Hemos entrado en una nueva fase en la que el poder ya no solo busca el enfrentamiento entre los ciudadanos, busca la humillación y la deshumanización más enajenada. Su comportamiento matonesco parece abarcar ya no solo al diferente, sino a cualquiera que perciban como más débil y más impotente
En la primera temporada de la magistral serie británica ‘Sherwood’ (Filmin) una ola de crímenes sacude Nottinghamshire. Los crímenes se ubican en el SXXI, pero tienen su germen en la huelga de mineros que sufrió la zona a mediados de los años 80, a raíz de las políticas de Margaret Thatcher. Aquella huelga fracturó realmente el condado minero en dos bandos: los que seguían trabajando -los esquiroles- y los que hicieron huelga. Y por encima de todos ellos, disfrutando de la autodestrucción social, familiar y comunitaria, estaba el poder, protegido de y por sí mismo. Viendo la serie piensas: ¿Cómo es posible que los vecinos se sigan insultando en los bares décadas después? ¿Cómo es posible que el odio perviva en la comunidad de un modo tan visceral? La respuesta es evidente: el poder siempre se ha conservado mejor manteniendo a las clases trabajadoras enfrentadas.
Esta semana se hizo viral en EEUU un vídeo denigrante compartido por la propia Casa Blanca en redes sociales bajo el título: ‘’ASMR: Vuelo de deportación de extranjeros ilegales’. Es un vídeo de unos 40 segundos que muestra a agentes de Operaciones de Deportación y Control de Inmigración parados en la pista del aeropuerto mientras otros recuperan cadenas y esposas de una caja de plástico. A continuación, vemos a un inmigrante caminando junto a un oficial con las manos esposadas y los tobillos sujetos con una cadena. Otras tomas nos enseñan los pies un hombre encadenado ascendiendo una escalera hacia un avión. En ningún momento vemos sus caras ni escuchamos sus voces: solo el sonido de las esposas y los grilletes, el tintineo del acero golpeando el asfalto de la pista.