El verdadero progreso es el Estado de Bienestar

Cuando se cumplen cinco años de la pandemia, no debemos olvidar que el Estado de Bienestar es un derecho, no una limosna. Es crucial disponer de un Estado social sólido y bien financiado, y no dejarnos seducir por promesas de bajadas de impuestos (para que aquellos que tienen mucho, tengan más) y recortes de gastos públicos

“La prueba de nuestro progreso no es que aquellos que tienen mucho tengan más, sino que quienes tienen poco tengan más” (Franklin D. Roosevelt).

Franklin D. Roosevelt ganó cuatro elecciones presidenciales consecutivas en los Estados Unidos. En su primera legislatura, después de la Gran Depresión, puso en marcha un ambicioso programa, el New Deal, cuyo objetivo era reducir la desigualdad y mejorar el bienestar de todos los ciudadanos. Inspirado en el economista británico John Maynard Keynes, las políticas del New Deal no solo ayudaron a superar la depresión, sino que también sentaron las bases para un Estado de Bienestar que priorizaba el progreso económico y el bienestar social. 

En Europa, los programas de protección social ya habían surgido en la Alemania de Bismarck a finales del siglo XIX. Tras la II Guerra Mundial, el modelo de Estado de Bienestar europeo moderno se extendió, ofreciendo prestaciones universales para proteger contra la pobreza y garantizar el acceso universal a la sanidad y la educación. Estas prestaciones solo pueden ser universales si son prestadas por el Estado, pues el bienestar de las personas no depende únicamente de sus esfuerzos individuales, sino también de las políticas públicas. 

A partir de los años ochenta, el auge del neoliberalismo llevó a reducir el tamaño del Estado, bajando impuestos y desmantelando el Estado de Bienestar, lo que provocó un aumento de las desigualdades sociales. Durante la crisis de la COVID, como en todas las grandes crisis, se pusieron al descubierto las fortalezas y debilidades de las sociedades. Ante la necesidad de crear un escudo social para mitigar las consecuencias sanitarias, económicas y sociales de la pandemia, todos eran keynesianos. 

Una vez superada la pandemia, ¿persistirá esta expansión del Estado de Bienestar? ¿Olvidaremos tan rápido que, en tiempos de crisis, sólo el Estado tiene la capacidad de movilizar recursos para proteger a la población del impacto social y económico?

En España en 2023, según Eurostat, el gasto social representó el 25% del PIB, lo que equivale a 7.735 euros por habitante. Aunque son cifras significativas, es importante destacar que no se alcanza la media de la Unión Europea (UE), que es de 10.222 euros por habitante, equivalente al 26,8 % del PIB. 

Si no llegamos a la media de la UE en gasto social, quizás se deba, en parte, a que el sector público no recauda lo suficiente. Como comenté en un artículo anterior, España se encuentra por debajo de la media de la UE en términos de presión fiscal; es difícil ver el infierno fiscal del que algunos hablan. Para comprender mejor nuestra situación, resulta útil observar nuestra posición en el ranking de los países de la UE según recaudación fiscal y gasto social, ambos como porcentaje del PIB. España ocupa el puesto 12 en recaudación y el puesto 10 en gasto social. Los nueve países con mayor gasto social también son, curiosamente, los que recaudan más impuestos. Por otra parte, dos países que recaudan más impuestos que España, Grecia y Luxemburgo destinan, proporcionalmente, menos recursos a gasto social. Esto sugiere que la posición de España en cuanto a gasto social es algo más favorable que en lo que respecta a la recaudación fiscal. 

Veamos brevemente cómo ha evolucionado el gasto social en España en los últimos años, en particular desde la crisis financiera de 2009. En los nueve años posteriores a la crisis, el gasto social por habitante se mantuvo estable o disminuyó, con un aumento total de 386 euros por habitante, lo que equivale a una subida anual de apenas 43 euros. Durante este período, la brecha del gasto social en porcentaje del PIB con respecto a la media de la UE aumentó, alcanzando casi cuatro puntos porcentuales en 2016 y 2017. 

A partir de 2018, la tendencia cambió, y en 2019 el gasto social aumentó en 305 euros por habitante, igualando en un año la suma de siete de los años previos. En 2020, con la pandemia, España fue el país de la UE que aumentó más su gasto social en términos de PIB, con 724 euros más por habitante, de los cuales 200 fueron destinados a salud y 400 a desempleo. En ese año, España ocupó el puesto 8 en gasto social, superando a Suecia y los Países Bajos, y redujo la brecha con la media de la UE a sólo siete décimas del PIB. 

En los dos años posteriores a la pandemia se registraron aumentos de gasto social más modestos, 133 y 183 euros por habitante. Debido al buen comportamiento del mercado de trabajo, el gasto en desempleo cayó a casi la mitad y, como resultado, los demás gastos sociales aumentaron 317 y 364 euros por habitante en esos dos años, igualando prácticamente el aumento en gasto social por habitante de todo el período 2009-2018.  

En 2023 se observó el mayor aumento en gasto social en 14 años, sin considerar el excepcional año 2020, con 427 euros más por habitante. No obstante, la brecha con la media de la UE aumentó entre 2020 y 2023, alcanzando casi 2 puntos porcentuales, y España volvió a situarse en el décimo puesto.

No es cierto, como afirma Feijóo, que el gobierno sea caro e inútil: no estamos ante un infierno fiscal y el dinero se ha destinado en gran medida a lo que era necesario, gasto social. Es importante reconocer el esfuerzo económico realizado durante la pandemia y reflexionar sobre cómo se habría manejado esta crisis con un tándem Feijóo/Abascal al mando. 

Cuando se cumplen cinco años de la pandemia, no debemos olvidar que el Estado de Bienestar es un derecho, no una limosna. Es crucial disponer de un Estado social sólido y bien financiado, y no dejarnos seducir por promesas de bajadas de impuestos (para que aquellos que tienen mucho, tengan más) y recortes de gastos públicos (que perjudican a la mayoría de la población, no solo a quienes tienen poco). Al igual que en las grandes crisis del siglo XX, el Estado de Bienestar nos ayudó a superar la crisis de la COVID, y será lo que nos ayude en la siguiente crisis, que tarde o temprano, llegará.