Cresques Abraham y Jafudà Cresques tenían dos ventanas para mirar el mundo sin salir de la ciudad amurallada en la que vivían. Una, tras las paredes de su casa, situada en el barrio de los judíos. Padre e hijo disponían de una biblioteca que condensaba el conocimiento de muchos siglos. Mitos, religión, filosofía, astronomía, botánica, geografías. Fe y ciencias, datos para iluminar lo desconocido. Aunque no pudieran comprobarlo, y su credo, el judaísmo, dijera, literalmente, lo contrario, se fiaban de Aristóteles y Ptolomeo e intuían que la Tierra no era plana. La otra ventana era el puerto.