El PP consolida su trayectoria de errores catastróficos que tapa con éxito y no le pasan factura. Dana, Protocolo de la vergüenza de Madrid, Metro de Valencia, 11M, Yak42, Agentes del CNI en Irak, entre otros. Y siempre la misma pauta. Contemplar la frialdad, la desvergüenza de tanta mentira y tanta impunidad es un choque tremendo
La mayor parte de las muertes por la DANA de Valencia se produjeron entre las 19.00 y las 20.00 horas del 29 de octubre, antes de que les fuera enviada a los ciudadanos la alerta a sus móviles a las 20:11h. Fueron 224 personas las que fallecieron, a tres más no se les ha encontrado cuatro meses después. La jueza, Nuria Ruiz Tobarra, con un valor encomiable dado el tema, los investiga como “homicidios cometidos por imprudencia grave”, según el sumario que abarca casi 1.000 folios y se estructura con datos, hechos, documentos y testimonios, de forma exhaustiva. Aunque lo sabían en la Generalitat valenciana –como lo supieron por ejemplo en la Universidad y suspendieron las clases–, no avisaron a la ciudadanía, siendo el órgano competente para hacerlo como ratifica también la jueza. Y el agua se los llevó por delante. El barro que entró hasta los pulmones fue la causa principal de la asfixia y muerte. De niños pequeños que no pudieron sujetar sus padres, de padres que se fueron para siempre. De maridos y esposas, novias y novios, abuelos, hermanos, amigos insustituibles.
Cada vez que Mazón o cualquiera de sus secuaces –incluyan a la nueva vicepresidenta, Susana Camarero– aparecen cambiando versiones, insultando a los periodistas, a la decencia y a la humanidad al negar lo que dijeron, lo ocurrido sobre todo, nos hierve la sangre de indignación a muchas personas. No nos creemos nada ya, si trucó imágenes, si entró y salió varias veces o si son de otro día las que ha ofrecido; no se puede confiar en quien tanto ha mentido. U ocultado. Aún no sabemos dónde estuvo el presidente de la Generalitat mientras decenas de personas en la comunidad que preside se ahogaban o perdían a sus seres queridos, sus casas, sus coches, su forma de vivir en muchos casos.
A simple vista parece que a Mazón y a los dirigentes del PP en general no les importan las vidas de los ciudadanos. No son su prioridad, desde luego. Ni tampoco la de quienes les secundan y hasta se arman de trampas para llevarlos a la Moncloa. Incluye a Feijóo, por supuesto. Es mentira que Mazón le “informaba en tiempo real” el lunes y martes, salvo que estuvieran juntos en persona, porque no hay ninguna llamada entre ambos durante ese tiempo, según ha comprobado la jueza. Si añadimos el despilfarro de los recursos del Estado que se le han facilitado a la Generalitat, contratos con sobrecostes desmesurados, da la sensación de que Mazón convirtió la DANA en un maná para repartir entre empresas seleccionadas.
El PP, como partido, no parece querer esclarecer nada cuando se monta una de sus comisiones de propaganda en el Senado -donde tiene mayoría absoluta- sin llamar a las piezas principales de la tragedia. Sigue queriendo esparcir su basura. Trata de culpar a otros de lo que ellos hicieron y no hicieron. Pocas cosas más sucias caben. Y lo tremendo es, por algunas reacciones que se han visto, que todavía hay seres que creen al Partido Popular.
Protocolo de la vergüenza en Madrid
El PP confía en la complicidad de sus votantes, en los medios que alimenta para que les venda esas pesadas motos tóxicas tan explosivas. Les ha salido bien muchas veces, todas se diría. Si a Ayuso ni siquiera se ha prestado ningún juez a investigar las 7.291 muertes –disculpen, pero no nos vamos a olvidar– de ancianos muertos sin asistencia médica, asfixiados y solos en las residencias de Madrid bajo el Protocolo de la vergüenza, ¿cómo se va a preocupar Mazón? Si Ayuso sigue dictando doctrina e insultando –según matriz del PP– la inteligencia, la decencia y la humanidad, los 234 muertos de la Comunidad Valenciana son una minucia. Ya se pasará de alguna manera. Parece que a Mazón lo han sentenciado las fuerzas mediáticas que mueve el PP, o un cierto PP. Caerá tarde o temprano, pero le buscarán otro acomodo. Y hasta en Valencia habrá gente que vote otra vez al Partido Popular. El PP consolida su trayectoria de errores catastróficos que tapa con éxito y no le pasan factura.
Verán, en periodismo he hecho mucha más información de calle, directa, vivida, que opinión más reservada a libros y a este momento vital. Y resulta que cubrí precisamente el accidente del Metro de Valencia, justo cuando ocurrió, no años más tarde. Para Informe Semanal. Y allí lo contamos todo.
Accidente metro de Valencia
Lunes 3 de julio de 2006, 1 de la tarde, un tren de la línea 1 del metro de Valencia –la más concurrida y rentable de la red– descarrila en una curva próxima a la estación de Jesús en pleno centro de la ciudad. Unos doscientos viajeros quedan atrapados. Los vagones retorcidos son el testimonio que ha quedado de lo que allí se vivió: la lucha por salir, gritos, llamadas a los seres queridos, muertos y mutilados en el andén, en los vagones. Murieron 42 personas y medio centenar resultaron heridas. El tren iba demasiado veloz, repetían viajeros que se salvaron. Así era. Al doble de lo permitido. El maquinista murió, no pudo dar detalles del porqué y la autopsia no encontró causa anormal alguna.
La Generalitat asegura que es un accidente y aclara que fortuito. Los sindicatos apuntan sospechas por deficiencias en la red. Un maquinista con 25 años de experiencia nos muestra –y así lo rodamos y emitimos– que en su línea disponen del sistema de seguridad ATP (según sus siglas en inglés), en la accidentada tienen el FAP, Frenado Automático Puntual, a pesar de que se ha exigido hasta con huelgas el otro.
“Vais a ver cómo entro en una curva que me va a limitar a 30 km. por hora. A mí me es imposible entrar a más velocidad porque me la limita el sistema”, nos dijo y mostró en imagen. Le expedientaron por hablar con TVE. Pero no tuvo ninguna otra consecuencia. Las autoridades y encargados nombrados por el gobierno de la Generalitat usaron la misma prepotencia que ahora y siempre, al no responder adecuadamente a las preguntas. Aún se veía más lo ocurrido. Pero no pasó nada. Los periodistas no solemos ir a un juzgado a pedir que investiguen los hechos que contamos. El programa de Jordi Évole, años más tarde, sí que tuvo repercusión.
El periplo que acompaña a estos sucesos tan trágicos es siempre el mismo. La ansiedad en los hospitales esperando respuesta, el dolor de los tanatorios ante la muerte que no tocaba. Y la indignación que crece sin otra salida que contarlo a los ciudadanos para que lo sepan, forme parte de su criterio y obren en consecuencia. Ese es un fin de la información.
Atentados del 11M
También me tocó ir a los tanatorios del 11M en 2004, todo el equipo de Informe Semanal nos pusimos a la obra de un reportaje conjunto. Me quedé con esa mezcla de pudor y de rabia que necesita más espacio. Los datos caían como losas y el Gobierno del PP seguía empecinado con la autoría de ETA. Fue el estallido de la mentira a raudales de un PP que tampoco pensaba en otra cosa que en sus sillones de poder. Y se inició con fuerza la patraña mediática cómplice. Sobre el dolor de las víctimas y de todo el pueblo español, el diario El Mundo elaboró la conspiranoia de la autoría de ETA trufada de bulos, furgonetas y cintas de vídeo, que seguía queriendo exculpar al PP de su responsabilidad, secundada por la emisora de los obispos y la COPE. ¿Les suena?
Perdieron el gobierno, pero no hubo tampoco otras consecuencias. Y en poco tiempo, tras machacar al presidente Rodríguez Zapatero, otra vez se vieron aupados al poder por los votos de los ciudadanos en las generales, municipales y autonómicas y europeas. Un pleno.
Accidente del Yak42
Un poco antes, en 2003, participé también en el reportaje conjunto sobre el accidente del Yak42. Volvió a corresponderme ir a Valencia. Los familiares de los militares muertos contaban cómo fue la crónica de una muerte anunciada. Un avión ucraniano de la UM Airlines se había estrellado en Turquía con 75 personas a bordo, entre ellas todo el pasaje: 62 militares españoles. Regresaban a casa tras una misión en Afganistán y Kirguistán de 4 meses y medio. Habían advertido reiteradamente a sus allegados de las lamentables condiciones en las que viajaban. El comandante José Manuel Ripollés remitió a un amigo un correo electrónico 4 días antes del accidente mostrando su preocupación: “son aviones alquilados a un grupo de piratas aéreos, que trabajan en condiciones límite (…) la verdad es que sólo con ver las ruedas y la ropa tirada por la cabina te empieza a dar taquicardia”. Encontré testimonios muy parecidos.
Y otra vez el desconsuelo. Y la indignación al saber de la enorme chapuza que continuó al límite para llegar al funeral de Estado con toda pompa. Reyes, príncipe, luto oficial, banderas a media asta y… los féretros con difuntos equivocados, incluso trozos de cadáveres mezclados de varias víctimas. Pero el ministro de Defensa, Federico Trillo, quedó absolutamente exonerado, a pesar de que el Consejo de Estado dictaminó ¡13 años después! la responsabilidad del Ministerio en un accidente que pudo haberse evitado. Trillo fue incluso revalidado por Mariano Rajoy. Al salir elegido diputado del PP por Alicante, comentó que las urnas le habían avalado. Y luego el PP le concedió el premio gordo: la embajada de Londres.
Solo resultaron condenados –poco– los implicados en el proceso de identificaciones por haber adulterado las de 30 de los 62 militares fallecidos. Un general médico y 3 comandantes. El general murió antes de cumplir condena y los comandantes fueron indultados por Rajoy.
He imaginado cómo se vivieron el descarrilamiento de Angrois (A Coruña) o los “hilillos” de fuel del Prestige que causaron la mayor catástrofe ecológica de la historia de España. Los vimos con bastantes detalles, con sus correspondientes fallos de gestión: en votos no le pasaron al PP una gran factura. Y tengo la sensación de olvidarme de alguno.
Asesinato de 7 agentes del CNI
No lo haré de los siete agentes del CNI asesinados en Irak en 2003. Porque sus vidas y obras son tan anónimas como sus muertes. Y porque una vez más se demuestra que el PP no protege ni considera ni a quienes cuidan de nosotros desde la Seguridad del Estado. Siete agentes fueron víctimas de una emboscada fatal en Latifiya, al sur de Irak. Una encerrona mortal. Llamadas sin respuesta pidiendo helicópteros de evacuación a la base. A Madrid, que no son recogidas. Más de una hora de tiroteo. Y las imágenes grabadas por SkyNews dan la vuelta al mundo haciendo una cierta elipsis sobre España. Terribles.
Son muertos de la guerra que nunca existió para quien metió a España en ella sembrando el terrible germen del terrorismo yihadista: José María Aznar. Saben los riesgos que corren y los afrontan. Lo que no se prevé, si se compara con quienes practican atentados, es que las llamadas de auxilio -tras dejar muy vendida de medios la misión- sean recibidas al móvil en unos grandes almacenes de Madrid y no haya tiempo de ocuparse de ello. Esta tragedia se tapó desde el primer momento, pero aun así sus fatídicos e impunes errores, sus silencios, se han ido conociendo con el tiempo.
Cada año sus compañeros les recuerdan. Con respeto, dolor y rabia aún, más de dos décadas después. Como seguro les ocurre a los familiares de las víctimas del Metro de Valencia, o del tren de Angrois o del Yak 42 o del 11M. Y quizás ya entienda el niño que nunca pudo abrazar su madre que ella vivió para tenerlo, pero una bomba en un tren les privó a ambos de esa posibilidad de envolverlo entre sus brazos. No sabemos si aquella mujer mayor que había encontrado un compañero tardío y lloraba con ansiedad porque él era de los desaparecidos por la DANA de Valencia, lo habrá vuelto a ver o no. Pintaba mal, pasaron muchos días sin saber nada. Si podrá dejar de llorar la hija de dos residentes en una residencia de Madrid, inconsolable desde que le fue comunicada la muerte de su madre y su padre casi al mismo tiempo hace 5 años sin haber encontrado esa justicia tan afanosa en buscar quién manda emails sobre un acusado de graves delitos de fraude fiscal cuya denuncia tramita el Tribunal Supremo de España.
Es una obviedad que las vidas de las personas están llenas de matices, de lazos, de los nexos del amor y el afecto que son los más fuertes que existen. Contemplar la frialdad, el descaro, la desvergüenza de tanta mentira y tanta impunidad es un choque tremendo.
No me digan que no se ve una clara pauta de conducta en el PP y de sus prioridades. Cuesta mucho creer que sus seguidores no lo ven o no les importa. Difícil aceptar que participan en un abrumador número de esa complicidad a tenor de sus apoyos.
Hoy en la radio del coche ha salido por sorpresa una canción y por eso he pensado escribir esta columna. Es de la película El 47, pero sobre todo es de Chicho Sánchez Ferlosio. Mazón es un gallo negro, claramente. El PP está lleno de ellos.
“El gallo rojo es valiente / Pero el negro es traicionero”