Ni la de Lugo ni la de Ávila: esta es la muralla más grande de España (y de Europa)

Una fortificación de origen andalusí que destaca por su extensión y su relevancia histórica, conservando vestigios de su pasado militar y su papel clave en la frontera peninsular

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Cuando se habla de murallas monumentales en España, los nombres de Lugo y Ávila suelen acaparar el protagonismo. La primera, con su recinto romano, es la única del mundo que conserva su perímetro completo, mientras que la segunda, con sus torres almenadas, es un símbolo medieval por excelencia.

Sin embargo, hay una fortificación que, a pesar de su magnitud e importancia histórica, no siempre recibe la atención que merece: la muralla de la Alcazaba de Badajoz. Con sus 6.541 metros de muralla conservada (incluyendo la alcazaba-castillo) y coronada por 85 torres, no solo se erige como la más grande de España, sino también como la mayor fortificación en Europa.

Situada en el corazón de Extremadura, esta fortaleza defensiva representa una parte fundamental del legado árabe en la Península Ibérica. Construida en el año 875, la Alcazaba de Badajoz se convirtió en un enclave estratégico que, con el paso del tiempo, fue reforzado y ampliado hasta alcanzar su configuración actual.

Su robustez y extensión la convirtieron en un bastión inexpugnable, capaz de resistir asedios y proteger a la población que se refugiaba en su interior. A pesar de los siglos transcurridos y las transformaciones urbanísticas, la muralla sigue en pie, desafiando el paso del tiempo y recordando la importancia histórica de esta ciudad fronteriza.

Pasear por la Alcazaba es recorrer siglos de historia. Sus imponentes lienzos de tapial, sus torres y sus puertas evocan el esplendor de una época en la que Badajoz era uno de los centros de poder más importantes del Al-Ándalus occidental. Desde sus miradores, se obtiene una panorámica privilegiada de la ciudad y del río Guadiana, que antaño servía como línea natural de defensa.

Hoy, la muralla no solo es un testimonio de la arquitectura militar andalusí, sino también un espacio abierto al visitante, que puede recorrer sus torres y adentrarse en la historia de uno de los recintos amurallados más desconocidos pero impresionantes de Europa.

Una fortificación con huella musulmana

La historia de la Alcazaba de Badajoz está estrechamente vinculada a la fundación de la ciudad en el siglo IX. Bajo el mandato de Ibn Marwán, un caudillo rebelde que se levantó contra el Emirato de Córdoba, se estableció este enclave fortificado que, gracias a su ubicación estratégica, pronto se convirtió en una de las plazas más codiciadas.

La muralla original, construida en tapial con refuerzos de piedra, fue diseñada para soportar los embates de ejércitos y resistir largos asedios. Con el paso de los siglos, distintas dinastías y reinos dejaron su impronta en la estructura, consolidando un conjunto que, a día de hoy, sigue siendo un referente de la arquitectura militar islámica.

La fortaleza se compone de un recinto de gran envergadura, con torres defensivas distribuidas a lo largo de su perímetro. Entre ellas, destaca la Torre de la Atalaya, también conocida como la Torre del Alpéndiz, una atalaya de origen almohade que servía para vigilar el horizonte y advertir cualquier amenaza.

El acceso al interior se realizaba a través de varias puertas monumentales, entre las que sobresale la Puerta del Capitel, un vestigio del esplendor arquitectónico andalusí. A pesar del desgaste del tiempo, la Alcazaba conserva una esencia auténtica que transporta al visitante a una época de esplendor y batallas.


Pasillos de la fortificación.

Un testigo de la historia fronteriza

A lo largo de los siglos, la Alcazaba de Badajoz ha sido testigo de innumerables episodios históricos. Su ubicación la convirtió en un escenario clave durante la Reconquista. En el siglo XIII la fortificación pasó a formar parte del entramado defensivo del reino. Posteriormente, durante las guerras contra Portugal, la muralla volvió a cobrar protagonismo, adaptándose a las necesidades militares de cada época.

En el siglo XVII, la ciudad se vio envuelta en los conflictos derivados de la Guerra de Restauración Portuguesa, lo que llevó a reforzar las defensas con nuevas fortificaciones. Aunque la tecnología militar evolucionó y los ejércitos cambiaron sus tácticas, la Alcazaba y sus murallas continuaron desempeñando un papel crucial en la protección de Badajoz. Hoy, lejos de su pasado bélico, el recinto es un remanso de historia, arte y cultura, donde cada piedra cuenta una historia de resistencia y transformación.

A pesar de su magnitud e importancia, la muralla de la Alcazaba de Badajoz no siempre recibe el reconocimiento que merece. Su extensión, superior a la de cualquier otra fortificación en España, la convierte en un testimonio monumental del legado andalusí y en un destino imprescindible para los amantes de la historia y la arquitectura.

Con una presencia imponente que domina el horizonte de la ciudad, esta joya patrimonial sigue en pie, recordando el esplendor de un tiempo en el que Badajoz era una pieza clave en el tablero político de la Península.