Sara Mesa: «El sistema burocrático parece un parásito altamente resistente pese a sus errores»

La escritora resquebraja el funcionamiento de la Administración pública que conoció de primera mano en su nueva novela, ‘Oposición’: «Si los trabajos son absurdos, seremos absurdos, porque es lo que se espera de nosotros»

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Sada es una joven entusiasta que acaba de incorporarse a trabajar a la Administración pública. Es decir, acaba de lograr la gran gesta, el gran hito, a lo que aspira –y debe aspirar– toda persona sobre la faz de la Tierra: la estabilidad laboral. Pero, ¿qué pasa si esta se materializa, en realidad, en un trabajo inútil? ¿Si al llegar a la oficina pasas días sin tener nada que hacer y, peor aún, que cuando alguien se digna a darte directrices a cuentagotas, te das cuenta de que no tienen sentido, no son prácticas, ni eficientes, inútiles?

Esta es la frustración y desasosiego a los que está sometida –como tantas otras funcionarias– la protagonista de Oposición (Anagrama), la nueva y punzante novela de Sara Mesa. La escritora reconoce que hay mucho de ella en su personaje, ya que ella misma fue una de las tantísimas personas que encontró en opositar la vía para encajar, trabajar, ganar dinero, ganarse la vida.

“Si los trabajos son absurdos, seremos absurdos, porque es lo que se espera de nosotros”, reflexiona la autora de Un amor y La familia, que puso como condición para realizar esta entrevista que fuera a través de un cuestionario online. El sistema burocrático, que considera “fallido”, es el que ha resquebrajado en unas páginas en las que no caer en la caricatura ha sido “muy difícil” por lo a “exageración o tópico” que puede sonar narrar “algunos de los disparates burocráticos, los laberintos, contradicciones y errores, y el sostén humano” que los posibilita.

¿Cuánto hay de Sara Mesa en la Sada protagonista de Oposición?

En todos mis personajes deposito algo mío, pero en este caso hay mucho más, dado que la mayoría de las situaciones que observa esta Sada (tal como ella se presenta, debido a los nervios y su problema de frenillo), son situaciones que observé yo cuando trabajé en la Administración pública. No todas las cosas que le ocurren a ella no me han ocurrido a mí, pero su mirada es la mía.

¿En cuánto de seres absurdos nos convierten las dinámicas laborales?

Si los trabajos son absurdos, seremos absurdos, porque es lo que se espera de nosotros. En el caso de la burocracia, que es el ámbito laboral que describo en este libro, yo prefiero hablar de trabajos inútiles, de modo que la correlación es aún más terrible: si desempeñamos tareas inútiles, somos inútiles. Y si no se nos dan tareas, se nos anula como trabajadoras.

Saber cómo funciona la Administración pública y querer contarlo sin caer en la caricatura parece complicado, ¿cómo midió el tono?

Fue muy difícil y, de hecho, no sé si lo conseguí del todo. Describir las cosas tal como son a veces es inviable, narrar algunos de los disparates burocráticos, los laberintos, contradicciones y errores, y el sostén humano que los hace posible, puede sonar a exageración o a tópico. Pero por desgracia, casi todo lo que cuento aquí es real y los personajes están basados en personas reales que, en algunos casos, eran hasta más extravagantes de como los retrato.


Sara Mesa, autora de la novela ‘Oposición’

Más allá del tono, entiendo que la inclusión del lenguaje burocrático fue también uno de los puntos importantes, por el público que quizás no fuera a estar tan familiarizado con él, ¿cómo se lo planteó?

En realidad está muy modificado para ser digerible. Si llego a utilizar lenguaje burocrático puro, mato a los lectores. Por ejemplo, la resolución de expediente que se incluye en la última parte no es más que un modelo simplificado de lo que sería en la realidad. Al final de lo que se trata es de ver cómo contrasta no solo con el lenguaje cotidiano, sino también con el creativo.

¿El sistema burocrático y de funcionariado, son fallidos?

Rotundamente sí. Por supuesto, no hablo de los funcionarios de educación, sanidad, seguridad, etc., sino de quienes se encargan de tramitar la insana cantidad de papeleo que nos inunda. Pero, como ya decía Max Weber, y mira que ha llovido desde entonces, los fallos de la burocracia tienden a arreglarse generando más burocracia, y esto incluye la reciente digitalización, de modo que ahora mismo el sistema es monstruoso y genera mucha frustración y lejanía con la gente.

¿Cree que tiene solución a que el sistema burocrático sea fallido? ¿Por qué piensa que, pese a que hasta siendo evidente que no funciona, perdura?

Sí que creo en la posibilidad de cambio, otra cosa es que para ello haga falta una remodelación completa de una manera de funcionar que lleva en pie tanto tiempo. Que el sistema burocrático perdure a pesar de todo es algo que siempre me sorprende. Parece casi como un organismo autónomo, parasitario de la sociedad, altamente resistente a pesar de todos sus errores. Supongo que hay algo tranquilizador en la monotonía, la repetición de reglas, la seguridad y la estabilidad laboral. Dado el panorama exterior, incluso el aburrimiento puede resultar atractivo.

Que el sistema burocrático perdure a pesar de todo es algo que siempre me sorprende. Parece casi como un organismo autónomo, parasitario de la sociedad, altamente resistente a pesar de todos sus errores

Sara Mesa
Escritora

¿Está beneficiando a alguien realmente?

En mi opinión, no, aunque hay quien piensa que el funcionariado es un sector privilegiado.  

¿No hay sistema, ni siquiera el público, a nivel laboral, que no esté corrompido?

Es evidente que, al menos en ciertos niveles, las condiciones laborales en el sector público son mejores que en el privado, lo cual no significa que no haya explotación (que se lo cuenten a los sanitarios que atienden en urgencias o a los profesores saturados de papeleo), ni que en la empresa privada no haya burocracia (no hay más que ver la cantidad cada vez mayor de trámites que hay que hacer con los bancos, las compañías de seguros o las telefónicas). Público y privado empiezan a mezclarse cada vez más, y no de la mejor manera. 

¿A cuál de los dos ámbitos le augura mejor futuro?

A ninguno. Lo privado se llena de burocracia cada vez más, de, en la categorización de David Graeber, ‘trabajos de mierda’, es decir, inútiles, mientras que lo público se vuelve más complejo e ineficaz importando lenguajes y maneras del sector privado, solo como barniz, para dar la impresión de que la maquinaria está modernizándose: comités que valoran lo que hacen otros comités, datos sobre rendimiento, celebración de congresos, etc.  

Teniendo en cuenta la cantidad de gente que trabaja en la Administración pública y lo aspiracional que es para muchos, ¿cree que vivimos engañados pensando que es el trabajo ideal cuando puede no serlo? ¿Deberíamos rechazarlo en mayor medida y no vivirlo casi como una corriente que seguir a nivel social?

Yo no creo que nadie se engañe. No creo que nadie piense que el trabajo ideal está en una oficina burocrática. De hecho, una pregunta que me hago a menudo es quién quiere de verdad trabajar en la Administración, qué es lo que motiva realmente a las personas a opositar. Porque yo creo que es el deseo de estabilidad laboral y el miedo a la incertidumbre, algo muy lógico. Yo esto no lo juzgo, yo pasé por ahí.  

No creo que nadie piense que el trabajo ideal está en una oficina burocrática. De hecho, a menudo me pregunto quién quiere de verdad trabajar en la administración, qué es lo que motiva realmente a las personas a opositar

Sara Mesa
Escritora

¿Deberíamos aspirar a trabajos en los que trabajar menos, en vez de en los que trabajar más?

En ciertos trabajos sin duda, pero aquí justo lo que planteo es lo contrario, la necesidad de ser útil, de desarrollar nuestras capacidades y talentos para hacer un trabajo que sirva a los demás, que es supuestamente para lo que una se convierte en funcionaria. Mi protagonista no se amarga por trabajar mucho, sino por trabajar poco.

¿Puede que parte del problema sea que se nos educa en encontrar el ‘trabajo de tus sueños’ y que eso, en realidad, no existe?

Dentro de que el libro no va de esto, lo más que puedo decir es que en este caso a lo que nos educa es a encontrar estabilidad económica y seguridad –el trabajo fijo–, que es lo que hace que mucha gente se presente a oposiciones, debido en gran medida al miedo que hay a la explotación laboral.

Entre los temas que subyacen en la novela, hay un trastorno alimentario, ¿por qué quiso introducirlo?

Porque la protagonista tiene problemas y una vida compleja, como cualquier otra persona, no quería reducirla a su papel de observadora en la oficina. También porque las personas con trastornos de este tipo están en todos sitios, sentadas a nuestro lado, haciendo todo tipo de cosas, sin que nos demos cuenta. La incomunicación está muy presente en las oficinas, aunque se comparta tiempo y espacio durante años.

¿En qué punto la monotonía puede transformarse de costumbre a necesidad?

Esto es una idea que tomé de un libro de Robert Walser, que retrató muy bien la vida en las oficinas. Es el miedo a adocenarse, a acomodarse y conformarse, a acabar sucumbiendo, a dejar de sorprenderse, a que la mediocridad reinante acabe invadiéndote, porque en muchos casos no te queda otra, salirse de lo establecido no se permite.

La incomunicación está muy presente en las oficinas, aunque se comparta tiempo y espacio durante años

Sara Mesa
Escritora

El ‘destape’ de las acciones de Sada, se expone casi como principal problema que los escándalos se hagan públicos, como si esa exposición fuera lo relevante, y no su resolución. ¿Cuántos problemas internos en las empresas se tapan y no resuelven precisamente por esto?

Exacto, ese es justo el problema, que todo es una pantomima, una falsedad. Sin desvelar el final de la novela, vemos que la protagonista se convierte en una especie de acusación involuntaria contra todo el sistema funcionarial. En su defensa, aplica una lógica muy pura, casi ingenua, que va desmontando las trampas con las que se maneja la burocracia. Ejerce, sin pretenderlo, el papel de señalar al emperador desnudo.

En la novela se denota el clasismo que se da igualmente en la Administración pública, ¿no debería ser un espacio de mayor igualdad, teniendo en cuenta que el sistema de entrada es por examen?

Yo no creo que en la Administración haya exactamente clasismo. Lo llamaría otra cosa: jerarquía, autoridad arbitraria. Es raro, diría casi imposible, encontrar personas de clase alta trabajando en la Administración. De hecho, la Administración está llena de gente que tenía aspiraciones de mejora, que se chocó de frente con la dura realidad del mercado laboral y decidió opositar. Otra cosa es la clase política que también está ahí dentro, asesores, etc., que en la novela están representados por el consejo de sabios que toman decisiones; normalmente este tipo de puestos no los ocupan funcionarios.

¿Ha cambiado en alguna medida escribir este libro su manera de entender o digerir su propio paso por la Administración pública?

Más que cambiar, me ha supuesto un reto ser capaz de contar lo que pensaba de todo aquello y no había sido capaz de expresar hasta ahora. Hacerlo de la manera más libre posible, tratando de ser respetuosa con quienes trabajan ahí dentro, pero sin poner paños calientes ni suavizar mis impresiones.