Cuando denuncias una agresión sexual y tu colegio de abogados te da la espalda: «Me he sentido muy desamparada»

Elena Mendoza ha denunciado al Colegio de Abogados de Cartagena ante el Consejo General de la Abogacía Española por haberle propuesto una mediación con su agresor, un compañero de profesión que abusó sexualmente de ella en una comida

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Elena Mendoza ya no ejerce la abogacía en Cartagena. La letrada se mudó de provincia porque se hartó de tener que encontrarse con su agresor sexual en salas contiguas del Palacio de Justicia de la ciudad portuaria “con una pastilla debajo de la lengua”. Aunque su antiguo compañero fue condenado el pasado 18 de diciembre con una multa de 4.845 euros por abusos sexuales, la abogada unionense no consiguió una orden de alejamiento. Mendoza se ha encontrado “desamparada” durante todo este proceso por la junta del Colegio de Abogados de Cartagena hasta el punto de denunciarla a principios de febrero ante el Consejo General de la Abogacía Española (CGAE) por haberle propuesto una mediación con su agresor y no haberlo sancionado tras confirmarse los antecedentes penales.

Por su parte, el CGAE ha explicado a este periódico que se ha abierto una información previa, “el procedimiento establecido cuando se presenta una denuncia,” y que los plazos para resolver la actuación de la junta de gobierno del Colegio de Abogados de Cartagena “no son sencillos de exponer, pues pueden originarse diferentes situaciones”.

Los hechos se remontan a junio de 2022, cuando el Colegio de Abogados de Cartagena celebró una comida colegial en El Batel, un auditorio situado en el puerto de la ciudad murciana que cuenta con un restaurante. Durante la sobremesa, Mendoza señala que un compañero que no conocía la empezó a merodear y, “en un momento,” aprovechó para tocarle “la parte baja de la espalda y el culo”. Otro compañero lo vio y pudo testificar al respecto en el juicio.

“Me tocó la vulva completamente”

Al poco tiempo, decidieron hacerse una fotografía de grupo. Al ser alta, Elena se agachó para no tapar a quienes estaban ocupando la fila de atrás. “Él vio la oportunidad, se situó a mi izquierda y puso su mano derecha en mi pierna. Entonces, la subió y mientras nos estábamos echando la foto me tocó la vulva completamente”. “No sé con cuántos móviles echaron la foto, pero a mí nunca me la han enviado. Con ella me habría podido ahorrar dos años y medio de instrucción”.

Tras la agresión sexual, Mendoza solo era capaz de repetir “¡qué vergüenza, joder, qué vergüenza!”, mientras se echaba a llorar en una esquina del restaurante. Algunos compañeros se mostraron preocupados por ella y le contaron la situación al decano del Colegio de Abogados de Cartagena, Ángel Méndez. La letrada abandonó El Batel acompañada de una amiga.

Al día siguiente, la llamó por teléfono el agresor para pedirle disculpas y, seguidamente, el decano. Este último, según cuenta la abogada, le preguntó si estaba “enfadada” y le repitió “dos o tres veces” que su agresor era “una buena persona”. “Los dos son de la misma edad, personas que están a punto de llegar a los 60, con 30 años de ejercicio profesional, abogados del centro de Cartagena y amigos de la infancia”, abunda la abogada.

“No ha ocurrido en el ejercicio de la profesión”

Tres días después de los hechos, Mendoza presentó un escrito al Colegio de Abogados de Cartagena y solicitó que se le abriera un expediente disciplinario al agresor. Para su sorpresa, le respondieron que “deontológicamente” no podían hacer nada porque “no había ocurrido en el ejercicio de la profesión”. Tampoco le informaron de que podía recurrir en alzada al superior jerárquico, que es el Consejo General de la Abogacía Española, como terminó haciendo.

La vicedecana del Colegio de Abogados de Cartagena, Ana Ruipérez, convocó a Mendoza a una reunión y le ofreció “zanjar el asunto con una mediación penal” con el agresor. “En base al estatuto de la víctima, que es una ley de 2015, es completamente ilegal porque uno de los requisitos de la mediación penal tiene que ser que no suponga un perjuicio para la víctima cuando yo, psicológicamente, estaba reventada”, cuenta por teléfono la abogada, quien se decidió por iniciar un procedimiento judicial. “Estoy segura de que jamás se lo hubiesen propuesto a ninguna clienta en su despacho”, añade.

Preguntado por esta cuestión, el decanato del Colegio de Abogados de Cartagena se ha remitido a un comunicado de prensa publicado el pasado enero en el que “rechaza con contundencia cualquier agresión sexual y reitera su apoyo a todas las víctimas”.

La junta de gobierno del órgano representativo de la abogacía en la ciudad murciana también señaló que debe ajustar su actuación “a lo preceptuado en las normas correspondientes, entre ellas el Estatuto General de la Abogacía y sus propias normas internas”. Y añadió que ante la apertura de diligencias previas al agresor, la postura del Colegio fue de “absoluto respeto y total imparcialidad a una cuestión sometida a un proceso judicial”.

Tras ser condenado en firme el agresor el pasado diciembre con una multa de ocho meses, Mendoza presentó tres escritos al Colegio de Abogados de Cartagena, la Comisión de Deontología y la comisión del turno de oficio –tres partes distintas del Colegio– en la que solicitaba su inhabilitación para que “no represente a mujeres víctimas de violencia de género y de violencia sexual como abogado del turno de oficio”.

“Ya me parece demasiado asqueroso que una mujer que denuncia unos hechos así sufra la doble desgracia de que le toque este abogado porque está de guardia”, explica Elena.

También pidió “taxativamente” que al agresor se le prohibiera participar en cualquier comida colegial para que sus compañeras estén “tranquilas”. “En estas comidas también hay alumnas del máster de Abogacía, chicas de 25 ó 26 años, que era la edad que yo tenía cuando lo hice”. Desde el Colegio hicieron acuse de recibo, “pasó el tiempo y nada más”.

Concienciación social

La abogada considera que hay “una dimensión de concienciación social ya que los abusos sexuales, evidentemente, son delitos muy graves”. “No se puede faltar a la dignidad y la protección de las personas, de las mujeres, en este caso”.

“Soy abogada desde que me levanto hasta que me acuesto y me creo mi profesión. También como feminista. Pienso que una mujer fuerte, que da la cara, que pone el nombre y el apellido junto a su imagen y va donde la llaman es más poderoso que cualquier campaña del Ministerio de Igualdad”, reflexiona la letrada, quien lamenta que haya habido compañeros que nunca le hayan preguntado por su situación y hasta se hayan cruzado de acera por no saludarla.

Mendoza tuvo que recurrir a un amigo suyo de la carrera que vive en Murcia para que la representara como abogado ya que ningún compañero de Cartagena se mostró dispuesto a hacerlo.

“Me parece que la actuación que han tenido desde el Colegio es de tal envergadura que la única solución que veo es la dimisión del decano y, tal vez, en bloque de la junta”. La letrada se decidió a denunciarlo ante el Consejo General de la Abogacía Española y continúa a la espera de que resuelvan su actuación.

“No voy a parar”, esgrime contenta tras haber encontrado trabajo en un nuevo despacho en otra ciudad. “La primera semana que empecé a trabajar en otro sitio empecé a dormir y comer mejor, empecé a sonreír otra vez”.