Marc Marginedas, excorresponsal en Moscú: «Trump cree que Putin es su amigo, pero se equivoca»

Tras cinco años de investigación, el periodista publica ‘Rusia contra el mundo’, un libro en el que explora los métodos del Kremlin para consolidar su poder y «desestabilizar el orden global»

Diez años del asesinato de Borís Nemtsov: la oposición rusa, más huérfana que nunca

El periodista Marc Marginedas (Barcelona, 1967) ha sido corresponsal en diversas guerras como la de Irak o Afganistan. La última en la que estuvo fue en la de Siria, donde fue secuestrado por el Estado Islámico durante seis meses. Su liberación llegó en marzo de 2014, en un puesto fronterizo turco al norte del país. Ese episodio ha marcado su vida en muchos aspectos y le motivó, entre otras cosas, a escribir un libro que ha visto la luz una década después.

Pero el texto no tiene como protagonista a Siria, sino a Rusia, país al que culpa de su cautiverio y en el que fue corresponsal durante 11 años para El Periódico de Catalunya. Su libro Rusia contra el mundo (Península, 2025) no se centra en un relato personal sobre su secuestro, sino en lo que presenció y le llevó a emprender una investigación de cinco años que revela el papel de Putin como uno de los principales actores en la “desestabilización del orden global”.

A más de 3.000 kilómetros del lugar donde fue retenido, encontró conexiones que, tal como cuenta en esas páginas, evidencian los métodos “oscuros y violentos” que el Kremlin ha empleado para afianzar su poder.

¿Cree que su secuestro estuvo financiado por el presidente de Rusia, Vladímir Putin?

Financiar son palabras muy fuertes. Lo que sí digo es que el Estado Islámico recibió un respaldo por parte de Rusia y del régimen sirio, lo que la hace responsable de la violencia que desataron. Hasta qué punto hubo colaboración es difícil de determinar, pero está claro que hubo apoyo logístico, tanto por parte del régimen sirio —liberando a presos yihadistas de sus cárceles— como, años después, por parte de Rusia, facilitando el envío de yihadistas a combatir en Siria.

Todo esto contribuyó a radicalizar un movimiento opositor que pedía democracia y derechos humanos, con el objetivo de deslegitimarlo ante la opinión pública internacional y dentro del propio pueblo sirio. Escribo este libro para hacer justicia a mis compañeros que murieron en el secuestro y exponer las responsabilidades en la creación del Estado Islámico, el grupo terrorista que los asesinó hace más de una década.

¿Cómo describiría a Putin?

Putin es un líder marcado por un profundo resentimiento hacia Occidente. Vivió de cerca la caída del Muro de Berlín mientras estaba destinado en la Alemania Oriental como agente de los servicios secretos soviéticos (KGB), una experiencia que lo marcó para siempre. Para él, el colapso de la Unión Soviética fue una derrota y una humillación histórica que ha intentado revertir desde el poder.

Desde que asumió la presidencia, ha reforzado el papel de los servicios de inteligencia, otorgándoles un control sin precedentes. Se estima que decenas de miles de personas trabajan para los servicios secretos rusos y algunas cifras sugieren que, contando colaboradores e informantes, podrían superar los 300.000. Es un aparato de vigilancia y control de una magnitud que no tiene comparación en Europa Occidental.

Putin es un líder marcado por un profundo resentimiento hacia Occidente

Hay muchos colectivos oprimidos en Rusia, entre ellos la comunidad LGBTQ+. ¿Cómo afectan las políticas del Kremlin a sus derechos y visibilidad en la sociedad rusa?

Dentro del régimen, ser homófobo es considerado honorable, ya que en Rusia existe una homofobia de Estado oficial. Lo que hace el Gobierno ruso con la comunidad LGBTQ+ es, salvando las distancias, similar a lo que hacía el régimen nazi con los judíos. Es decir, identifica a un grupo humano como enemigo para enviar un mensaje a la sociedad sobre quién pertenece y quién no.

Aunque no existe un exterminio oficial, hay pueblos y ciudades enteras que se declaran “libres de gays”. En algunas regiones, como el Cáucaso, donde viven ciudadanos con pasaporte ruso, pero de otra nacionalidad, se han denunciado persecuciones, campos de concentración y asesinatos. Un dato aterrador es que ni siquiera existen registros oficiales sobre los asesinatos de personas LGBTQ+ en estas provincias. Además, los activistas pueden aparecer en listas negras publicadas en Internet durante mucho tiempo sin que la policía haga nada al respecto.

¿Tiene ideología política el presidente de Rusia?

No. Putin ha aprendido de la historia y sabe que la ideología limita la capacidad de influir. Por eso, mantiene una fachada ultraconservadora para atraer a la extrema derecha, como Vox o Marine Le Pen. Sin embargo, en su vida personal no sigue esos valores, lo que demuestra su cinismo. Lo mismo ocurre con la extrema izquierda, a la que seduce por su oposición a Estados Unidos. Como dijo Garry Kasparov, la Rusia de Putin no se basa en ideología, sino en mafia, dinero y poder.

Si Putin no se basa en una ideología, ¿qué papel juegan su personalidad y su visión de Rusia en su forma de gobernar?

Putin es estalinista sin ser comunista. Su personalidad encaja con la de un narcisista acomplejado que ha construido una imagen de líder fuerte. Encarna el legado de la Unión Soviética: el desprecio por la vida humana y el uso del terror. Es capaz de provocar un atentado para consolidar su poder y crear un estado de opinión. Por eso, los ucranianos rechazan tanto a Rusia, porque conocen esa mentalidad, la han dejado atrás y saben que, en caso de derrota, volverían a un mundo de mentiras.

Rusia perdió la guerra en los primeros días del conflicto porque no logró derribar a Ucrania, no consiguió derrocar a su gobierno, ni pudo instalar un régimen prorruso

¿Cree que Rusia ha perdido la guerra de Ucrania?

Sí. Rusia perdió la guerra en los primeros días del conflicto porque no logró derribar a Ucrania, no consiguió derrocar a su gobierno, ni pudo instalar un régimen prorruso. Tampoco logró reincorporar a Ucrania en el espacio imperialista postsoviético.

Ahora podría alcanzarse un armisticio, pero sería una paz frágil y Rusia no puede conformarse con eso. Según las propias autoridades rusas, no aceptan la independencia de Ucrania. Para Putin, haber perdido cientos de miles de soldados —se habla de 700.000 entre muertos y heridos— solo para controlar un 20% del país, además de ciudades devastadas, no puede considerarse una victoria. Para él, la verdadera victoria sería devolver a Ucrania al ámbito postsoviético.

El reciente acercamiento entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y Putin para negociar el fin de la guerra en Ucrania ha sacudido el orden global. ¿Qué puede pasar en la relación entre ambos países?

Es difícil de prever. Rusia, al ser una potencia sin ideología fija, es capaz de cambiar su discurso y adaptarse a diferentes corrientes. Es sorprendente ver cómo el Partido Republicano, que tuvo un papel clave en la derrota de la Unión Soviética, ahora se siente atraído por figuras que, en el fondo, no han olvidado esa derrota y buscan debilitar a Estados Unidos. Trump comete un error de cálculo. Su exasesor de seguridad nacional, John Bolton, lo expresó con claridad: Trump cree que Putin es su amigo, pero se equivoca. No lo es. Y yo lo suscribo completamente.


Entrevista al periodista Marc Marginedas en la redacción de elDiario.es

¿Qué opina la población rusa de todo lo que estamos hablando?

Es muy difícil medir el estado de la opinión pública en Rusia. La sociedad está completamente atemorizada, con servicios secretos y centenares de miles de personas vigilando. Saben que cualquier cosa que digan estará registrada y podría tener consecuencias, por lo que piensan dos veces antes de dar su opinión. En Rusia hay una desconexión enorme entre las autoridades y la población, que no siente que sus acciones puedan influir en el comportamiento del Gobierno. Esto es totalmente estalinista: el pueblo va por un lado y las autoridades, por otro. Es un país de súbditos, no de ciudadanos.

En el libro habla del envenenamiento como el método predilecto del Kremlin para eliminar la oposición.  Muestra pruebas de que el asesinato de Alekséi Navalni, el más conocido líder de la oposición rusa, fue ordenado desde Moscú y aprobado por Putin. También menciona la complicidad del Estado ruso con el terrorismo y el crimen organizado. ¿Hasta qué punto el régimen controla estas estructuras y las utiliza como herramientas de poder?

Debemos entender que el terrorismo, las mafias, el crimen organizado, los secuestros, la propaganda y el Kremlin forman un todo. En Rusia, la justicia no es justicia, porque está literalmente en manos de criminales. Esto crea un panorama profundamente inquietante, especialmente si este modelo logra exportarse a otros países, como parece ser el objetivo actual de ciertos sectores de Estados Unidos.

En Rusia, la justicia no es justicia, porque está literalmente en manos de criminales

Entre las páginas explica que Rusia es considerada por la comunidad internacional como un “Estado terrorista” que apoya a grupos violentos, y que el Parlamento Europeo aprobó en 2022 una resolución catalogando al país como patrocinador del terrorismo. Da la impresión de que considera que las medidas adoptadas hasta ahora no han sido suficientes.

Creo que, en general, los países han tenido un miedo profundo hacia Rusia, una especie de temor a enfrentarse directamente a ella. A pesar de que esta resolución no tenía valor jurídico, enviaba un mensaje importante: instaba a los países de la Unión Europea a implementar medidas legales y restrictivas.

Sin embargo, cuando no te enfrentas a esta amenaza de manera contundente, le envías un mensaje al régimen ruso de que no estás dispuesto a hacerle frente, lo que, en última instancia, solo empodera a Putin. El proceso de empoderamiento de Putin ha sido progresivo, y una parte importante de esta dinámica es la actitud de la comunidad internacional, que ha tendido a mirar hacia otro lado.

La Unión Europea ha impuesto sanciones contra Rusia en respuesta a la guerra de Ucrania.

Estas sanciones han llegado tarde, al igual que ocurrió con el inicio de la guerra en Ucrania. Si llegas tarde, el efecto disuasorio ya no tiene el mismo impacto.

¿Cree que Occidente tiene responsabilidades en esta guerra?

La responsabilidad de mirar hacia otro lado antes de que estallara. Ahora el problema es mucho más difícil de gestionar de lo que hubiera sido en su momento. Con un presidente en Estados Unidos que parece estar actuando siempre en función de los intereses de Rusia, la situación se complica aún más.

Después de hablar con una periodista americana sobre mi secuestro, recibí una llamada en la que pasó algo extraño, como si me hubieran pinchado el móvil

En el libro habla sobre los métodos del Kremlin para influir en la prensa internacional, incluyendo chantajes, sobornos, secuestros, asesinatos y manipulación. ¿Ha recibido alguna amenaza personalmente?

Rusia es un país donde la libertad de prensa no existe, por lo que siempre hay que tener cuidado. En mi caso, tengo el reconocimiento de un Estado, lo que me diferencia de un periodista local o de alguien como Navalni, personas que se han jugado la vida.

He tenido dos incidentes, mejor dicho, avisos. En uno de ellos, después de hablar con una periodista americana sobre mi secuestro, recibí una llamada en la que pasó algo extraño, como si me hubieran pinchado el móvil. Del segundo, no puedo dar detalles, ya que había personas implicadas. Fue mucho más alarmante, estaba claro que estaban muy cansados de mí y finalmente pedí a mi periódico que me enviara de vuelta a España.

Al final del libro, menciona que, mientras no haya un cambio político en la cúpula del Kremlin, no puede regresar al que considera su país de adopción, Rusia. ¿Considera que escribir estas páginas ha sido una forma de cerrar el capítulo con el país?

Ahora mismo sería muy peligroso regresar a Rusia. Mi trayectoria allí sería muy complicada, ya que estoy exponiendo secretos del Kremlin y sus formas de actuar. Pero en un momento tan crítico como este, no podía quedarme callado.

Este libro es un homenaje a mis compañeros que mataron durante el secuestro que viví, para contar lo que sucedió y denunciar las complicidades que hubo en la creación del Estado Islámico. Es mi manera de hacer justicia y de servir a Rusia, un país con el que tengo lazos personales y que, a pesar de todo, admiro por su cultura. Estoy completamente convencido de lo que he visto y de lo que relato, y estoy dispuesto a defenderlo en cualquier lugar, incluso ante un juez.