Trump acelera las partículas de la Unión Europea

Tal vez sea pronto para ver a Estados Unidos como un enemigo, pero es tarde para hacernos los tontos respecto a sus intenciones con Ucrania

El que será pronto nuevo canciller alemán, Friedrich Merz ha dicho que hemos de proteger Europa de EEUU con rapidez. Piensa en la defensa, en protegernos de amenazas militares. Al rato el presidente francés, Emmanuel Macron, se ha ido corriendo a hablar con Donald Trump, para que la paz no suponga la rendición de Ucrania. Los dos países que hacen carburar el motor de la Unión Europea saben que hay que correr, pero no ven claro hacia dónde. Tal vez sea pronto para ver a Estados Unidos como un enemigo, pero es tarde para hacernos los tontos respecto a sus intenciones con Ucrania. Estamos en ese ínterin de los pollos cuando les han cortado la cabeza. Ante todo hace falta estrategia. Porque Trump está a punto de conseguir el acuerdo con Ucrania para explotar sus tierras raras y minerales críticos.

Da la impresión de que Trump ya ha elegido aliado, y no es Europa. La razón fundamental es que su proyecto político no está alineado con el de la UE, antes al contrario, constituimos un mal ejemplo, por al menos tres motivos (justamente las tres razones que más debemos proteger los europeos):

Uno. La especificidad del Estado social: las democracias europeas no son como la de EEUU. La democracia liberal en Europa se asienta sobre la tradición del Estado social. La estadounidense no es así. No perdamos esto de vista. Los europeos vemos la democracia como un sistema de igualdad en un sentido amplio. No sólo implica el derecho al voto, sino también una cobertura social básica, como la sanidad y la educación, que garantiza una equidad en las oportunidades y el bienestar vital. El Estado social y democrático de Derecho europeo ha dado resultados, no sólo en términos de igualdad, sino también de libertad.

Dos. La libertad de expresión: cuando Trump y Musk abogan por la libertad de expresión en realidad defienden al bully del patio de colegio que amedrentaba a niñas menos fuertes. El vicepresidente americano JD Vance se atrevió en Múnich a cuestionar la democracia europea, asegurando que no protegemos la libertad de expresión. Es una de sus trampas discursivas: en Europa sabemos que la libertad de información, de pensamiento, de creación, no se concibieron como derechos para quienes ostentan el poder, ni siquiera para una elite ilustrada. La libertad de expresión surgió para proteger de los poderosos a quienes no tenían voz. Si algo garantiza tener el poder es que se tiene la palabra siempre. Además, en Europa creemos, todavía, que ninguna sociedad puede avanzar sin grandes dosis de información fáctica fiable. Por tanto, afinar con los hechos y los datos es un requisito para el progreso y el bienestar. Para el trumpismo la libertad consiste en decir cualquier cosa. Para nosotros, la libertad de expresión está al servicio de la verdad, no de la mentira. 

Y tres: la defensa. Sí, la defensa viene en tercer lugar. Primero el qué, lo que debe quedar claro que estamos defendiendo: estado social y democrático de derecho y libertades europeas. Después el cómo: Merz tiene razón. No nos podemos fiar de Trump. Macron también tiene razón: hay que seguir hablando hasta el final. Pero sin falacias. La aparente necesidad imperativa de aumentar el gasto militar es un sofisma de libro. ¿Debemos mejorar nuestra autonomía estratégica en defensa? Sí. ¿Debemos dar pasos concretos en ese sentido? Sí. ¿Se sigue de eso que la solución sea aumentar el gasto? No. 

Mejorar la defensa europea significa ante todo coordinar mejor lo que ya tenemos, que es mucho: presupuestos, estrategias y ejércitos. Significa también compartir información, lo que menos les gusta a los ejércitos y a los servicios de inteligencia. Es muy complicado. Hay que luchar contra una inercia de siglos. Pero ha llegado la hora de hacerlo. Este es otro de esos momentos clave en Europa. El covid acarreó la mutualización de la deuda. Es la hora de que caiga también este tabú. Pero sin sofismas.

Lo que nos protege es estar unidos. No se trata de gastar más en defensa, sino de gastar mejor y de forma coordinada. Cuando se haya logrado, habrá que aumentar el gasto seguro. Pero es el último paso, no el primero. 

Y una coda final. No podemos reivindicar la unidad de los europeos en estos tiempos difíciles sin pedirla dentro de España. Deben reunirse el presidente Sánchez y Feijóo para abordar la nueva situación. Una España con una posición clara y fuerte en este momento tendría un papel importante que desempeñar. Al mirar a Europa hay que tener en mente la historia. En España, en cambio, lo mejor es hacer tabula rasa del pasado reciente. Hemos entrado en otra era. No tendremos ninguna autoridad política para pedir unidad a Europa si no la exhibimos en nuestro propio país.