Creo en la solidaridad si no depende de mí: los españoles quieren un modelo más social pero rehúsan implicarse

Un informe de la ONG Manos Unidas deja en evidencia la brecha que existe en la sociedad entre el deseo y la práctica de lo que llaman «prosperidad compartida»: «Hay cada vez más consciencia de que necesitamos un modelo más sostenible y equitativo, pero cuesta romper con el paradigma económico»

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“No es prosperidad que cada año mueran en mares y desiertos miles de personas que arriesgan sus vidas en busca de la libertad o de un futuro mejor. No es prosperidad que la crisis climática provocada y mantenida por los países más ricos amenace la vida y la subsistencia de las personas más vulnerables de los países más empobrecidos”. Así presentaba Cecilia Pilar García, presidenta de Manos Unidas, la nueva campaña de la organización, Compartir es nuestra mayor riqueza. Para elaborarla, esta ONG de ayuda al desarrollo se propuso investigar cómo entendemos en España la prosperidad y la riqueza. Y la conclusión es que creemos en la solidaridad, sí, pero si no depende de nosotros.

Existe “una desconexión entre el sentimiento de solidaridad y el compromiso real” de la ciudadanía, confirma la socióloga Chus Gómez, autora del estudio, del que participaron más de 1.000 personas de distintas partes del país. Los resultados son elocuentes: el 85% de los encuestados cree, con mayor o menor intensidad, que “la verdadera riqueza está en la prosperidad de todos”. Sin embargo, casi el 40% de los encuestados no se sienten personalmente comprometidos con la idea de prosperidad compartida. De hecho, solo el 14% cree que la riqueza implica poder compartir lo que tiene con los demás, y apenas un 7% la asocia con poder impactar positivamente en la vida de otros.

Una brecha entre la teoría y la práctica

“La reflexión que yo haría es que hay una disonancia entre lo que serían nuestros valores, esa idea de que buscamos o creemos que es posible plantearse ese modelo más social, más de bien común, pero que eso choca un poco con el sistema que tenemos, en el que está reinando lo meramente económico. La idea de una economía más equitativa resulta sumamente atractiva, pero, en realidad, en la práctica, muchas personas siguen midiendo esa riqueza puramente en términos de crecimiento económico”, explica la socióloga.

Hay un deseo de replantear el modelo económico existente, pero todavía no se traduce en una transformación real

Chus Gómez
Socióloga y autora del estudio ‘Percepciones sobre la prosperidad’ de Manos Unidas

Alrededor del 80% de los encuestados está, en mayor o menor medida, de acuerdo con “replantearse el actual modelo económico e ir hacia una economía social y del bien común” o con afirmaciones como que “la verdadera riqueza se define por la prosperidad de la vida de todos y no solo por la acumulación económica”. Pero la percepción cambia cuando se pasa a lo concreto. Ante la pregunta “¿En qué medida crees que tu prosperidad está asociada a lo meramente económico y a los bienes materiales?”, el 62% responde ‘bastante’ o ‘mucho’. La prosperidad común es abstracta, la propia se mide en la cuenta del banco.

A Carles Manera, historiador, economista y consejero del Banco de España, no le sorprenden estos datos: “Forma parte de la contradicción humana. En términos genéricos todo el mundo está por la paz, por la igualdad, pero luego a lo mejor a nivel particular tienes un comportamiento que no encaja bien con esa idea”.

¿La sociedad no está preparada entonces para un cambio de modelo económico? “Es algo difícil de contestar”, reconoce Manera, mientras que Gómez esboza posibles explicaciones para esa dificultad. “Parece que hay cada vez más consciencia de que necesitamos un modelo más sostenible y equitativo, pero al final el crecimiento económico ha sido el paradigma durante muchas décadas, y cambiar esto es complicado. Sí que existe un deseo de replantear el modelo económico existente, pero todavía no se traduce en una transformación real”, razona la autora del estudio.

Los consumidores también tienen responsabilidad

“En términos genéricos mucha gente está a favor de la sostenibilidad, por ejemplo, pero cambiar el sistema económico significa cambiar la forma de consumir, y allí es donde yo veo el punto más complicado. ¿La gente va a ser capaz de dejar de consumir como lo hace ahora? Aunque eso signifique una mejora en la calidad ambiental del planeta, o de los principios de solidaridad intergeneracional, ¿en qué medida estamos dispuestos a cambiar esos patrones de consumo? Yo veo un problema ahí, de nuevo, de contradicción de comportamiento”, explica Manera.

Siempre estamos derivando el cuadro de decisiones a los gobiernos, a las empresas, pero no nos aplicamos el tema de que nosotros como consumidores también tenemos cosas que hacer

Carles Manera
Historiador y economista

Pero el caso es que este nuevo horizonte deseable (y deseado) no depende únicamente de las conductas de los inversores o de los gobiernos, sino también de los consumidores, señala. “Siempre estamos, de alguna forma, derivando el cuadro de decisiones a los gobiernos, a las empresas, pero no nos aplicamos el tema de que nosotros como consumidores también tenemos cosas que hacer. ¿Estamos dispuestos a no consumir tantos bienes de consumo textiles, por ejemplo, y no estaremos tan a la moda, pero favoreceremos al planeta?”

Y, sin embargo, sostiene que es fundamental cambiar o replantear el modelo actual: “Ya no es una cuestión ideológica o estrictamente económica, sino de preservación de la especie, de que no seamos nosotros los próximos dinosaurios. Para evitar eso se necesita cambiar la forma de producir, de fabricar, y de consumir. En definitiva, cambiar el modelo económico. La ciencia en todas sus esferas está demostrando esto, desde todos los campos del conocimiento”.

La nueva era ‘Trump’

Además, recuerda, ya se están poniendo también encima de la mesa modelos económicos que no tienen necesariamente que ver con la justicia social o ambiental. “Estamos entrando en una nueva era, desde la irrupción del presidente Trump, que también consiste en un cambio de modelo. Un cambio de modelo hacia la desregulación absoluta, hacia la preservación y la incentivación de los combustibles fósiles, la discusión sobre la posibilidad de saltarte las normas del derecho internacional. Tenemos propuestas de cambio de modelo muy diferentes. Ahora lo que hay que ver es de qué lado se escora la sociedad”. 

Se preguntó a personas de diferentes regiones del mundo si estaban de acuerdo con esta afirmación: ‘El capitalismo está haciendo más daño que bien en su forma actual’. El 57% dijo que sí

En 2020, a través del Barómetro de confianza de Edelman se preguntó a personas de diferentes regiones del mundo si estaban de acuerdo con esta afirmación: “El capitalismo está haciendo más daño que bien en su forma actual”. El 57% de los encuestados dijeron que lo estaban. El porcentaje llegaba al 60% en el caso de España.

Pero, en 2022, cuando se preguntó si creían que ‘las economías gestionadas centralmente funcionan mejor que las economías de libre mercado’, sólo el 33% estuvo de acuerdo. Es decir: tampoco existía confianza en que fuesen los Estados los que tuviesen un pleno control de la economía.

Los seres humanos y la ‘miopía’ histórica

Pero no todo tiene por qué ser blanco o negro. “Hay quienes se están dedicando a pensar: ‘bueno, ¿cómo sería un modelo socioeconómico no capitalista?’ y están escribiendo precisamente desde esas perspectivas, teniendo en cuenta los límites del planeta y con enfoques también diversos. Es decir, imaginación no falta”, profundiza Carmen Madorrán, doctora en Filosofía. Sin embargo, apunta, sí que falta imaginación en un sentido más amplio socialmente, y “no únicamente en la universidad o entre quienes tenemos el privilegio de que nuestro trabajo sea la reflexión, sino también en capas sociales más amplias”.

“De hecho, esto no puede ser un tema de más actualidad, porque hace poco se ha celebrado en Suiza un referéndum que fue ampliamente rechazado, en el que lo que se consultaba era si los ciudadanos querían limitar la economía de su país para ajustar el consumo a los límites de los recursos planetarios. Una vez más, podríamos decir que es difícil que alguien esté en contra de esto como idea, pero el rechazo ha sido de un 70% de votos en contra de la propuesta del Partido Verde”, explica.

Pensamos que lo que nosotros estamos viviendo es prácticamente la única realidad posible. Tenemos esa miopía de dar mucha relevancia a nuestro momento; somos muy presentistas

Carmen Madorrán
Filósofa

A ella tampoco le han sorprendido los resultados del estudio de Manos Unidas: la brecha, señala, está entre el ‘cómo nos gustaría que fuera el mundo’ y el ‘cuánto estamos dispuestos a poner también en juego para que las cosas cambien, incluso en esa dirección que decimos que nos gustaría que cambiasen’.

Explica que somos animales de costumbres. “Olvidamos fácilmente que el actual modelo de producción, distribución, consumo y los actuales imaginarios han sido de otro modo antes, y serán probablemente de otros modos más adelante. Están en transformación, solo que van a unas velocidades que nuestras cortas vidas de seres humanos, pues no podemos ver. Y pensamos que lo que nosotros estamos viviendo es prácticamente la única realidad posible. Tenemos ahí una miopía porque damos mucha relevancia a nuestro momento, somos muy presentistas en eso”.

“Lo que sugiere esto es que, pese a lo que sabemos, con la mejor ciencia disponible en la mano, nos aferramos a una creencia, a una ensoñación, a una esperanza, sin mucho contenido racional detrás, y es que el mundo va a poder continuar como lo hemos conocido hasta ahora”, profundiza.

No sé si estamos preparados para continuar en un modelo devastador de la naturaleza y que genera estas grandes bolsas de desigualdad

Carmen Madorrán
Filósofa

Entonces, ¿hay margen para un cambio de rumbo? “No sé si estamos preparados para continuar en un modelo devastador de la naturaleza y explotador de las personas y que genera estas grandes bolsas de desigualdad, de privación, en el acceso a los derechos más fundamentales. Sin duda, vivimos aquí y nos parece mucho más tolerable y asumible porque es lo que conocemos y el mundo en el que nos despertamos todas las mañanas”.

Podemos acortar esa brecha, explica, recobrando la posibilidad de imaginar, poniendo en marcha “esas utopías reales de las que han hablado otros pensadores y pensadoras”, y “construyendo, haciendo, y no solo a través de la teoría”.