El ingeniero que salva desde Pamplona bebés prematuros en todo el mundo con sus incubadoras de bajo coste

Pablo Sánchez Bergasa ha sido galardonado con el premio Princesa de Girona Social por su proyecto ‘In3ator’, con el que envía sus incubaodoras a países como Camerún, Sierra Leona, Ucrania o Perú y que salvan miles de vidas de bebés prematuros

Nacer con 870 gramos de peso: familias que afrontan la llegada de bebés muy prematuros

Cada año más de un millón de bebés prematuros mueren por falta de medios para subsistir. El precio de una incubadora convencional ronda los 35.000 euros, lo que imposibilita su acceso a hospitales en países en vías de desarrollo. Lo pudo comprobar de primera mano Pablo Sánchez Bergasa cuando hizo un viaje con la universidad a Sierra Leona. Ahora, este ingeniero navarro de 32 años diseña incubadoras de bajo coste, hasta 100 veces más baratas, que distribuye a través de su ONG ‘Medicina Abierta al Mundo’ en países como Cabo Verde, Perú o Ucrania. Calcula que más de 1.000 bebés han podido salvar la vida con ayuda de las 200 incubadoras neonatales que ha enviado a estos países en los últimos años.

Uno de esos bebés es Zoe. Nació en el hospital de Ebomé, Camerún, en 2020 pesando 500 gramos (se considera prematuro por debajo de los dos kilos). “Lo iban a descartar, ya le habían puesto una sábana encima para dejarlo morir”, señala Pablo Sánchez Bergasa en conversación con este periódico. “Tenían una incubadora que les había enviado y decidieron probar pero sin ninguna esperanza”, añade. Para su sorpresa, Pablo, que monitorea desde su casa en Pamplona la actividad de las incubadoras, vio que pasaban los días y no tenía noticias del fallecimiento del bebé. “Al mes y medio me mandaron una foto de él, le habían dado el alta porque ya pesaba dos kilos y pico de peso”, celebra. Fue tal su alegría que pasado un tiempo decidió viajar hasta Camerún para llevar él mismo más incubadoras y allí pudo conocer al pequeño Zoe y a su madre. “Ver la alegría de esa madre me sirvió de motivación para seguir adelante con el proyecto”, relata este joven ingeniero navarro.

Las incubadoras tienen “lo básico” para que un bebé prematuro pueda sobrevivir. Simulan un vientre materno con un sensor de temperatura, una botella de agua con la que se controla la humedad y una luz ultravioleta para tratar la ictericia con fototerapia. Además, sus materiales son fabricados por alumnos de Formación Profesional (FP) del colegio Salesianos de Pamplona y son fáciles de transportar y montar. “Caben en una maleta e incluso en una mochila, así hemos conseguido que en Nepal, por ejemplo, un sherpa pudiera subir una a un poblazo en una zona de montaña”, cuenta Pablo Sánchez Bergasa.


Imagen de Zoe, el bebé camerunés que se salvó pesando únicamente 500 gramos gracias a la incubadora diseñada por Pablo Sánchez Bergasa.

Así, su precio de fabricación no supera los 350 euros, cien veces menos que las convencionales, y sirven para salvar vidas en países sin recursos en los que la alternativa es dejar morir a los bebés prematuros. “He llagado a ver en hospitales a bebés metidos en una caja de zapatos o envueltos en papel de aluminio cerca de un radiador”, lamenta.

El origen del proyecto ‘In3ator’, así se llama, se remonta al año 2015, liderado entonces por el también ingeniero Alejandro Escario. “Lo conocí por la prensa y quise colaborar”, apunta. “Entré en 2017 cuando solo había unos pequeños prototipos fabricados en madera y al poco tiempo me quedé yo solo porque la gente comenzó a dejarlo por temas personales”. En los ratos libres que le dejaba su trabajo en una empresa tecnológica fue perfeccionando el modelo hasta que finalmente en 2020, en colaboración con la ONG navarra ‘Ayuda contenedores’ hizo el primer envío a Sierra Leona. Desde entonces se han fabricado más de 200 que se han distribuido en más de 30 países en vías de desarrollo, así como en algunos en guerra, como es el caso de Ucrania. “Cuando hay un conflicto bélico siempre se disparan los nacimientos de bebés prematuros por el estrés al que están sometidos las madres”, explica Pablo, quien viajó hace dos años a Ucrania para llevar varias de sus incubadoras.


Pablo Sánchez Bergasa, en una visita a un hospital en el que hacen uso de sus incubadoras de bajo coste.

Su ayuda no termina una vez realiza el envío. Todas las incubadoras tienen internet y Pablo, desde su casa en Pamplona, ayuda a monitorizar los datos de cada bebé, así como a resolver pequeñas dudas que les puedan surgir a los sanitarios sobre el uso de la máquina. “Por falta de formación muchas veces dejan de utilizar maquinaria que se les dona porque les surge un problema y no saben solucionarlo, de esta forma les ayudamos a que las sigan utilizando”.

Además, en la página web de la ONG, a través de la que se puede colaborar, se puede contactar con ellos para obtener los planos de las incubadoras. Y es que al ser un proyecto solidario han decidido que sea de código abierto para que pueda ser replicado y ampliar la ayuda.

Este proyecto le ha servido al joven ingeniero navarro para ser galardonado hace unas semanas con el premio Princesa de Girona Social. Ahora, quiere aprovechar la visibilidad para crecer y llegar a más países con el objetivo de salvar “al millón y medio” de bebés prematuros que mueren al año en el mundo. De hecho acaba de dejar su trabajo para dedicarse en exclusiva a esta iniciativa solidaria. “Hasta que se me terminen los ahorros”.