Paz Rojo reinstaura la esperanza de la danza experimental en España con ‘Hipersueño’

La artista madrileña se enfrenta con su danza del “no-futuro” a la soledad del artista y el ser humano en el universo neoliberal

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Hay estrenos que tienen la capacidad de aunar pasado, presente y futuro. Acontecimientos que son puertas, frontispicios entre épocas. Y el estreno de Hipersueño, de la artista Paz Rojo, ha sido uno de ellos. En un Madrid perdido, donde la danza no puede mirarse más que en espejos demasiados cóncavos, Paz Rojo, santo y seña de la danza experimental de este país, presentó una pieza seca, triste y geométrica. Un enorme trabajo que instaura un ancla en una época donde la nueva concepción cultural de la derecha tradicionalista y neoliberal quiere que no haya nada. 

El estreno se vivió dentro del Festival Domingo organizado por La Casa Encendida, última edición del único festival que sobrevivía en la capital dedicado a las artes escénicas experimentales. El espacio elegido fue Réplika Teatro. Tan solo una función. La sala estuvo a rebosar, hubo gente que se quedó fuera y entre los espectadores se dieron cita varias generaciones de la danza y las artes vivas entre las que se encontraba la directora del Instituto Nacional de las Artes Escénicas y la Música, Paz Santa Cecilia. 

El público sabía de la importancia del estreno. Paz Rojo lleva desde el año 2000, en que creó una pequeña pieza llamada It’s my ass you’ve been thinking about, desplegando una carrera propia, solitaria, pero que siempre ha tenido una buena respuesta de público. Aquel trabajo, en que una Paz Rojo todavía joven saltaba sobre una de sus piernas hasta la extenuación, donde el espectador acababa mirando una rodilla que no se sabía bien cómo aguantaba la fuerza e insistencia de los saltos, auguraba ya uno de los recorridos más relevantes de la danza de nuestro país. 


Un momento del espectáculo de Paz Rojo en La Casa Encendida

A partir de aquella pieza, esta madrileña, formada en uno de los santuarios europeos de la danza, el SNDO de Ámsterdam, ha desplegado una de las luchas de supervivencia y coherencia más titánicas de la escena. El público sigue recordando la maravilla que también mostró en Domingo hace cuatro años, Lo que baila, y también trabajos anteriores como aquella obra profética que vislumbraba ya en 2011 la brecha que supondría el 15M, Lo que sea moviéndose así. Trabajos sacados a puro pulmón. Pero no se trata de heroísmos, sino de entender el contexto y la carga de significación que sobrevolaba el estreno de Hipersueño

De Guy Debord a hoy 

En el año 1967 Guy Debord escribió un libro de 221 pequeños textos, La sociedad del espectáculo. En el primero de ellos decía: “Toda la vida de las sociedades en las que dominan las condiciones modernas de producción se presenta como una inmensa acumulación de espectáculos. Todo lo que era vivido directamente se aparta en una representación”. Libro profético que hoy ha llegado a su máxima expresión. 

Madrid es el epicentro de esa culminación “debordiana”, una ciudad que, en vez de aglutinar talento, lo destruye. Hoy ya podemos decir que Madrid ha acabado con todos sus espacios de exhibición para la danza experimental. Tan solo queda la visión productiva, netamente cuantitativa y capitalista de los Teatros del Canal y la política tradicionalista de escaparate del nuevo Centro Danza Matadero. 

Pues bien, la danza de Rojo lucha contra todo esto y no lo hace desde la reivindicación, sino desde otra manera de relacionarse con la danza, desprendida del esquema neoliberal, que se postula más allá de la extenuación y el agotamiento; y que clama que no hay que proyectarse al futuro, hacer carrera o producir, sino atender a esa danza que ya está pasando antes incluso del hecho escénico. 

Además, en Hipersueño Rojo cuenta con otro de los referentes de la escena y el movimiento de este país: Arantxa Martínez. Ambas son cocreadoras de esta pieza que abre un espacio de pura reflexión hecha movimiento. Sus desplazamientos nacen de la cinética ya existente en el cuerpo. No se coreografía, se escucha al cuerpo. Así vemos movimientos que parece surgir de lo cotidiano, de gestos propios de un cuerpo que se ausculta, se restriega, que con los brazos intenta abarcar, que aleja o acerca espacios y posibilidades.

Los movimientos no terminan y acaban donde empieza otro, instaurando así un devenir de gran capacidad evocadora, creando un relato que el espectador va adaptando a su retina. Es increíble cómo un trabajo tan conceptual y abstracto, donde no hay promesa de sentido, sino pura continuidad agarrada al accidente, habla del interior espiritual de las dos bailarinas. Cómo en ese fluir se va instaurando una “corriente de consciencia” que narra desde el cuerpo al modo en que su día narró para la literatura el Ulises de Joyce o El ruido y la furia de Faulkner. 

Pero lo que hace que Hipersueño suba incluso un peldaño más con respecto a otros trabajos anteriores es la formalización del espacio y una dramaturgia que se adentra en lo geométrico. En un suelo de danza incompleto, le faltarán dos esquinas, dos vacíos que son las propias bailarinas, Rojo y Martínez serán dos opuestos y serán uno al mismo tiempo. 

Una bailará mientras la otra reposa con los ojos cerrados. Intentará entrar en contacto con el cuerpo inerme que tiene al lado. No habrá respuesta. Otra gritará “hola”, nadie contestará, gemirá buscando el cuerpo de la otra, no encontrará reacción alguna. La pieza habla de la soledad, pero será una soledad múltiple: la de un arte abandonado que grita en un escenario, la de un artista que lleva años clamando en el desierto, pero también la pieza es un diálogo con uno mismo. Hay un momento en que Rojo ausculta el pecho de Martínez, insistentemente. Ahí el espectador ve que cuando mete una mano amorfa, un puño que no llega a serlo, en el pecho de su compañera, lo está introduciendo en su propio pecho. 

En ese momento la pieza se transforma en tragedia, en monólogo interior de una Virginia Woolf de la danza que se ausculta y no encuentra repuesta, que se mira y no ve. El trabajo es de una exposición inmensa, sin aristas. Pasa de lo social a lo espiritual sin que haya frontera. Y en ambos territorios el panorama es seco y árido. Pero, al mismo tiempo, Hipersueño es una ola de esperanza, un grito de libertad y de independencia, de capacidad y respuesta. Es certidumbre de que todavía quedan artistas resistiendo a un sistema que quiere abolir la experimentación y todo el pensamiento crítico que conlleva. 


La artista madrileña se enfrenta con su danza del “no-futuro” a la soledad del artista

Es importante señalar que el estreno se acompañó de la publicación del ensayo de Rojo Bailar en la era del No-Futuro (La Uña Rota). Un excelente y profundo estudio donde la artista y pensadora dibuja el contexto social y filosófico de una danza que es una propuesta ética y estética políticamente comprometida. Es un libro llamado a ser leído por generaciones. Otra manera de lucha contra el intento de amnesia, de borrado, que se lleva aplicando a la danza en este país desde hace decenios. 

Y esperanza ha sido también esta quinta edición de Domingo donde se han podido ver hermosos trabajos de Nilo Gallego o Itziar Okariz, y trabajos que abren futuro como el de la portuguesa Luisa Saraiva o la joven compañía navarra Las Nenas Theatre. Domingo, dirigido por Fernando Gandasegui, no seguirá. Pablo Berástegui, director de La Casa Encendida, ha anunciado a este periódico que ya está trabajando en un nuevo proyecto con la artista María Jerez. 

Cada vez son menos los espacios para las artes vivas y las escénicas experimentales. Estas corrientes, que a comienzos de siglo se daban en los espacios independientes, creyeron que el teatro público podía ser una solución a su falta de visibilidad y recorrido. Hoy la respuesta está siendo clara. No se puede depender del poder político. Por eso, el estreno de Hipersueño tiene algo de histórico y esperanzador.

La función, aunque auspiciada por La Casa Encendida, se dio en la sala independiente Réplika. Una sala que además ha presentado una programación espectacular donde, por ejemplo, se hará un ciclo sobre la nueva escena polaca de gran interés. La programación de Réplika es también una contestación a ese sistema cultural que de manera nada inocente está apostando por la espectacularización acelerada. Madrid llevaba años aletargado e Hipersueño es la constatación de un despertar, de un resurgir.

La pieza, por ahora, visitará en julio el Festival Internacional de Citemor en Portugal, luego ha sido invitado en noviembre al festival europeo Europalia que este año está dedicado a España. También, este periódico ha podido saber que estará en Barcelona la temporada que viene en el Mercat de les Flors dentro del ciclo Hacer Historia(s) comisariado por el colectivo La Poderosa.