‘Está bien sentir’ es un espacio de conversación con la poeta y escritora Sara Torres (‘La seducción’, Reservoir Books). Envíanos tus reflexiones y preguntas, tus deseos de indagar sobre una realidad, un vínculo, un placer o un duelo
«Mi pareja de 20 años me destrozó la vida, ¿cómo superar el amor que siento si no puedo perdonarle?»
¿Cómo abandono la sensación de que nunca voy a encontrar el amor?
En una búsqueda rápida por Internet, la pregunta “¿cómo encontrar el amor?” nos lleva directamente a varios enlaces que publicitan apps de citas y páginas web para encontrar “el amor de tu vida”, “la pareja ideal” o, en un tono un poquito más humilde, “la pareja adecuada”. Por los resultados a la vista, parece haber un generalizado acuerdo en la afirmación de que, aquellxs que vamos buscando “el amor”, lo que perseguimos es un tipo de amor que se estabiliza en la relación de pareja.
¿Merece el amor sexual de las amantes, o el de la pareja, ser el referente primero para una palabra que señala un afecto tan fundamental, urgente, tan ancho y con una capacidad tan enorme de adaptación y metamorfosis? Un afecto que, en su tendencia en bruto, señala la vitalidad de los cuerpos y su potencia para conectar, ser interdependientes, generar placer, alegría y alianza.
Pensándolo un poco, casi nadie tarda en afirmar que nuestra capacidad para amar y ser amadas abarca muchísimo más acá y más allá del amor romántico. Que el amor se nos despierta y agita en encuentros de cada día, que aparece con facilidad frente a quienes se acercan a nosotras de manera generosa, sin nerviosismo o demandas o alusiones de castigo. Como energía vinculante, el amor puede tener tendencias y preferencias, pero su potencia de relación a priori es indeterminada. Como afecto, cuando está presente, lo reconocemos en el cuerpo como un abrazo, una tranquilidad creativa, un sostén.
¿Qué tememos cuando tememos no encontrar EL amor? Tal vez tememos la soledad en un contexto social que privilegia el tiempo de la pareja y la familia
Es el regocijo amable que surge frente a los ojos benevolentes de la amiga que no nos juzga y se alegra de vernos cada día. También la experiencia de belleza tierna al encontrarnos con el perrito que vive en el cuarto y entra siempre al ascensor celebrando el día con un movimiento de la cola. Lo sentimos cuando empatizamos con el dolor de los demás, cuando estamos siendo valientes y logramos luchar contra la vulneración de los derechos de nuestras compañeras.
El amor recibido, entregado y también el frustrado, está prendido a los recuerdos de la infancia y planea a través de las imágenes imbuyendo de sentido cualquier memoria. La percepción de no ser amadxs, o de entregar nuestro amor en un contexto donde se nos rechaza, deja una marca tan profunda que a veces no puede más que citarse y repetirse a sí misma una y otra vez. Vivir fuera del amor es prácticamente imposible, ya que implicaría un tipo de aislamiento equivalente a una muerte afectiva. Entonces, ¿qué tememos cuando tememos no encontrar EL amor? Tal vez tememos la soledad en un contexto social que privilegia el tiempo de la pareja y la familia.
Esto ya lo hemos dicho muchas veces, y muchas veces también, lejos de grandes narrativas e ideologías reduccionistas, hemos sido felices y nos hemos sentido queridas y acompañadas practicando el amor de formas distintas. Conocemos otros horizontes, experiencias, fantasías: las amigas que crean juntas su casa de retiro. La viuda que habla feliz de la vida después de 40 años de matrimonio, de su perra y sus viajes. Sin embargo, a veces, sentimos todo vínculo insuficiente, nos estrangula una ausencia particular, un tipo de intensidad concreta cuya presencia parece que podría darnos acceso a un tiempo de vida excepcional.
El amor de Eros, escribe Anne Carson, «es un mal anhelado». Y no con esto quiere decir que sea malo el tiempo de las amantes, sino que su pura posibilidad nos revuelve la vida, nos causa arrebato
El amor de Eros, escribe Anne Carson, “es un mal anhelado”. Y no con esto quiere decir que sea malo el tiempo de las amantes, sino que su pura posibilidad nos revuelve la vida, nos causa arrebato. Inventado por los griegos, como figura Eros señala la aparición súbita en el cuerpo de la necesidad de un encuentro intenso. Este querer salir de una misma para embriagarse en los límites de un/a otra. Este temer feroz que el encuentro amoroso no suceda nunca.
Como explica Carson, la potencia de Eros es desracionalizar el cuerpo. Por tanto, su aparición no se planea ni se busca, sino que se padece irremisiblemente, con un gusto dulceamargo. No hará falta esforzarnos tanto en buscar el amor erótico porque Eros no acepta voluntarismos. Él mismo nos encuentra y nosotrxs, si somos capaces, si queremos, si podemos sostenerlo sin poner en peligro la alegría o la vida, nos hacemos cargo. Mientras tanto, con Eros o sin Eros, el amor estará ahí, esperando a ser practicado, en un lugar más tranquilo.