El 15º Congreso Regional del partido que hoy pilota la vicepresidenta del Gobierno elegirá una ejecutiva con «dedicación exclusiva» y abrirá espacio a una generación más joven de dirigentes, que por primera vez lleva más tiempo de oposición que de gobierno
Montero diseña un equipo “a tiempo completo” en la cúpula del PSOE andaluz para ejercer como ministra de Hacienda
El PSOE de Andalucía celebra este fin de semana en Granada el 15º Congreso regional, el primero de María Jesús Montero como secretaria general, y el segundo desde que los socialistas son oposición en una comunidad que gobernaron durante 37 años.
Tras atravesar “la peor parte de la travesía en el desierto” -cuatro derrotas electorales consecutivas y el desmoche de todo el poder institucional que ostentaron en alcaldías, diputaciones y Junta de Andalucía-, se disponen a pelear de tú a tú contra el hoy todopoderoso PP de Juan Manuel Moreno. “Primero vamos a recuperar la autoridad como partido, sin ella, no se puede recuperar el poder”, vaticina un veterano con galones.
La ejecutiva que salga elegida en este cónclave tiene el mandato de “no comportarse como si el poder fuera un derecho consuetudinario” que le han escamoteado, es decir, tiene la orden de ganarse a pulso la victoria en las próximas elecciones, endurecer el trabajo de oposición al Gobierno de Moreno y estrechar y visibilizar alianzas con los agentes sociales.
En Armilla, donde este sábado y domingo se concentran los 500 delegados del congreso, quedará enterrada la nostalgia del PSOE andaluz que perdió la Junta en 2018 “por una carambola del destino”, una confluencia de errores propios, desgaste y la primera alianza PP-Ciudadanos Vox. “Somos un partido de oposición que sabe gobernar. No somos un partido de gobierno que no sabe hacer oposición”, resume una diputada.
Para enterrar la nostalgia, en el círculo de confianza de Montero estarán rostros jóvenes, como el de María Márquez, diputada por Huelva, una de las dirigentes más jóvenes en pisar la ejecutiva federal del partido. Una nueva generación capaz de reseñar, sin complejos, las conquistas autonómicas del PSOE andaluz, sin la penitencia del caso ERE, sin las astillas del pasado de las que aún se sirve el PP para neutralizar sus críticas a la gestión de Moreno.
Socialistas andaluces que llevan ya más años de oposición que de gobierno. Es el diseño de un PSOE andaluz para la próxima década, que archive los tomos enciclopédicos de la etapa de Manuel Chaves, de José Antonio Griñán e incluso de Susana Díaz. Y viene a promocionarlo una dirigente sin ascendencia orgánica, sin familias, sin origen en las Juventudes Socialistas, que sin todo eso ha sido consejera de la Junta de Andalucía durante 16 años -sólo superada por Chaves-, ha llegado a número dos del PSOE federal y número dos del Gobierno central.
Para esta odisea, Montero ha pedido a los suyos “dedicación exclusiva” y una movilización permanente de la militancia. El equipo que va a conformar la nueva líder de la federación más numerosa del partido -en torno a 40.000 afiliados- lo compondrán dirigentes con las manos libres para estar concentrados al 100% en lo orgánico y en la agenda autonómica, para meterse de lleno en una campaña electoral que puede dilatarse año y medio hasta las urnas.
Ni diputados ni senadores ni concejales que compaginen funciones. Si Montero les llama, tienen que soltar lastre. Es un precepto claro para el regional, pero también sirve de mapa para los futuros congresos provinciales. Hoy hay cinco de los ocho secretarios generales del PSOE andaluz que compatibiliza su cargo con escaño en el Congreso o en el Senado: Rafi Crespín (Córdoba), Juan Antonio Lorenzo (Almería) y Juan Carlos Ruiz Boix (Cádiz) están en la Cámara Baja; mientras José Entrena (Granada) y Maru Limón (Huelva) están en el Senado.
La secretaria general del PSOE andaluz ya hace malabarismos para mantener en el aire sus funciones de vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda. El resto de la ejecutiva tiene que ocupar sus huecos y abrir nuevos espacios de lucha por el poder. Montero le ha pedido a todo el mundo “que se mueva, que no se quede parado un minuto” de aquí a las elecciones. “El PSOE está en todas partes, tiene que hacerse oír a diario”, dicen.
No es un mensaje revolucionario. La ministra exige al partido lo mismo que su antecesor en el cargo, Juan Espadas, que se cansó de exhortar a los suyos a pelear cada proceso electoral como si fuera propio. En el PSOE andaluz están contentos porque han fichado a la mejor opción que tenían para jugar contra Moreno, pero ahora que nadie se tire en el sofá a ver el partido. “María Jesús quiere a los 40.000 militantes en el campo de juego”.
El tempo ha cambiado. Con Espadas se hablaba de una carrera de fondo, y aquí se habla de un spring de 16 meses. El nuevo tempo es el silbato, el cornetín. La pieza clave de una nueva ejecutiva con una secretaria general a tiempo parcial será la figura del secretario de Organización, alguien que coja las riendas del partido y pilote desde dentro el rearme de las filas por todo el territorio, empezando por el embrollo de los próximos congresos provinciales. Se celebrarán la última semana de marzo y la primera de abril, y no se perciben lances pacíficos. “Las primarias van a ser inevitables, pero no queremos primarias a tumba abierta”, dice un portavoz, que espera que se lleguen a acuerdos en la mayoría de las provincias.
Un Consejo de Ministros ‘bis’ más Teresa Ribera
El congreso de los socialistas andaluces no es un cónclave regional más. La federación más numerosa también quiere visibilizar el peso simbólico y signficativo que ha tenido dentro del partido, el volumen capital que ha ocupado en cada proceso electoral para meter a un presidente en la Moncloa.
El expresidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, abre el cónclave este sábado, el expresidente de la Junta Manuel Chaves también intervendrá ese día -tendrá por primera vez un papel relevante en un congreso, tras su ostracismo político por la condena de los ERE- y el presidente Pedro Sánchez cerrará la sesión del domingo. No es un congreso cualquiera, es una representación de fuerza que contará con un despliegue de una decena de ministros, además de la vicepresidenta de la Comisión Europea, Teresa Ribera.
Una suerte de Consejo de Ministros bis, aunque hasta hace dos días sólo habían confirmado tres: Óscar Puente (Fomento), Luis Planas (Agricultura) e Isabel Rodríguez (Vivienda). Todos los expresidentes andaluces y todos los exsecretarios provinciales están invitados, con la asistencia segura de Chaves, Griñán y Susana Díaz. Del Ejecutivo central, vendrán Félix Bolaños, Pilar Alegría, Diana Morant y Fernando Grande-Marlaska.
La ponencia política reduce a la mitad los compromisos programáticos que el PSOE andaluz incluyó en su último Congreso, apenas esboza novedades y no profundiza en los temas que más le van a costar encajar a Montero dentro de su doble perfil de ministra de Hacienda y líder del PSOE andaluz: la propuesta de financiación autonómica no pasa de unas líneas generales, y se cuida mucho de despertar susceptibilidades cuando el asunto aún se está negociando de manera bilateral, por un lado, con los socios independentistas catalanes del Gobierno y, por otro, con el conjunto de las comunidades.
Pero el nuevo capítulo del socialismo andaluz se escribirá en dos fases: nadie espera que el regional abra la espita de los cismas internos, que los hay, los sigue habiendo, pero la autoridad de Montero difícilmente servirá para apaciguar las trifulcas en las provincias. La nueva secretaria general aspira, como su predecesor, a contar con un partido pacificado, unido, reconciliado, centrado en rivalizar con la derecha y la ultraderecha.