Se llamaba Encarnación del Águila, era de Sevilla y fue la primera mujer en sacarse el Bachillerato (Bachiller entonces) en España; y lo hizo en su ciudad natal, en 1877, sentando un precedente para todas. Ahora, este mismo centro ha recuperado su nombre
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Se sabe poco o nada sobre la vida de Encarnación del Águila Sánchez. Se desconoce su año de nacimiento, quiénes fueron sus padres, si se casó, si tuvo hijos. Pero lo que sí se sabe es que documentos oficiales de finales del siglo XIX permiten señalarla como la primera mujer en la historia de España en conseguir un título de Bachiller. También se sabe que lo hizo en un instituto de Sevilla, el San Isidoro.Y que aquel acontecimiento tuvo lugar en 1877. Y, por supuesto, a pesar de la falta de información, se intuye que no le debió resultar fácil.
Sin embargo, un primer e inesperado homenaje ha rescatado del olvido a Encarnación del Águila este 2025. La dirección del IES San Isidoro de Sevilla, en colaboración con el AMPA, ha convocado un premio con su nombre para los mejores ensayos del alumnado relacionados con la igualdad con motivo del 8M.
Pero ¿qué hace que la graduación de esta mujer sea extraordinaria? El contexto histórico no acompañaba precisamente a Encarnación en sus ambiciones de formación. Era un sistema educativo muy influenciado por la Iglesia que asignaba a la mujer un papel secundario en la sociedad. De hecho, según un artículo publicado por la Universidad de Sevilla, la inclusión de las mujeres en la educación en esa época solo pretendía “moldear en principios y valores cristianos al elemento cohesionador de la familia y el hogar. El acceso de la mujer al sistema educativo no buscaba, de ninguna manera, alterar la función social de la misma; buscaba fundamentalmente alfabetizarla y adiestrarla en algunos quehaceres domésticos para el mejor funcionamiento del hogar y de la familia. Su educación, en caso de haberla, debía ir orientada a su misión en la vida”. Es decir, que las mujeres podían estudiar pero como complemento para llevar su casa.
Para Pedro Giménez, doctor en Historia y director actual del Instituto San Isidoro en el que se graduó Encarnación, “el contexto histórico nos permite imaginar el calvario que tuvo que sufrir una mujer con esa actitud tan rompedora”. Según Giménez, “lo más probable es que Encarnación estudiara en casa y se preparara ahí el examen. Lo más común era eso en el caso de las mujeres, aunque los estudios domésticos eran bastante más caros porque requerían la contratación de un tutor”. Añade, y esto solo es una teoría, que “es posible que se encargara de su tutorización un profesor que aparece en los registros de personal de este instituto: José Gonzalo del Águila y Rivas. Este profesor enseñó durante aquellos años y comparte apellido con Encarnación. Eso explicaría cómo pudo permitirse una educación doméstica de este tipo”.
Pedro Giménez, doctor en Historia y director del IES San Isidoro en el archivo del Instituto
Cumplir los requisitos no es suficiente
Pedro Giménez explica que fue en este centro precisamente, cuando se llamaba ‘Instituto Provincial de Sevilla’, donde Encarnación del Águila obtuvo su graduado. Estos hechos se han corroborado revisando los documentos oficiales emitidos, en 1878, por el Director Principal de Instrucción Pública, Antonio Ferrer del Río, que era el máximo cargo educativo en España.
Esta es la Real Orden por la que se le concede el título a Encarnación del Águila
Los documentos encontrados cuentan que en aquellos años, el rector de la Universidad de Sevilla, encargado de expedir los títulos de Bachiller tras la graduación de los alumnos, escribió al Ministerio de Fomento (responsable entonces de las competencias en Educación) para consultar la legalidad de que una mujer cursara este tipo de estudios. De hecho, Encarnación del Águila Sánchez no solo había cursado sino que había superado todas las asignaturas y el posterior examen final.
No obstante, el rector no encontró en la legislación ninguna ley a favor (tampoco en contra). “Encarnación cumplía todos los requisitos y, aún así, tuvo que someterse a la decisión totalmente personal del Director General de Instrucción Pública. A lo mejor, si el director hubiera sido otro, a esta mujer se le habría negado el graduado que se merecía”, explica Giménez.
La respuesta de Madrid llegó en la Real Orden Nº 1299, de 22 de julio de 1878 y decía así: “Considerando la conveniencia y hasta la necesidad de procurar todos los medios posibles a quien por su doble papel de mujer y madre está destinada a ejercer un poderoso influjo en la sociedad y en la familia y considerando que el título otorgado no lleva consigo el ejercicio de ninguna profesión y de ninguna clase de función pública, esta Dirección General ha tenido a bien resolver que tanto a la alumna del Instituto de Sevilla, Encarnación del Águila Sánchez, como a cuantas en lo sucesivo se hallaren en su caso, puede y debe expedírsele el título de Bachiller”.
Pedro Giménez: «así debía estar la fachada del instituto cuando Encarnación vino a hacer el examen»
O profesora o nada
Pedro Giménez explica que el graduado que del Águila Sánchez obtuvo “sentó las bases para que pudieran obtenerlo las que vinieron después”, pero “no habilitaba a ejercer ninguna profesión”. Advierte que “en la carta con la respuesta del Director se lee bien claro que el título se otorgará teniendo en cuenta que su utilidad profesional es nula en el caso de las mujeres”. Es decir, “que solo se contemplaba que la mujer pudiera acceder al Bachiller para mejorar sus cualidades como futura madre y esposa”.
A finales del siglo XIX, el Bachiller en Arte (que no artístico) habilitaba para acceder a un rango de estudios universitarios muy amplio. “Se podía obtener este título y usarlo para estudiar una carrera científica sin problema”, explica Giménez. Eso en el caso de los hombres, claro. En el de las mujeres, la única opción era enseñar a otras mujeres. Así, años después de graduarse, Encarnación ingresó en la Escuela Normal de Maestras, creada tras la aprobación de la Ley de Educación de 1857 (o Ley Moyano).
“Magisterio es la única rama que ha permitido, históricamente, que las mujeres formen parte de ella”, dice Giménez. De hecho, existían oposiciones “muy atractivas” a las que las mujeres podían acceder y a las que Encarnación del Águila Sánchez accedió para convertirse, tras años de trabajo, en la directora de la escuela. “Ganaba 12.000 reales al año, que es lo mismo que ganaba un catedrático en la universidad”.
Pedro Giménez: «Y así debía de estar el patio del instituto cuando se examinó Encarnación»
Las que vinieron antes
Aunque Encarnación fue la primera graduada en Bachiller en España, hubo otras mujeres que se consiguieron matricular, pero de cuya finalización de estudios no se tiene constancia. Es el caso de Antonia Arrobas, en el Instituto Provincial de Huelva en 1871. Precisamente, se sabe de esta historia gracias a María Maseras, la que se cree la segunda matriculada en Bachiller de la historia de España, después de Antonia.
María, desde Barcelona, solicitó el acceso al examen, que no al título, en el Instituto Provincial de Barcelona y de nuevo el rector tuvo que consultar al Director General de Instrucción Pública. Aquí su respuesta: “Esta dirección general ha acordado contestar primero que concede a la interesada lo que solicita, puesto que sobre no haber nada que a ello se oponga, en la legislación actual existe el precedente de haberse concedido igual gracia a doña Antonia Arrobas en el Instituto de Huelva”.
Es decir, que Antonia Arrobas sienta un precedente para la matriculación en Bachiller de las mujeres en España que luego usará Encarnación del Águila a su favor. En cuanto a María Maseras, conseguirá ejercer con su título, después de cursar estudios universitarios en Medicina hasta 1882. Sin embargo, “la misma Real Orden de 16 de marzo de 1882 que concedió a Maseras el título de Medicina, impidió que, a partir de entonces, se matriculasen mujeres en la Universidad. Y otra Real Orden de 16 de octubre de ese mismo año prohibió que se admitiera matrícula de mujeres en los Institutos de Bachillerato.” “Y de ahí, vuelta a empezar”, lamenta Giménez.
Conmemoración de María Elena Maseras
Giménez tiene previsto ampliar su investigación para descubrir más cosas sobre la vida personal de Encarnación, “una figura fascinante y de la que deberíamos estar orgullosos como sevillanos”. Su trabajo de investigación actual se publicará en la revista del instituto, la Revista Isidoriana.
De momento, lo que es seguro es que el nombre de Encarnación del Águila ha vuelto a los pasillos de un centro en el que logró algo que hoy parece fácil pero que entonces supuso una gran hazaña: estudiar y obtener un título.