Este martes Mendizabal, quien también es parlamentario del PNV, ha presentado junto al pianista Josu Okiñena el disco ‘Iragana betikotzen’ que se conforma con obras para piano y txistu por los compositores capuchinos ‘Aita Donostia’ e Hilario Olazaran, escritas en la primera mitad del siglo pasado
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A las 10.30 horas de este martes ha presentado su nuevo proyecto musical, ‘Iragana Betikotzen’ y dos horas más tarde, tras realizar la entrevista con este periódico, ha participado en una comisión política. Es la agenda de Garikoitz Mendizabal (Zestoa, 1973), licenciado en Música por la especialidad de txistu –instrumento de música popular vasca que consiste en una flauta de pico vertical de tres agujeros– y antiguo director de las bandas municipales de txistularis de Vitoria, Donostia y Bilbao, además de parlamentario vasco y concejal de Zestoa por el PNV. Para él, una rutina que puede resultar llamativa, pero que lleva con total naturalidad. “Estamos más acostumbrados a ver personalidades políticas de relevancia teniendo un gabinete de abogados, siendo médicos o profesores de Universidad. En mi caso, soy músico, soy txistulari, e intento compaginar ambos trabajos. Por el momento no he tenido ningún problema, sé cuáles son las prioridades aunque entiendo que es atípico un político con mi perfil”, reconoce. Una excompañera suya, Rakel Molina, era monologuista.
Para Mendizabal, el txistu, más que una afición o un trabajo, es su “modo de vida”. “Para mí lo es todo, es una forma de vida, una vocación. Empecé de forma muy precoz y luego me dediqué profesionalmente y he intentado investigar, indagar y profundizar en la interpretación, porque la música es muy amplia. Me encuentro muy a gusto tocando en todo tipo de registros, ya sea música comercial, jazz, tradicional, clásica, contemporánea o lo que me echen”, detalla.
Tal es la relevancia del trabajo de Mendizabal que ha conseguido que el txistu traspase fronteras. El pasado julio viajó a Corea del Sur, concretamente a la ciudad de Seongnam, muy próxima a Seúl, para tocar un concierto junto a la Seongnam Philarmonic Orchestra, dirigida por el prestigioso maestro Nanse Gum. Según afirma, pese a tratarse de un instrumento tradicional vasco, las nuevas generaciones han conseguido integrarlo a la música más moderna y darle una nueva vida, además del respaldo social que tiene en Euskadi, por lo que está viviendo “un buen momento”.
Garikoitz Mendizabal cuando en 2022, durante la pandemia, se incorporó a su escaño en el Parlamento vasco
“Tenemos una historia escrita e investigada que nos avala. El txistu está presente en muchos eventos sociales, tanto en homenajes como en dantzas y actos institucionales de todo tipo. En los últimos 20 años van saliendo muchos txistularis del conservatorio y se dedican a crear propuestas nuevas a nivel más comercial. Eso nos beneficia”, sostiene a la vez que reconoce que existen algunos “puristas” del txistu que no ven esas novedades con buenos ojos.
Precisamente, uno de los últimos homenajes en los que ha sonado el txistu de Mendizabal fue el homenaje del lehendakari Iñigo Urkullu, el pasado viernes en Durango. En el acto, que arrancó con una interpretación de una sinfonía de Beethoven, Mendizabal tocó el txistu e invitó al lehendakari a hacerlo juntos en una próxima ocasión.
Este martes Mendizabal ha presentado junto al pianista Josu Okiñena el disco ‘Iragana betikotzen’ que se conforma con obras para piano y txistu por los compositores capuchinos ‘Aita Donostia’ e Hilario Olazaran, escritas en la primera mitad del siglo pasado. “Hemos grabado y, con ello, rescatado obras que forman parte de nuestra historia musical, pero que por no considerarse suficientemente serias o por otros motivos jamás han sido grabadas en un disco”, indica el txistulari.
‘Iragana Betikotzen’ se compone de doce obras distribuidas en 26 cortes y, además de las piezas de los citados compositores capuchinos, los músicos también han incluido un arreglo de Le Basque eta La Biscayenne, de Marín Marais, y el Ave María y Oblivion, de Astor Piazzolla. El objetivo principal de este trabajo, más allá de “recuperar, grabar y difundir” esas melodías escritas en el siglo pasado, es elevar el uso del txistu, un instrumento con raíces en la tradición popular, a música de cámara.