Carlos Núñez, el comunista gallego formado en la URSS que conoció a Víctor Jara, dirigió las huelgas del 72 y fue edil en Vigo

El periodista Perfecto Conde publica un libro de conversaciones con el histórico dirigente del Partido Comunista y diseñador gráfico, padre del famoso gaiteiro del mismo nombre

Hemeroteca – Moncho Reboiras, el líder nacionalista gallego que la policía franquista asesinó con tres disparos por la espalda

La escena es como de novela de Le Carré. Sucede “en un lugar sombrío de aquel puerto de aguas profundas”: Hamburgo. Es algún año posterior a 1972 y anterior a inicios de 1976 y Carlos Núñez, un publicista gallego antes residente en Vigo y ahora exiliado en París, espera por un contacto. “Noto una actitud extraña”, relata, “intuyo seguimiento. Trato de cambiar el paso, acercándome a un lugar restringido para servicio portuario. Se abalanza sobre mí para arrebatarme el material. Mi fortaleza física es superior y lo derribo. Veo sus ojos. Me alejo rápidamente con mi cartera”. En el doble fondo del maletín había dibujos de unos inuits y del portalón de un garaje, dos o tres pasaportes y algunos documentos más, “todo encriptado”. Núñez, dirigente destacado del entonces clandestino Partido Comunista de Galicia, nunca había visto a aquel hombre misterioso. Y nunca lo volvió a ver. La historia se la narra al periodista Perfecto Conde en un libro biográfico, O comunista que non foi gaiteiro, recién publicado en gallego por Galaxia.

Carlos Núñez tiene 83 años y reside en Vigo. Allí fue concejal, de gobierno tras las primeras elecciones democráticas posteriores al franquismo y en la oposición después, y es aún hoy un personaje querido y popular. También en Vigo, a donde llego por órdenes del partido –de Enrique Líster en concreto– en los 60, trabajó como publicista y diseñador gráfico. A esta faceta pertenece, por ejemplo, la conocida tipografía Gallaecia Castelo, desarrollada a partir de rudimentos elaborados por Castelao. El mayor de sus tres hijos, Carlos, es uno de los músicos de mayor proyección internacional de Galicia. “De la misma forma que mi madre siempre quiso que yo fuese gaiteiro, yo quise ser dibujante”, explica casi al final del libro, “como en la Escuela de Artes e Oficios de Vigo daba clases de gaita el gran gaiteiro de Lugo Antón Corral, matriculé allí a Carlos, no con la idea de que fuese gaiteiro, sino para que aprendiese algo de música”. Vaya si aprendió, apostilla Conde.

Pero el grueso de las casi 300 páginas de conversaciones de O comunista que non foi gaiteiro lo ocupa la dictadura y la resistencia a ella. “La de Carlos fue una vida muy intensa”, dice Conde (A Pontenova, Lugo, 1943) a elDiario.es, quien no conocía al objeto de su libro. Y eso que había militado en el mismo partido. “Todo nace de un encargo del profesor Xesús Alonso Montero [otro ilustre del comunismo gallego, 95 años], a quién no puedo, ni sé, ni quiero decir que no”, confiesa entre risas, “enseguida descubrí un gran personaje, como de película. Contradictorio, a veces difícil, pero un gran dirigente social, obrero y comunista”. También descubrió cierto fondo común con él, que le sirvió para ganarse la confianza del interrogado, de inicio renuente al proyecto, en los 10 o 12 encuentros sobre los que construyó el libro: “Es un afrancesado. Como yo. Es el país de la Revolución Francesa y de Sartre y Camus”. Tan afrancesado que se exilió en París en 1972, justo después de que la policía franquista pusiese precio a su libertad por su papel fundamental en el septiembre vigués de aquel año. En cualquier caso, y más allá de itinerarios compartidos, a Conde le interesó indagar en los enigmas de una existencia al servicio de una causa política. “Para empezar, ¿cómo un chaval de Ourense se va a la URSS con 17 años? Es un misterio”.

La URSS como tierra prometida

Carlos Núñez tenía 15 años cuando ingresó en el Partido Comunista de España en 1956. Lo hizo en Ourense, donde había nacido después de que su padre, el maestro republicano y filosocialista Albino Núñez, huyese de A Coruña en julio del 36. “Me hice comunista porque de adolescente quería dejar de soñar con libertades como flores en mi cabeza y ponerme al lado de los que luchaban por conquistarlas”, le confiesa al periodista. Dos años después, un hombre de la organización llegado de Buenos Aires le habla a su padre sobre “la conveniencia” de que aquel joven se fuese a Moscú a estudiar en la Academia de Ciencias Sociales. “A mi padre le pareció bien”, dice, “los temas de la dictadura, la libertad, el socialismo y el progreso eran casi cotidianos en la conversación familiar”. Previo paso por París camuflado como emigrante, era el método para despistar a la policía franquista, y más tarde a través del mismo Zúrich en que había residido Lenin, Núñez llega a la capital de la URSS.

Aquellos tres años de juventud en el País de los Soviets lo marcaron. Aprendió economía política, sociología, geopolítica o una técnica que le sería muy útil en la clandestinidad. “Siempre me llamó la atención la encriptación”, dice, “encriptar para comunicar, por ejemplo el papel de las ideografías de la prehistoria: me daba cuenta de que en Galicia se encuentra el mayor número de ideografías de la costa atlántica europea desde hace más de 4.000 años”. Visitó con asiduidad algunos de los principales museos –la Galería Tretiakov o L’Hermitage– o el Teatro Bolshói, y allí conoció al mítico cantautor portugués José Afonso mucho antes de Grândola Vila Morena y dio la mano a Herbert Von Karajan. “A mí Moscú, la ciudad del mundo más veces invadida, me encantó. Nunca había imaginado que fuese tan hermosa”, señala. A principios de 1963 regresa a Galicia, en concreto a Ourense, en donde vivían sus padres. Y el partido lo envía a Vigo, que sería y aún es el epicentro de su vida.

Escenas de una militancia: Líster abandona el PCE

Metz (Francia), 1970, reunión del Comité Central de entonces clandestino Partido Comunista de España. Carlos Núñez tiene 29 años, pero hace ya varios años que forma parte del órgano de dirección. Se sienta en la misma habitación que, por ejemplo, Enrique Líster. Este, un cantero gallego, había sido teniente general del Ejército Republicano en la batalla del Ebro y después general del Ejército Rojo de la URSS durante la Segunda Guerra Mundial. Antonio Machado le había dedicado un bello y célebre soneto. Un mito viviente que estaba rompiendo con el PC, descontento por lo que entendía deriva reformista. “Nunca lo olvidaré. Salió de la reunión de una manera casi violenta”, hace memoria en el libro. Otros camaradas avisaron: no puede marcharse así, “¿y la Policía?”. Núñez y Rafael Pillado –gallego, obrero de Bazán– fueron detrás de él para pedirle prudencia. “Sal de delante que te furo [horado, agujereo, la traducción es complicada]”, les respondió. Los encargados de seguridad no tardan y comunican: “Santiago [Carrillo] dice que puede marcharse”. “Si se marcha que se marche; allá él y su conciencia. Y si pasa algo, lo picamos”, añadió Carrillo. “¿Quería decir matarlo?”, pregunta Perfecto Conde. “No lo sé. También me pregunto que quiso decir Líster cuando me dijo ‘que te furo”.


Santiago Carrillo (izquierda) saluda a Carlos Núñez en Vigo. Fue su reencuentro en el 2000 tras años de distanciamiento político

“Carlos Núñez es producto de una escuela y una formación concretas”, opina Conde en conversación con este periódico, “es un dirigente comunista de la época, una organización clandestina que pelea contra una dictadura. Tiene todas sus virtudes y también todos sus tics, como la reverencia al partido”. Que, en aquel momento, componen algunos de los nombres más famosos de la resistencia contra el fascismo franquista, de Dolores Ibárruri, Pasionaria, a Fernando Claudín. A todos trató Núñez y de todos ellos deja semblanza en O comunista que non foi gaiteiro. También a otro mito de esa cultura política, menos conocido pero con una biografía apasionante, Domingo Malagón. Había sido restaurador del Museo del Prado y en París se encargaba de la falsificación de documentos para el Partido Comunista. Carlos Núñez, entonces diseñador gráfico en una agencia viguesa, se incorporó, durante su exilio parisino, al taller de Malagón. Algunos de sus trabajos fueron pasaportes, documentos de identidad, certificación de estancias domiciliarias o recuperación documental de estancia en los campos de concentración –para gente que había pasado por ellos y necesitaba demostrarlo para obtener ayudas estatales en Europa. “Aquel nivel de falsificación documental era un verdadero arte que servía a la lucha contra el franquismo”, considera Núñez, que se enorgullece del trabajo de Malagón y de su contribución al mismo: “No conozco ninguna caída por detección de documentación falsificada”.

1972: el septiembre vigués y el declive del régimen

Cuando las movilizaciones obreras estallaron en la Galicia de 1972, el comunista Carlos Núñez ya había sido detenido, maltratado, torturado –es él quien establece la diferencia entre ambos términos– y pasado en prisión más de tres años. “No le gusta hablar de ello ni siquiera ahora”, expone Perfecto Conde, “piensa que no tiene interés. ‘Las cosas malas ya fueron. Hay que pasar página’, dice. Pero yo no estoy de acuerdo”. El capítulo del libro dedicado a ello menciona, sin embargo, nombres que no siempre se mencionan, los de los represores. “Los saqué yo”, aduce Conde. El propio Núñez reflexiona sobre ello: “La represión del franquismo a manos de la Brigada Político–Social es un tema no menor que habrá que investigar a fondo”.

Hacía ya dos años de su último arresto. 1972 lo cambia todo. Los sucesos de Ferrol, en marzo, donde la Policía franquista había asesinado a los trabajadores de Bazán y militantes de Comisiones Obreras Daniel Niebla y Amador Rey, desencadenan la reacción del otro gran núcleo industrial gallego, Vigo. La solidaridad obrera paraliza la ciudad. “Se crea el ambiente social propicio para que enseguida estallase la gran huelga”, narra. Los despidos en Citroën, la gran fábrica gallega, agotan la paciencia obrera: 40.000 trabajadores iniciaron “la mayor huelga obrera de Europa”. Aquella formidable y organizada masa laboral, que llegó a las páginas de la prensa internacional –Le Monde, menciona Núñez–, colocó al régimen contra las cuerdas. “No había ejemplos europeos de huelga solidaria de una ciudad como lo que sucedió en Vigo”, asegura, “el movimiento obrero salió muy reforzado”. Franco murió en la cama, pero a la clase obrera le corresponde no poco del mérito de que la dictadura se viniese abajo. Esa es la tesis que defiende Núñez.


Manifestación en Vigo, 1983, en la que aparecen los entonces principales dirigentes de la izquierda gallega, nacionalista y no nacionalista. Carlos Núñez es el sexto empezando por la izquierda.

“Fue un dirigente fundamental en el 72”, considera Perfecto Conde. La policía franquista opinaba lo mismo, y emitió una orden de busca y captura. Con sus antecedentes, no se podía arriesgar a una nueva detención. Se escondió durante unos días en la zona –Valentín Paz–Andrade, intelectual galleguista y uno de los fundadores de Pescanova, lo ocultó en su chalet– hasta que el partido lo sacó a Francia. Atrás quedaban su mujer, María Xesús Múñoz, y su hijo de dos años, Carlos. Al pequeño no lo volvería a ver hasta inicios de 1976. En París vive unos días en el domicilio de Santiago Álvarez, ex comisario del ejército republicano y secretario general del Partido Comunista de Galicia, y después se instala él solo. Trabaja a tiempo completo para la organización. Además de misiones como la que provoca la escena en el puerto de Hamburgo, viaja a Italia para participar en la fiesta de L’Unitá, el periódico del Partido Comunista Italiano, en 1973. Lo recuerda bien, porque se alojó en la casa romana de Rafael Alberti y María Teresa León y en Milán, donde se celebraba el festival, conoció al legendario cantautor chileno Víctor Jara. “Un hombre recio, alto, fuerte, muy sincero, de aspecto atlético y voz potente”, le cuenta a Conde, “su intervención musical y su discurso caló muy bien en la gente”. Fue en la primera semana de septiembre. Jara regresó a Chile, el 11 de ese mismo mes Pinochet bombardeó el Palacio de la Moneda y el 16, el músico moría asesinado en el Estadio Chile, hoy Estadio Víctor Jara.

Retrato de un compromiso político

Carlos Núñez volvió a Galicia una vez muerto Franco. Encabezó la candidatura comunista al Ayuntamiento de Vigo y formó parte de la primera corporación municipal de la restauración democrática, en pacto con el Partido Socialista. Repitió como edil en 1983. Lo compaginó con su trabajo como diseñador gráfico, ahora con agencia propia, y sus labores de historiador urbano, una de sus pasiones. Mantiene su militancia en el partido hasta la actualidad. O comunista que non foi también entra en ese período. Pero sobre todo es el retrato de un compromiso político en tiempos menesterosos. “No es verdad que los comunistas coman niños asados a la parrilla regados con vodka y vino de Krasnodar o de Crimea”, ironiza Perfecto Conde en la introducción –el libro lo prologa Xesús Alonso Montero–, “son personas como cualquiera. Carlos Núñez fue uno de los históricos dirigentes comunistas de Galicia, por eso ama la democracia y la libertad y las defiende como el que más”.