantener el control editorial; el cambio de manos de ‘Comunicar’ dejó tirados a tres editores

Una serie de empresas fantasma compra prestigiosas revistas científicas para lucrarse publicando artículos dudosos

“Nos engañaron, fue un error fatal. Y ahora se la han cargado del todo”. Cuando una empresa británica de sugerente nombre llamó a la puerta de Joan Hortalà interesándose por la revista Cuadernos de Economía, este profesor de la Universidad de Barcelona vio la oportunidad que estaba buscando para darle un impulso a su publicación. La revista tenía prestigio, pero una mayor expansión en el mundo anglosajón, como aseguraba esa desconocida pero prometedora compañía llamada OAText, era justo lo que necesitaba.

Hortalà y su equipo decidieron vender. Apenas un par de decenas de miles de euros, nadie se iba a retirar de esa, pero Cuadernos podría dar un pasito más. Y además, según el acuerdo mantendrían el control editorial. Nunca pasó. El día siguiente a completar la transacción, OAText empezó a realizar una serie de malas prácticas que no estaban pactadas. Hortalà perdió el control de la revista, pero la revista no le correspondió dejándolo ir. Secuestró su nombre, que seguía, sigue todavía hoy, alimentando el prestigio de Cuadernos como teórico director, junto al de una persona fallecida, José Ramón Lasuén, antiguo presidente. Ningún efecto han tenido los requerimientos formales que han enviado a OAText para que los retiren de la web.

Cuadernos es una de las más de 30 revistas –varias de ellas españolas– que los documentalistas Emilio Delgado y Alberto Martín han detectado que han sido víctimas de empresas fantasma como OAText u Oxbridge Publishing House, otra firma británica. Compañías salidas de la nada, desconocidas en el sector, que compran publicaciones bien ubicadas en los rankings para sacar dinero: el movimiento que sigue a la compra es instaurar si no existía –o multiplicar si ya estaba– el precio por publicar, eliminar filtros de calidad, subir notablemente el número de artículos que se publican y empezar a facturar.

Estas dos empresas ofrecen ejemplos claros de las prácticas que se extienden por el sector. Firmas opacas, sin dueño conocido o una actividad claramente definida –ninguna de las dos ofrece información propia en sus respectivas webs– que compran revistas e intentan rentabilizarlas al coste que sea. Oxbridge quizá sea paradigmática de esta forma de actuar.

Ni siquiera está claro a qué se dedica esta firma, cuyo nombre aparece asociado a operaciones varias de compraventa de publicaciones, según han recogido investigaciones como las de Delgado y Martín o, antes, Fuga de revistas: el caso de ArtsEduca y de otras revistas españolas de Ciencias Sociales, realizada por Álvaro Cabezas, Rafael Repiso y Ángel M. Delgado. Su sello aparecía en las webs de diferentes publicaciones, pero ya no está y la compañía sostiene que “nunca” ha sido propietaria de ninguna revista, según ha explicado un portavoz a este periódico. Según su versión, expuesta en breves emails que dejan sin contestar las preguntas directas planteadas, la compañía solo ofrece servicios relacionados con el mundo científico editorial (alojamiento web, gestiones administrativas o relacionadas con la clasificación de las revistas, posicionamiento SEO o gestión de la revisión por pares, etc.).


Una captura del 25 de febrero de 2024 de la web de Oxbridge Publishing House, en la que aparece Cuadernos de Economía como una de sus revistas. En el texto que encabeza la página se lee «publicamos revistas de acceso abierto revisadas por pares».

Esta postura es contradictoria con versiones pasadas de su propia web –que ha sufrido notables cambios en el último año, especialmente a raíz de la publicación del informe de Delgado y Martín– o incluso con la información que arrojan webs de referencia en el sector, como el portal ISSN o Crossref, que en algún momento de los últimos años identifican a Oxbridge como la editora de varias revistas. Oxbridge ha pasado de describirse a sí misma como una “editorial líder e independiente de revistas académicas” a “no ejercemos de editores, pero proveemos de servicios que ayudana las revistas en su gestión”.

Poco, pero Oxbridge contesta. OAText, la compañía que adquirió Cuadernos de Economía y que aparece como intermediaria en otras operaciones, no ha respondido a las peticiones de este periódico respecto a por qué mantienen los nombres del anterior equipo editorial como los actuales responsables, cuando les han solicitado por correo certificado que los retiren. Tampoco otras preguntas específicas, como cuántas revistas gestionan o por qué desde que las adquieren sus publicaciones cambian el perfil y nacionalidad de los autores que en ellas publican, dando preponderancia a científicos asiáticos.

La compañía aparece en la lista Beall’s de editoriales depredadoras, empresas que han desembarcado en el sector de la publicación científica con el único objetivo de hacer negocio y que responden a un modus operandi muy específico. Oxbridge no figura en esa lista.

Fuera de los ‘rankings’

A Hortalà y compañía no solo les robaron la revista; también se la cargaron por el camino. La mala praxis de OAText con Cuadernos –la inundó de artículos dudosos firmados por autores asiáticos, investigaciones que remiten a las fábricas de papers– empezó a levantar sospechas entre las empresas que regulan el mercado editorial científico y deciden el prestigio de las revistas, un elemento fundamental en el sector para atraer autores. Cuadernos pasó de tener más de más de un 50% de artículos firmados por autores españoles a un 6%. Los investigadores nacionales fueron reemplazados por indonesios, irakíes, vientamitas y saudíes.

Finalmente, solo un año después de que la compañía británica comprara Cuadernos, la publicación fue expulsada de los principales rankings. Su valor (científico) está por los suelos. El trabajo de años primero de Lasuén y luego de Hortalà, con sus respectivos equipos, solo ha servido para que alguien, presuntamente, haya hecho negocio.

Las consecuencias de este tipo de prácticas afectan a los gestores de las revistas, pero también a los investigadores y científicos que pretendían publicar en ellas o, incluso, han trabajado de manera altruista. Le pasó a Roberto Moreno López, profesor en la facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Castilla-La Mancha, con la revista Comunicar. El caso de esta publicación bien puede ser el ejemplo del daño que este tipo de empresas causan a los científicos.

Comunicar llegó a estar clasificada como la segunda revista más prestigiosa del mundo en su campo, todo un hito para una publicación española. Publicar en ella o participar como editor invitado para algún número, una práctica común en el sector, era objeto de deseo. Moreno tenía el compromiso para participar como editor invitado, pero en mitad del proceso la revista cambió de manos.

“A partir de ahí empezó a torcerse todo”, recuerda un proceso que describe como “desagradable”. “No tuvimos nunca ningún tipo de feedback. Estábamos esperando indicaciones para establecer criterios de evaluación, las cuestiones básicas para mantener los estándares de la revista. Pero pasaron los meses, no recibíamos ninguna contestación y nos empezamos a mosquear”. Como Hortalà y el equipo de Cuadernos, cuando constataron que habían perdido el control editorial sobre su propio número de la revista, exigieron que sus nombres dejaran de figurar. Tuvieron más éxito, los nuevos propietarios escucharon y desligaron a las tres personas afectadas de la revista. De los anteriores propietarios, con el profesor de la Universidad de Huelva Ignacio Aguaded a la cabeza, nunca más se volvió a saber. Este periódico ha tratado de contactar con Aguaded, pero no ha obtenido respuesta.

Empezar de cero

“Solo queremos que se olviden de nosotros”, cuenta entre el lamento y el enfado Hortalà, cuyo nombre aún avala, contra su voluntad, la revista que fundó y con la que ahora no tiene relación. El plan no era ese cuando se hizo el traspaso, cuenta el profesor. “Acordamos que ellos harían la comercialización, pero el consejo de redacción y todo lo demás quedaba tal y como estaba. Nos mandarían los artículos que ellos recibirían para nuestra valoración”. Ellos, el anterior equipo, serían los responsables editoriales y OAText se dedicaría a expandir la revista en el mundo anglosajón, según figuraba en una lista de compromisos adquiridos por la nueva propiedad que nunca se cumplieron.

Entre esa lista figuran una serie de aclaraciones que fuentes del sector califican de extrañas. Según se lee en el texto, la empresa informa a los anteriores editores de que “por el momento” el nombre de OAT no aparecería en la web de Cuadernos y tampoco “se introducirán cambios en la sección de la web [que informa] sobre los detalles de la revista”. Eso quedaría para más adelante. Aún no ha sucedido. La web de Cuadernos no da ninguna pista de a quién pertenece mientras pretende hacer entender que mantiene el anterior equipo editorial. Lo mismo sucede con Comunicar: sin rastro del propietario.

En cualquier caso, para los anteriores editores el trabajo de años, los esfuerzos por ubicar la revista en los ránkings internacionales para convertirla en un recipiente atractivo para que los investigadores quieran publicar sus artículos, se ha ido al traste y han tenido que empezar de cero con otra publicación, Revista de Economía y Finanzas. Pero empezar desde abajo en el mundo editorial científico es una pequeña pesadilla. Como la revista no tiene aún lo que se conoce como factor de impacto, el indicador que establece la importancia de una publicación y por extensión, cuesta atraer autores de prestigio. Y como publican a pocos autores entre los más citados, le cuesta adquirir ese prestigio que le permita situarse en los rankings. La pescadilla que se muerde la cola.

“La mayoría de la gente que está haciendo currículum universitario no publica con nosotros”, admite Hortalà. “Cuesta mucho empezar otra vez, y además con la sombra de esta gente [OAText y Cuadernos de Economía] encima. Es un proceso muy complejo, complicado, duro, que exige mucha paciencia y trabajo”, cuenta con tono cansado. Pero se muestra seguro de que saldrán adelante.

Todos pierden

La pérdida de una revista no solo afecta a los investigadores implicados o los que aspiraran a publicar en ella. Tal y como funciona el sector en España, el daño es para todo el sector público, según explica Delgado, de la UGR. “Las revistas venían siendo editadas por universidades (Fonseca, Artseduca, Cuadernos de Economía), sociedades científicas o profesionales (Revista de Psicología del Deporte, Comunicar) o empresas (El Profesional de la Información, propiedad de una empresa controlada por Félix de Moya), y son sostenidas realmente con fondos públicos. Todos los miembros de sus comités editoriales son profesores de universidad o investigadores de centros de investigación públicos. Son ellos los que soportan no solo la edición sino la evaluación por pares. Si a eso añades que quienes publican son en casi el 100% científicos que trabajan en instituciones públicas, estamos vendiendo a editoriales fantasma o depredadoras todo el valor acumulado de años de trabajo realizado por las comunidades científicas y profesionales que soportaron esas revistas”, ilustra.

A nivel particular, como explica Delgado, las revistas científicas se sostienen en buena parte con el trabajo desinteresado de los científicos, que colaboran voluntariamente o incluso evalúan y corrigen los artículos antes de su publicación. Es la ínclita revisión por pares (peer review), que alimenta un negocio milmillonario. A Moreno López y sus dos compañeros el intento fallido de colaboración con Comunicar le costó dinero, según asegura el profesor.