Daniel Guzmán: «La culpa es fascista, te controla y no te deja evolucionar como persona»

El director estrena su tercera película, ‘La deuda’, un thriller sobre desahucios y gentrificación que también protagoniza y ha inaugurado el Festival de Málaga

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A Daniel Guzmán el barrio le sale solo. Da igual lo que dirija, que siempre se cuela. Para él, el cine está en las calles. En la gente normal. La que coge el autobús, no la que va en un Mercedes a trabajar y vive en un chalet en las afueras. Lo mostró con su debut en la dirección, A cambio de nada, donde contando la vida de un chaval de 16 años que aprende en su barrio, dónde si no, a ser adulto antes de lo que debería. También había barrio en la picaresca de Canallas, su comedia quijotesca que mezclaba realidad y ficción con un personaje tan inverosímil como real.

Y lo hay, obviamente, en La deuda, su tercera película, que llega sobre la bocina para inaugurar el Festival de Málaga. Guzmán, perfeccionista, ha estado montando hasta el último momento para contar una película donde se habla de la culpa, pero sobre todo de un sistema roto en donde una anciana de 90 años puede ser expulsada de su hogar y en el que, cuando los mecanismos del bienestar social no funcionan, solo queda recurrir al crimen.

Guzmán inició su carrera como director en este certamen. Aquí ganó la Biznaga de Oro con su ópera prima y luego ganaría el Goya a la Mejor dirección novel. Desde entonces ha medido cada paso como director. Podría haber hecho muchos proyectos por encargo, pero siempre había algo en sus entrañas que le hacía decir que no y ponerse a escribir sus propias historias. Y ahí, claro, le vuelve a salir el barrio.


Daniel Guzmán y Charo García en Málaga

Ocurre en La deuda, que también protagoniza junto a Itziar Ituño y su amigo Luis Tosar. Aunque aquí el cascarón para hablar de todo sea un thriller, hay hilos que unen esta película con A cambio de nada, y quizás el más evidente es la emotiva relación que se establece entre el protagonista, un hombre de 50 años, y una señora de 90 junto a la que vive en un piso de Madrid. No se sabe bien si tiene una relación familiar o si simplemente se encontraron por el camino y decidieron convertirse en bastón imprescindible para salir adelante. A ella, Charo García, la descubrió en un extenso casting donde vuelve a demostrar su ojo para encontrar esos rostros normales que a veces el cine parece esconder.

Guzmán llega corriendo a la entrevista con elDiario.es. Estaba chequeando la copia que se proyectará en la inauguración. No deja nada a la improvisación y le gusta que todo esté en su sitio. Aun así recupera el aire y explica que lo de que salga el barrio es porque cuenta la vida que le ha tocado vivir. “Yo cuento historias que me vienen de lo social. Todo es social, todo es político y todo forma parte de la vida”, comienza diciendo.

En La deuda hay una presencia muy grande de la culpa, un tema que le parece “interesantísimo” y que considera algo que “te castra, te controla y te condiciona, y eso viene desde la sociedad judeocristiana”. “Yo voy soltando lastre. Voy creciendo con pensamiento crítico, educándome e intentando despojarme de la culpa, pero no podemos. La culpa está intrínseca en nuestra sociedad desde que nacemos. Como elemento dramático es muy bonito, porque la culpa lo que hace es condicionar. La culpa en el fondo es fascismo, porque te controla y no te deja evolucionar como persona”, añade.

Un ‘thriller’ sobre la vivienda

Todo el mundo le está diciendo que el tema de la película, la vivienda y los fondos buitre, es “superactual”, pero él lo pone en duda. “La gentrificación lleva 50 años. El problema está en cuando tú condicionas el desarrollo de un país al servicio del ladrillo y el turismo. Eso saca a la gente de los barrios y hace que pierdan sus identidades, sus referentes y sus arraigos. Ahora la tensión por la vivienda ha llegado a un momento que es insoportable. Yo me acuerdo de que hace 15 o 20 años tú te ibas a Berlín y las casas costaban un 30% de tu sueldo, ahora aquí dedicas un 70% de tu sueldo a pagar la vivienda. Eso hace que la gente no pueda vivir de una manera digna. Pero es un problema que llevamos arrastrando mucho tiempo”, apunta con contundencia.

Ojalá esta película la vea Feijóo, Almeida, Ayuso, Abascal, Pedro Sánchez, Aitor Esteban… Que la vean todos y que genere un debate sobre la vivienda

Daniel Guzmán
Cineasta

Mientras montaba la película, El Salto publicaba la noticia de que había sido condenado por agredir a los jóvenes que ocupaban una casa vacía de su propiedad. Guzmán explica que efectivamente la casa era de su propiedad, y que unos vecinos le habían avisado de que unas personas habían entrado en ella. “Es la casa donde yo vivía, donde vivo cuando ruedo en Madrid, y que estaba a punto de reformar para que se la quedara mi madre”, aclara sobre la publicación.

“Fui a ver a los chavales y les dije que se fueran porque era morada, que no era ninguna casa de un fondo de inversión ni un activo público, que es donde yo vivía de manera asidua. Me dijeron que querían dinero, les dije que no, y fui con dos amigos cuando acabamos de jugar al futbol. Había una puerta abierta y una ventana abierta. Ellos salieron, cerraron y se mosquearon. En ese momento llegó la policía. Ellos dijeron que ya se iban, que no querían mal rollo, y que habíamos hablado. La policía les dijo que tenían que denunciar y se fueron a presentar un parte de lesiones. No tenían nada. Hubo un juicio, a mí no me lo notificaron y no fui. Entonces, obviamente lo perdí. Fueron 300 o 600 euros, porque no había ni lesión ni nada”, explica sobre lo ocurrido.

Finalmente, Daniel Guzmán decidió no recurrirlo ni dar una nota de prensa, como le sugirieron, porque si demostraba que era morada podía meter en la cárcel a esas personas. “Eso hubiera ido en contra de mis principios y por eso lo dejé estar ahí. A partir de ahí todo se ha distorsionado y se ha generado un bulo para utilizarlo de manera política. Yo no he querido entrar, pero esa no es mi manera de proceder. Mi posicionamiento político respecto a ese tema es claro. Si un Ayuntamiento le vende 3.000 viviendas a un fondo buitre por 10 euros, la gente que está en la calle tiene que buscarse la vida. Creo que en este caso se ha creado un foco donde no lo hay, pero no quiero entrar en ese juego”, zanja.

La presión de ser de barrio

Con su primer corto y su primer largo, Daniel Guzmán tenía una presión doble. No solo estrenar y que gustara, también no fallar. Como si venir del barrio le hiciera sentir que no tenía derecho a tropezar. Ya no le pasa. “Al principio sí que lo pensaba, pero luego he seguido libre y he contado las historias que me ha apetecido de una manera libre”, aclara. Su condicionante, ahora mismo, es “el perfeccionismo”. “Soy la persona que más se exige, a un nivel que no te lo imaginas. Luego llega un momento en el que ya no te puedes preocupar. Ahora estoy aquí, disfrutando, esperando que la película guste. Yo he hecho lo que he podido”, cuenta.


Daniel Guzmán en un momento del rodaje de ‘La deuda’

De las cosas que más ilusión le hacen es que ha podido venir Charo a Málaga. “Eso es único”, apunta sonriente. No sabe de dónde le sale esa querencia por las protagonistas mayores. Cree que puede ser por la relación con su abuela, que protagonizó A pesar de nada y hasta logró una nominación al Goya a la Mejor actriz revelación. “Ese es el premio, porque luego no puedes gustar a todo el mundo, y no puedo condicionarme tanto. Ahora me tengo que ir a chequear la copia de por la noche”. Lo recuerda y vuelven a entrarle las prisas. 

De momento se ha negado a aceptar encargos, y parece que seguirá así. “El problema es que tenga una historia que necesite contar. Ahí estoy muerto. Me voy hasta lugares insospechados y me arruino, me tiro diez años para hacerla… Pero es que como tenga esa necesidad estoy perdido. No te puedo decir de dónde viene. Es una necesidad vital, porque al final las historias que cuento son compartidas, son mi propia historia, pero es la historia de mis padres, la historia de mis amigos…”, subraya.

Ahora empieza a poner el lazo a La deuda y llegará otra necesidad vital, pero antes deja un deseo: “Que esta película la vea Feijóo, Almeida, Ayuso, Abascal. Que la vea Pedro Sánchez, Aitor Esteban… Que la vieran todos. Que en una pausa de una sesión de control se la pongan y que genere un debate”.