La educación de 0 a 3 años está en máximos, pero se expande de manera desigual entre comunidades y familias

La apuesta del Gobierno central y las comunidades autónomas está surtiendo efecto y España presenta tasas de matriculación por encima de la media europea, pero el reto es ampliar la gratuidad y mejorar la calidad del sistema en una etapa básica para corregir desigualdades

La gratuidad en la educación 0-3 avanza con ayudas a las privadas

El primer ciclo de educación infantil, el que va de 0 a 3 años, progresa adecuadamente (con matices). España está entre los diez países europeos con una mayor tasa de escolarización (un 55,8%, según datos del Ministerio de Educación, por encima del objetivo europeo del 45% para 2030) y ha registrado una subida de 20 puntos en una década. La apuesta del Gobierno central y las comunidades autónomas por esta etapa parece estar surtiendo efecto.

Pero ese dato medio, sin contexto, esconde diferencias regionales, no explica el efecto Mateo que se está dando y tampoco habla de los diferentes modelos que tienen las comunidades autónomas: algunas –sobre todo las 12 en las que gobierna el PP– están apostando por la gratuidad para las familias independientemente de en qué escuelas se matriculen los niños, otras por impulsar exclusivamente el sistema público. Los últimos datos del Ministerio de Educación, del curso 2023-24, muestran que el reparto entre las redes es más o menos equilibrado: un 53% acude a un centro público, un 47% a uno privado.

El desglose del dato medio de matriculaciones en la etapa muestra las diferentes realidades entre comunidades autónomas. Regiones como Andalucía, Cantabria, Euskadi o Madrid presentan tasas de matriculación con dos años del 80% o más, mientras Asturias, Canarias o Murcia se mueven en torno al 40%.

La matriculación avanza, pero sus trabajadoras –más del 90% son mujeres– no tanto: el convenio colectivo recién firmado recoge salarios en lo privado que apenas superan el SMI.

La gran apuesta

Universalizar el 0-3, o acercarse lo más que se pueda, es una de las principales apuestas educativas de las administraciones en los últimos años. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, se comprometió en 2019 a alcanzar un mínimo del 50% para este 2025, y con el año sin terminar la cifra ya se ha superado –aunque el mérito, de haberlo, sería compartido porque las competencias son autonómicas–.

Buena parte del impulso se ha dado en los últimos años aprovechando los fondos europeos next generation derivados de la pandemia, aunque alguna comunidad autónoma, como Andalucía, rechazó su parte porque las partidas tenían que ser para crear plazas públicas y prefirieron ahondar en su modelo de escuelas conveniadas, un sistema cercano al de los conciertos educativos de las etapas obligatorias.

La educación infantil tiene la capacidad de sustituir el menor nivel de estímulos en el hogar de niños y niñas desfavorecidos y reduce las desigualdades con sus compañeros aventajados

Save the Children

El primer ciclo de educación infantil se ha considerado históricamente una etapa más pensada para la conciliación familiar que con su propia identidad educativa, pero en los últimos años las administraciones se han ido convenciendo, respaldadas por la evidencia, de la importancia de que los pequeños acudan a las escuelas infantiles, especialmente para las familias socioeconómicamente más desfavorecidas. “La educación infantil tiene la capacidad de sustituir el menor nivel de estímulos en el hogar de niños y niñas desfavorecidos y, de esta forma, tiene un mayor impacto en ellos y reduce las desigualdades con sus compañeros aventajados”, explica Save the Children en su informe Donde todo empieza, uno de los principales análisis que se han realizado del sector en los últimos años.

“Numerosos y sólidos estudios demuestran que acudir a educación infantil de calidad mejora el desarrollo de habilidades cognitivas y socioemocionales y se traduce en mejores trayectorias escolares posteriores”, continúa el informe. “Por ejemplo, ampliar los años de educación infantil con la LOGSE redujo a la mitad la probabilidad de repetición de curso en Primaria”. Hay más datos que confirman la importancia de la etapa: cuando se cruza el rendimiento académico del estudiantado con los años pasados en una escuela infantil, se observa una relación directa: en el grupo de los que estuvieron entre uno y ningún año hay un 24,1% de bajo rendimiento; entre quienes pasaron tres o más años apenas supera el 6%.

Las escuelas deberían ser más flexibles. Hay familias a las que los horarios y las condiciones de las públicas no les convienen y eso provoca que no matriculen a sus hijos

Carmela del Moral

Este conocimiento llevó a las administraciones a apostar por ampliar la escolarización, empezando de arriba abajo. El 3-6 no es obligatorio en España, pero está prácticamente universalizado y asumido por los colegios. Siguiente reto: la gratuidad para los menores de dos años, donde la tasa de escolarización va cayendo: está en el 71% para los niños de dos años, en el 50% para los de uno y en el 15% para los que cuentan su vida en meses, según el INE.

De modelos y retos

El ecosistema español de escuelas infantiles de primer ciclo se compone de diferentes tipos de centro, públicos y privados, de gestión directa o indirecta estos últimos, y los gobiernos regionales están optando por diferentes modelos para asegurar la gratuidad. Aquellas comunidades en las que gobierna el PP han ido adoptado en los últimos años un modelo más o menos común en el que se prioriza la financiación de las plazas a las familias, que pueden así acudir a centros privados que los gobiernos regionales abonan mediante una especie de cheque-guardería.

Otras autonomías prefieren incrementar la oferta pública apoyándose en su parte de los 670 millones de euros que recibió el estado de Europa para crear plazas públicas y gratuitas y que repartió entre las regiones. Sin embargo, este método tiene sus peros también: los fondos dan para abrir las plazas, pero no para sostenerlas, lo que crea un gasto futuro a los Gobiernos autonómicos.

En Galicia, Murcia o la Comunitat Valenciana predomina lo privado, mientras en Asturias, Cantabria o Extremadura la preponderancia de lo público supera el 75%

Estas diferentes aproximaciones se reflejan en el reparto del alumnado por las diferentes redes: en Galicia, Murcia o la Comunitat Valenciana predomina lo privado, con más de la mitad del alumnado en escuelas particulares, mientras Asturias, Cantabria o Extremadura tienen gran preponderancia de lo público, con porcentajes que superan el 75%.

Para todas ellas, en cualquier caso, uno de los principales retos es atraer a las escuelas infantiles a las familias más desfavorecidas. Según analizó Save the Children, hay una gran diferencia en el acceso a la educación infantil en función de las familias: los niños y niñas que provienen de hogares con rentas más altas hacen un mayor uso de estos servicios. Los hogares más favorecidos utilizan este recurso el doble que los más humildes, según Save the Children.

El efecto Mateo en Infantil

Esto es lo que se conoce como el efecto Mateo: quién más tiene más recibe, y viceversa, un círculo vicioso que solo ahonda en la desigualdad entre familias. Cuestiones culturales, económicas, sociales o de modelo alejan a determinados perfiles de las escuelas, explica Carmela del Moral, responsable de políticas de infancia de la ONG. “Las escuelas deberían ser más flexibles. Hay familias a las que los horarios y las condiciones de las públicas no les convienen y eso provoca que no matriculen a sus hijos”, ahonda la experta. Y cuantos menos recursos se tienen, más difícil es adaptarse.

Otro de los problemas que presenta la etapa está en las ratios, advierte Pedro Ocaña, responsable de educación privada de CCOO. En España, salvo alguna excepción, lo normal son ocho niños por clase entre 0 y 1 año, 12 entre uno y dos y 18 entre dos y tres. “Tenemos una de las ratios más altas de Europa. La normativa ni siquiera obliga a que haya una maestra por aula, solo una por cada tres. Es habitual que esté la educadora sola, puede que con hasta 18 criaturas. Imagínate en qué situación están”.

Es un sector precarizado, con ratios altas por encima de las recomendaciones de la Comisión Europea, lo que afecta a la calidad de la educación y lo que se hace con estos niños

Carmela del Moral

A esto se suman las condiciones laborales de buena parte de estos docentes, añade Ocaña, que apenas superan el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Además, continúa el sindicalista, maestras y educadoras dedican la mayor parte de su jornada a la atención directa a los niños, los que les impide preparar clases o atender a las familias. “En realidad lo que hace es quitarles tiempo libre, porque esa otra parte también la tienen que cumplir”, matiza.

La combinación de estas circunstancias, advierte Del Moral, pone en peligro la calidad del sistema, un elemento tan importante como su expansión, según la experta. “La escuela es un elemento clave para abordar las desigualdades, y para eso es importante que esa escuela sea de calidad. Pero es habitual encontrarse un sector precarizado, unas ratios altas por encima de las recomendaciones de la Comisión Europea, elementos todos ellos que afectan a la calidad de la educación y a la intervención que se hace con estos niños”, advierte.