Apegado a los estatutos y a fortalecer los órganos internos del partido, el joven será nombrado secretario general de una formación con tendencia histórica a autodestruirse entre conspiraciones, personalismos y acusaciones cruzadas de corrupción
El líder del PSOE de Ceuta dimite enfrentado a su grupo parlamentario entre acusaciones de corrupción
Cuando Juan Gutiérrez anunció su dimisión como secretario general del PSOE de Ceuta el 12 de abril del pasado año los socialistas volvieron a sumirse en su histórico bucle de descomposición y reestructuración. Casi doce meses después el camino parece aclararse. Miguel Ángel Pérez Triano (Ceuta, 1983) será elegido el próximo 29 de marzo nuevo líder del partido en la ciudad autónoma al finalmente no concurrir ninguna otra candidatura.
El que fuera secretario general de las Juventudes Socialistas años atrás y pieza importante en una de las numerosas reconstrucciones internas –como la que encabezó un por entonces bisoño José Antonio Carracao– promete recuperar la vida orgánica de la formación acercándola a la militancia y promover un modelo de ciudad que, de una vez por todas, acabe con la hegemonía de Juan Vivas (PP), extendida ya por un cuarto de siglo.
La misión parece harto complicada y comienza por arreglar los desaguisados internos que dejó la salida de Gutiérrez, una figura “de pisar la calle”, como dice él, que durante su etapa consiguió elevar de manera extraordinaria el número de militantes, hasta duplicarlos, logrando además un resultado decente en los comicios autonómicos, con seis diputados, uno menos que en las votaciones de cuatro años antes.
Durante la campaña sus propios compañeros ya habían comenzado a sembrar la semilla de su futura división. Algunos de los ahora diputados en la cámara local tramaban en las sombras contra Gutiérrez. Señalaban a rumores sobre su pasado profesional –nunca confirmados–, a su cargo en la empresa concesionaria del mayor contrato –en términos económicos– de la Ciudad, el de limpieza viaria, y también a su puesto directivo en el sindicato UGT. Las acusaciones de corrupción más tarde llegarían a Ferraz y, mezcladas con la municipalización del servicio de aseo viario, acabaron por forzar su salida.
Gutiérrez –ya cuestionado durante la carrera electoral, por ejemplo, por no confrontar a Vivas en debate y sobre todo por la forma en la que ejecutó esa decisión o por plantear un gobierno de coalición al PP– pretendía que sus compañeros diputados socialistas se abstuvieran en la votación plenaria relativa al cambio de gestión de la limpieza. No fue así. Cuatro de sus cinco camaradas de siglas votaron a favor, poniéndole entre la espada y la pared. Le quedaba elegir. Subrogarse a la sociedad municipal y mantener su empleo o continuar en la Asamblea.
Con su marcha, el partido quedó bajo control de una gestora nombrada por la delegada del Gobierno, Cristina Pérez –también por entonces secretaria de organización– y encabezada por Melchor León, al que acompañaban Sebastián Guerrero, Samia Abdelkader, Gonzalo Sanz, Hikma Mohamed, Sumaya Ahmed y Pepe Simón.
El vacío orgánico en el PSOE ceutí dejó la unidad parlamentaria del grupo seriamente tocada. Esto cristalizó en otro golpe a la línea de flotación socialista. Y es que si bien la formación viene apoyando en lo que va de legislatura de forma más o menos regular al gobierno del PP de Vivas –no en vano León ostenta una de las vicepresidencias de la Asamblea–, esto no siempre es así y cuando el pasado 15 de mayo los populares presentaron un expediente de modificación de crédito en el Pleno la idea era rechazar la propuesta. Sin embargo, Navil Rahal y Fidda Mustafa dieron su voto favorable entre acusaciones al Ejecutivo de compra de voluntades.
Las opciones socialistas en la Asamblea quedaron tocadas al perder a dos de sus activos pasando a no adscritos. Esto, sumado a las frecuentes ausencias en el plenario de algunos de sus representantes, dejó básicamente sobre los hombros de Sebastián Guerrero la representación de la formación a nivel parlamentario en un contexto cada vez más complejo, también a nivel interno.
Un nuevo cisma se venía tiempo cocinando en el seno del PSOE. El enfado de un sector crítico, encabezado por nombres de las familias históricas socialistas de Ceuta, véanse Pablo Núñez o Raquel Miaja, hizo público su descontento con el proceder de la gestora en un acto en el que se anunció que presentarían candidatura al congreso regional. Por entonces, parecía que sería Núñez quien encabezara al grupo, aunque finalmente no fue así.
Entretanto, el congreso regional se seguía demorando, en gran medida por los tiempos de Ferraz. Se esperaba que la propia delegada del Gobierno, Cristina Pérez, cercana a León y a Sebastián Guerrero, diera un paso adelante y optara a la secretaría general. Tampoco sucedió, y aunque se barajó el nombre de su jefe de gabinete, Gonzalo Sanz, fue el portavoz parlamentario, Guerrero, quien amparado por su trabajo manteniendo vivos a los socialistas en la Asamblea decidió postularse.
No fue hasta hace pocos días cuando surgió otro nombre, el que finalmente ha aglutinado a casi todos, al menos en apariencia. El de Miguel Ángel Pérez Triano, antiguo líder de Juventudes y un nombre que, según numerosas fuentes consultadas, es visto con buenos ojos por una mayoría de los socialistas ceutíes, a priori incluso por la propia Pérez. Apegado a los estatutos, a quién tiene que decidir qué y cómo, lanzó su candidatura consiguiendo rápidamente los apoyos necesarios.
Triano, sin oposición
La confrontación en primarias con Guerrero estaba servida, pero el portavoz parlamentario optó por sentarse con Triano para evitar agrandar fracturas en la formación. En esas jornadas frenéticas, a pocos días de que se cerrara el plazo para suscribir las precandidaturas, una polémica de corte personal azotó a Melchor León, compañero de Guerrero tanto en la gestora como en la asamblea y uno de los llamados a figurar entre los hombres fuertes en su postulación. Una empresa a nombre de su mujer –aunque vendida según él antes de que se abrieran los sobres– concurrió a la licitación del hotel municipal que en próximas fechas va a pasar a manos privadas. El problema, que el propio León formaba parte de la mesa de contratación.
Guerrero y Triano alcanzaron rápidamente un acuerdo. El primero continuará siendo “una pieza clave en este periodo” –se entiende hasta que acabe la actual legislatura, pues ya se rumorea que su futuro podría estar en la Delegación del Gobierno– como portavoz parlamentario y el segundo será nombrado secretario general el próximo 29 de marzo.
En este mes el partido pretende empezar a controlar ya la acción del grupo en la Asamblea, pues aunque el próximo líder socialista no haya llegado a manifestarlo, entre la militancia no se han visto con buenos ojos ciertos apoyos a medidas del PP, como la que tiene que ver con recortar los impuestos a empresas de la construcción o la relativa a subir el recibo de la basura.
La ‘era Triano’ estará marcada por la recuperación de nombres asociados a otras etapas del socialismo ceutí, según él mismo ha avanzado, y por su voluntad de consolidar el poder de los órganos internos del partido. Otra reconstrucción más en la historia de la formación que tiene como objetivo final recuperar el Gobierno de Ceuta, que no ostenta desde 1991.
Un castillo de naipes derribado entre personalismos y el GIL
No fue hasta 1983 cuando el PSOE logró su primera victoria electoral en Ceuta y ya entonces, a tenor de lo sucedido, se adivinaban los problemas que sufriría el partido en el futuro. Con Francisco Fráiz a la cabeza obtuvieron 12 escaños y un 42,4% de los votos. Las disputas internas no tardaron en llegar. Cuatro diputados se rebelaron vía moción de censura y dejaron fuera de juego a Fráiz, situando a la cabeza a Aurelio Puyas, cuñado del actual presidente, Juan Vivas.
De aquel lío surgió la fundación del PSPC (Partido Socialista del Pueblo de Ceuta) con Alejandro Curiel a la cabeza y a su lado figuras como Juan Luis Aróstegui y Ramón del Valle-Inclán Moreda. El PSOE ya no volvió a ser el mismo, aunque con Fructuoso Miaja –cuya descendiente Raquel Miaja está en el equipo de Triano– como candidato logró imponerse en las elecciones de 1987, consiguiendo ocho diputados que sumó inicialmente a los de Ceuta Unida, de Rafael Montero. En plena legislatura cambió, sin embargo, de apoyos, aliándose con el PSPC –que realmente llevó la batuta del Gobierno– y con el CDS de José Luis Chaves.
El afloramiento de partidos localistas de corte personal continuó en 1991, cuando el PSOE dejó el poder para no volver a retomarlo nunca más hasta día de hoy, aunque sí fue apoyo clave para otros Ejecutivos. Francisco Fráiz regresó al ruedo con su propia creación, el Progreso y Futuro de Ceuta (PFC) y obtuvo 11 diputados, apoyándose en Ceuta Unida y en el propio PSOE. Condenado por el Tribunal Supremo por prevaricación, Fráiz se vio obligado a dimitir, pasando el mando a otro ex socialista y ahora reintegrado en el partido, Basilio Fernández.
Entre el maremágnum de la izquierda, en 1995 emergió el PP, que ganó las elecciones con nueve escaños que no le alcanzaron para llegar a la presidencia. Fernández logró continuar al frente de la Asamblea gracias a sus seis diputados, a los cuatro de Ceuta Unida y a los tres del PSOE. Pero un volantazo en julio de 1996 llevó a Basilio Fernández a romper con sus socios. Decidió pactar con el PP y acabó expulsado del partido y de vuelta al PSOE. Como alcalde quedó el cuestionado Jesús Fortes.
Los siguientes comicios estuvieron marcados irremediablemente por el desembarco en el enclave norteafricano del partido de Jesús Gil y Gil, que antes había obtenido la alcaldía en Marbella y en Estepona. El GIL logró doce asientos en la Asamblea, dejando al PP con ocho, al PDSC con tres y al PSOE en unos marginales dos, que, sin embargo, acabaron siendo esenciales en el devenir de la ciudad y marcando el futuro del partido hasta el día de hoy.
Con la gobernabilidad encallada, el socialista Alberto Núñez –padre del anteriormente citado Pablo Núñez, que lideró al sector crítico socialista en los últimos meses– apostaba por no apoyar a nadie en la presidencia. Ferraz no aprobó esa postura y envió a Ceuta a Ramón Jáuregui, por entonces secretario de organización, ordenando apoyar al PP junto al PDSC y provocando a la sazón la dimisión de Núñez.
El GIL no se quedó de brazos cruzados y sin pudor trató de comprar voluntades para hacerse con el Gobierno. Lo intentó primero con un policía nacional que de aquella era líder de las Juventudes Socialistas y que acabó como diputado posteriormente. Fue el propio Jesús Gil quien le llamó personalmente ofreciéndole, supuestamente, una sustanciosa cantidad económica sin conseguir finalmente convencerle. Fortes (PP) logró así mantenerse como presidente y el PSOE quedó destrozado internamente.
La presidencia del líder popular duró tan solo dos meses. En agosto de 1999 el GIL presentó una moción de censura con la firma de la diputada socialista Susana Bermúdez, a la que mantuvieron escondida en la Costa del Sol tras recibir, siempre supuestamente, algún tipo de compensación. Gobernaron hasta que en febrero de 2001, Aida Piedra, amante del alcalde del GIL, Antonio Sampietro, y la única que no había firmado una moción de censura en toda la Asamblea –y, por tanto, la única que aún podía hacerlo– le dio la espalda y la suscribió; haciendo a Juan Vivas presidente por primera vez.
El rodillo del PP y la ausencia de liderazgo
Los de Jesús Gil se desintegraron rápidamente mientras se formaba la polémica del islote de Perejil y el PP integraba a los principales activos del partido del populista marbellí para lograr una rotunda victoria en los comicios de 2003, obteniendo 19 diputados. El PSOE quedó como tercera fuerza política, con dos asientos que ocupaban Sergio Moreno y Toñi Palomo. Esta última sería el azote del ejecutivo de Vivas entre 2005 y 2007, denunciando corrupción a través de una supuesta red clientelar nutrida de fondos europeos, en una etapa, la de José María Aznar en Moncloa, que concedía a Ceuta la compensación del IPSI y la bonificación del 50% sobre las cuotas de la seguridad social.
Palomo se estrelló, sin embargo, ante el elevado gasto en publicidad del Gobierno local –varios millones de euros anuales– y encontró escaso apoyo en el interior del partido, que apenas crecía en militantes en esa época. Todo ello condujo a que Vivas volviera a lograr 19 diputados; el PSOE, solo dos. La misma noche electoral, sin el escrutinio aún cerrado, Palomo compareció y anunció su dimisión como secretaria general y avanzó que no retiraría su acta. Moreno, su compañero en la Asamblea, anticipó que seguiría el mismo camino.
Esta precipitada renuncia sumió en el caos en 2007 a los socialistas ceutíes. Como número tres y primera opción para liderar al partido, apareció en escena Alicia Cordente, trabajadora de Cruz Roja que se veía en el brete de tener que perder su sueldo sí entraba a la Asamblea. En el cuatro Gonzalo Sanz, que no lo veía claro y entre ambos dejaron la representación parlamentaria del PSOE en manos de los discretos Inmaculada Rodríguez y Ahmed Idris.
El partido acabó en aquel momento en una larguísima gestora que desembocó en un impensable acuerdo histórico construido en foros privados por Javier Martínez, quien había logrado poner de acuerdo al anteriormente mencionado Basilio Fernández –por entonces secretario general de UGT–, a Gonzalo Sanz, a Salvadora Mateos y a otros conocidos socialistas, seduciendo además a líderes de otras formaciones localistas con importante implantación como Juan Luis Aróstegui y a Mohamed Ali. Todos ellos mostraron su disposición a integrarse en el partido para llegar a los siguientes comicios, los de 2011, con una candidatura unitaria de la izquierda local bajo el amparo de un nuevo secretario general.
La concordia fue breve. A Palomo y a la vieja guardia no les gustó ese movimiento, poniéndose en contacto con Ferraz, que volvió a intervenir –como cuando lo hiciera Jáuregui en la irrupción del GIL– disolviendo la federación, cesando a la gestora y dejando el partido disuelto en manos de Salvador de la Encina. Esta sacudida de importantes dimensiones dejó al aparato socialista en busca de nuevo candidato y lo encontró en José Antonio Carracao, por entonces secretario general de las Juventudes Socialistas en Ceuta e hijo de Pepe Carracao, histórico senador por Cádiz.
Este en principio renegó de aceptar el trato. Se mostraba reacio porque se pretendía dejar fuera de la refundación a catorce personas, las que habían estado preparando una candidatura de la mano de Javier Martínez, que en principio podrían liderar a Gonzalo Sanz o Antonio Gil. Además de esos tres, la lista incluía a la esposa de Sanz, a Salvadora Mateos, a Antonio Gil o a José Luis León entre otros.
Finalmente, se organizó un congreso de refundación y en él, además de excluir del censo a los citados, se permitió votar a las Juventudes Socialistas, a pesar de que la mayoría no eran afiliados al partido. En el hotel donde se celebraba la votación se formó una importante trifulca, con varios de los catorce expulsados encarándose con Salvador de la Encina, con Carracao –padre e hijo– y hasta con las Juventudes Socialistas.
Ese día, el que será nuevo secretario general socialista, Miguel Ángel Pérez Triano, votó por José Antonio Carracao, que salió de aquella jornada con el partido quebrado. Al tiempo consiguió reconstruirlo y legitimarse con un congreso ajustado a la norma, llamando además a los expulsados para tratar de recuperarlos.
En las elecciones de 2011 el PSOE logró subir un diputado, de dos a tres, aunque la unión de Aróstegui y Mohamed Ali en Caballas superó a los socialistas con cuatro y el PP continuó ganando con dieciocho asientos en la Asamblea. Cuatro años después Carracao incrementó la cuenta en otro diputado merced a una buena comunicación política, pero acabó por dejarlo, dando paso a un congreso en el que Manuel Hernández se impuso por un estrechísimo margen -ni diez votos- a Pablo Núñez, hijo del histórico Alberto Núñez.
Hernández fue cediendo poder progresivamente a Juan Gutiérrez, quien duplicó los afiliados al PSOE ceutí –muchos procedentes de la empresa de limpieza en la que trabajaba y en la que ejercía fuerte actividad sindical– y entretanto logró un notable resultado en las elecciones de 2019, subiendo a siete diputados y haciendo que el PP perdiera la mayoría absoluta. También, por primera vez en 20 años, obtuvieron una victoria electoral en las Elecciones Generales de abril. En este resultado tuvo gran mérito la acción de Gutiérrez, que acabaría sucediendo de forma pactada a Hernández, iniciando así el último ciclo socialista hasta la actualidad.