El Museo barcelonés acoge ‘Plegarias de resistencia’, una muestra multidisciplinar en la que el su autor, residente en Nueva York, trata de revertir el silencio al que la colonización sometió a los cuerpos ‘queer’ de la América prehispánica
Lo que nunca se dijo de cómo llegamos a los 100.000 socias y socios
Como artista multidisciplinar, como persona queer y como residente en la ciudad de Nueva York, el trabajo de Carlos Motta (Colombia, 1978) se ha centrado desde sus inicios en dar voz a las historias silenciadas de las distintas minorías, tanto sexuales como de personas migrantes. Primero en su país natal y posteriormente en Estados Unidos.
Tras una trayectoria vital y artística marcada por su relación con colectivos disidentes en sus respectivos entornos, lo que en ocasiones implica una doble o triple disidencia –por ejemplo ser persona queer, migrante y afectada por el VIH–, ahora Motta desembarca en el Museu d’Art Contemporani de Barcelona (MACBA) con Plegarias de resistencia, una exposición que sin llegar a ser una retrospectiva, sí recoge distintos trabajos de Motta a lo largo de los últimos 25 años.
El objetivo de la misma es, según explica la directora del MACBA, Elvira Dyangani Ose, “iniciar un nuevo ciclo del museo en el que buscamos reformular el concepto de la institución tras nuestros primeros 30 años de existencia”. Este nuevo enfoque museístico al que apunta Dyangani, se encarna en Plegarias de resistencia por la voluntad de Motta de mostrar el papel que el poder colonial y la religión, este último concepto como instrumento perpetuador del primero, han tenido en el silenciamiento las vidas y los cuerpos queer y disidentes sexuales en América latina.
Una declaración necesaria en un momento crítico
Agustín Pérez Rubio, comisario de la exposición junto con María Berríos, quiere dejar clara “la inesperada oportunidad de la muestra como una contestación” al contexto político global en el que nace, en especial en Estados Unidos, lugar de residencia de Motta. Dice Pérez, en este sentido, que Plegarias de resistencia “es una exposición necesaria en estos tiempos de neofascismo en que regresan las taxonomías sexuales y el meternos a todos de nuevo en cajitas borrando nuestra identidad, de modo que solo se nos pueda reconocer por el DNI”.
Una de las salas de la exposición ‘Plegarias atendidas’ de Carlos Motta
Preguntado sobre la coyuntura creada por la administración Trump, Motta muestra, como persona disidente sexual, activista queer y migrante en Estados Unidos, su profunda preocupación por las consecuencias que ya están teniendo las medidas aplicadas por el actual Gobierno. “Lo que nos ha mostrado la instalación del fascismo en la administración federal en estos pocos meses es que no se puede dar nada por sentado”, lamenta el artista.
Venimos de unas décadas de gran progreso en materia de igualdades sociales, pero ahora todos esos avances se desvanecen de repente
“Venimos de unas décadas de gran progreso en materia de igualdades sociales, pero ahora todos esos avances se desvanecen de repente y nos encontramos ante una estrategia perversa en la cual personas minorizadas, por ejemplo adolescentes trans, que habían encontrado maneras de identificarse, de tener acceso a procesos de salud y formas de organizarse, ven cómo se les arrebata todo”, concluye seguidamente con pesimismo.
Pero Motta también advierte que lo que está sucediendo en Estados Unidos “también representa una gran alarma roja para España, para Francia, para Alemania y demás países donde hoy se considera que estas cosas [los derechos LGTBI+] están sedimentadas, porque no lo están”. Finalmente, asegura que la administración actual está empleando formas de denuncia similares a las que empleaba la Inquisición española en el siglo XVI, esto es “el señalamiento de los disidentes sexuales” para después ajusticiarlos y silenciarlos.
Por supuesto, los departamentos de Diversidad e Inclusión ya han sido eliminados en todos los museos públicos estadounidenses
No se muestra Motta tampoco optimista respecto al futuro del trabajo de los artistas en Estados Unidos, y menos en el caso de los activistas queer o en favor de los migrantes. “La mayoría de los museos estatales dependen de la administración federal y sabemos que ya se están dando protocolos para filtrar contenidos de forma ideológica, lo que sin duda va a suponer una restricción para que muchos artistas puedan exponer”, explica.
“Por supuesto, los departamentos de Diversidad e Inclusión ya han sido eliminados en todos estos museos”, apostilla. Aun así, Motta quiere dejar claro que lo que sucede ahora allí es la tónica habitual fuera de Occidente, donde “las minorías sexogenéricas siempre han estado reprimidas” y en este sentido se considera “un privilegiado que puede sentarse ante la prensa y expresarse”.
Un arte pensado para visibilizar minorías
Carlos Motta nos sumerge en Plegarias de resistencia en la historia colonial y en la instrumentalización del cristianismo como herramienta ideológica que oprime a las disidencias sexuales y de género. Y su exploración busca “reivindicar y reescribir”, mediante el arte multidisciplinar –que incluye fotografía, video documental y performativo, y escultura– las conversaciones homoeróticas que llevan siglos silenciadas y reprimidas en América Latina.
“Cuando empecé mi carrera pude escoger entre decantarme por el activismo o por la sociología, además del arte”, confiesa Motta durante la presentación de la exposición. “Decidí trabajar como artista, pero diferentes prácticas de los campos del activismo y las ciencias sociales han influenciado mi trabajo y me han dado estrategias metodológicas para acercarme a ciertas temáticas de algunas formas particulares”, reconoce a continuación.
Proyecto del artista Carlos Motta para la High Line Plinth de Nueva York
Su arte no está, de este modo, pensado para vivir recluido en un museo y alejado del público, sino para impactar en la conversación social y llevar a la misma a los grupos minorizados, casi siempre en un trabajo conjunto con distintos colectivos. Un ejemplo de ello es el “contramonumento al sida” que diseñó, junto al arquitecto Koray Duman y el escritor Theodore Kerr, como propuesta para The High Line Plinth, un tramo elevado, y abandonado, del metro de Nuevo York en el barrio de Chelsea, en Manhattan, al que se le dio en 2010 categoría de espacio verde.
El proyecto, que consistía en dos triángulos gigantescos, uno rosa y otro negro para visibilizar los estragos que todavía hoy causa la enfermedad, fue presentado al concurso que convocó el Ayuntamiento de Nueva York, pero finalmente fue desechado. Sin embargo, Motta lo conservó y ahora se exponen, junto a muchas otras obras, en el MACBA los planos de cómo se concebía sobre el terreno.
Una sala de la exposición ‘Plegarias de resistencia’ de Carlos Motta
“Planteamos coger la figura del triángulo rosa en conjunto con un triángulo negro –que representa a las mujeres y otras minorías– y situarlos como espacios formales, pero también cargados de significado, creando un espacio en el medio, un tercer triángulo en el cual se enmarca un vacío, que es un vacío discursivo, una ausencia de conversación en lo que concierne a la crisis pasada, presente y futura del VIH en el mundo”, resume el artista.
Una exposición articulada en cuatro capítulos
María Berríos explica para terminar que Plegarias de resistencia se articula en cuatro ámbitos o capítulos. El primero se titula Queerizar/cuirizar los relatos coloniales y en el Motta realiza a partir de grandes paneles de videos una disección de cómo la colonización acabó con los relatos homoeróticos en América.
Corpo Fechado. L’obra del diable.
El segundo ámbito expositivo ha sido bautizado como Cuerpos desviados. De él destaca Berríos “la reivindicación del cuerpo como un lugar político y un espacio de conocimiento”. Asegura la comisaria que tanto la pandemia de VIH como la más reciente de COVID, “donde algunos cuerpos han sido considerados como desechables o no recuperables”, han dejado claro que el cuerpo es “un espacio de lucha de poder”. Este ámbito se distribuye especialmente en los pasillos que conectan las distintas salas de la muestra, reflejado en especial en video instalaciones y algunos dibujos.
El tercer ámbito lleva por título Actos de fe. El amor como resistencia. “Hay como una vuelta al archivo colonial y al peso de la iglesia sobre el cuerpo”, apunta Berríos, que explica que, a diferencia del primer capítulo, en este “la reescritura colonial se vuelve feroz y lasciva”. Finalmente, el cuarto eje se llama Mundos transliminares y expone algunas de las obras más tempranas del artista, sobre todo fotografías en blanco y negro de finales de los 90. Sobre ellas comenta Berríos, para cerrar la presentación, que “iluminan lo que años después será la carrera artística de Carlos Motta”.