A Lidia Jiménez su madre le decía que si algún día cobraba le compraría una muñeca. Fueron muchas las veces que escuchó ese deseo compartido, porque muchas fueron las visitas que ambas hicieron a la sede del Banco de España en Barcelona para pedir que les devolvieran lo que era suyo: la madre de Lidia, Montserrat, llevaba en el bolso aquel papel con el encabezado que sus padres le dieron cuando se casó. Ahí figuraban la cantidad de 1.432 pesetas (unos ocho euros al cambio) que tuvieron que entregar a las autoridades franquistas a punto de acabar la Guerra Civil, un dinero que nunca volvieron a ver y que, primero su hija y ahora su nieta, siguen peleando por recuperar.