Cómo cambian las cosas en doce meses. Un año después de iniciar la furiosa defensa de su novio, Ayuso prefiere ahora que sea él quien lleve la iniciativa. «Tendrá que explicarlo él. Es que yo no puedo hacer más, porque yo sé hasta donde sé», dice en una confusa entrevista con Carlos Alsina
Las peritos de Hacienda ratifican ante la jueza que la pareja de Ayuso usó facturas falsas para defraudar 350.000 euros
Isabel Díaz Ayuso está despistada. No, no es porque el Ministerio de Defensa le haya dejado sin minidesfile militar en los actos del 2 de mayo. Ahí está dolida. No poder pasar revista a las tropas le duele en su corazón en el que cabe toda España y parte del extranjero. De entrada, está “despistada”, según confesión propia, por lo que está haciendo Donald Trump. Ya no se atreve a presentarse como candidata a servir de puente en las relaciones entre España y Estados Unidos, como dijo al poco de su elección. Su reacción actual es muy diferente: “Nunca había visto algo así”. Cómo será el nuevo espectáculo de la Casa Blanca que hasta Ayuso no da crédito a lo que ve.
También acarrea un cierto nivel de despiste con la situación de su novio Alberto González Amador, aunque en este caso se debe a lo difícil que es sostener una versión tan alejada de los hechos. Y a nada que le aprieten, más complicado es no descarrilar en la respuesta. Es lo que le sucedió en la entrevista con Carlos Alsina el jueves en Onda Cero. No hacía más que afirmar que esto se debería haber solucionado con el pago de una multa. El periodista tuvo que recordarle más de una vez que el fraude fiscal –cuando supera la cantidad anual de 120.000 euros– también se castiga con pena de cárcel. Ayuso debe de ser la única presidenta de un Gobierno que lo desconoce. O que finge que lo desconoce.
El comienzo de la entrevista puso el listón muy alto.
Alsina: “¿Qué opina la presidenta de la Comunidad de Madrid de quienes banalizan el fraude fiscal?”.
Ayuso: “No sé. ¿A quién te refieres? ¿Quién banaliza con el fraude fiscal?”.
Alsina: “Pues por ejemplo quien trata de hacer pasar un presunto delito de fraude fiscal por una simple multa que se paga porque se ha demorado uno en el pago de una deuda tributaria”.
Ayuso: “Eso va por mí, ¿lo dices?, ¿va por mí?”.
Alsina: “Efectivamente”.
Ayuso: “Ah, vale. Pues pregúntame directamente”.
Una vez aclarado lo que era bastante obvio, Ayuso pasó a negar que banalizara el fraude fiscal y a decir que todo el mundo tiene que pagar sus impuestos. De inmediato, mencionó lo de la multa y Alsina le recordó que se habla de dos presuntos delitos fiscales. Y ahí pasó a divagar sobre que siempre le van a criticar si habla de ese tema o no habla. Al meterse en el meollo de la pregunta, empezó a patinar: “Y pienso que si alguien paga un impuesto fuera de plazo y no lo ocultas a la inspectora y está dentro de la inspección, puede ocurrir que la inspección te multe, como le ocurre a decenas de miles de autónomos en toda España, o puede ocurrir que caiga una multa”.
Si esta transcripción literal de ese fragmento de la entrevista no tiene mucho sentido –puede ocurrir que te multen o que te multen, dice–, el lector no debe culparse y achacarlo a su falta de conocimiento sobre temas fiscales. Ella habla así cuando se pone nerviosa.
Entre toda esta confusa maraña de argumentos circulares exculpatorios que se basan en la idea ¿por qué no dejan pagar una multa a mi novio y lo dejan en paz?, lo que quedó claro es que la líder del PP de Madrid ha perdido algo de ardor guerrero en la defensa de los intereses de su pareja. Para ello, había reclutado a su jefe de gabinete, Miguel Ángel Rodríguez, este último centrado en el acoso a los periodistas, como los de este diario, que fue el primero en informar sobre la investigación.
Alsina quiso preguntarle si consideraba inocente a Amador, un dato que es relevante, aunque no pase de ser una opinión. Ahí Ayuso se escabulló, lo que es raro en alguien que presume de responder a todas las preguntas. “Déjeme que le pregunte directamente. El señor González Amador se declara inocente del fraude fiscal”, le planteó para ver si quería confirmarlo. Ayuso esquivó la bala para no tener que hacerlo: “El señor González Amador va a ir a un juicio, donde ha pedido ir a declarar para explicar todo esto”. Aquí estaba confundiendo el juicio, que aún no tiene fecha, y su declaración inminente como imputado el 10 de abril. Que, por cierto, no ha solicitado él, por mucho que ella lo presente así, sino que le ha convocado la jueza.
“Yo no puedo hacer nada”, continuó. “Yo represento los intereses de la Comunidad de Madrid por encima de los de González Amador y los míos”. Se estaba escaqueando, con lo que Alsina volvió a preguntar por lo mismo. “El 10, explicará todo lo que ha pasado ahí”, se limitó a responder la presidenta de Madrid. “Tendrá que explicarlo él. Es que yo no puedo hacer más, porque yo sé hasta donde sé”. “Usted sabrá todo”, intervino un algo sorprendido Alsina. “Hay una parte que no, porque no va conmigo”, explicó Ayuso de aquella manera. Y como no tenía mucho más que decir, pasó a afirmar que ella trabaja por Madrid “desde las seis de la mañana hasta las doce de la noche”. Es un horario del que Alekséi Stajánov hubiera estado orgulloso.
Con tanto tiempo en el despacho, como para tener tiempo para ocuparse de un novio al que han pillado engañando a Hacienda, según ha dejado claro por escrito la Agencia Tributaria.
Cómo cambian las cosas en un año. No fue esa la actitud de Ayuso en la rueda de prensa en Leganés del 13 de marzo de 2024 en la que inició la operación de defensa de los intereses de su novio unas semanas después de que su abogado reconociera en una comunicación con el fiscal que “ciertamente” se habían cometido dos delitos fiscales. En esa cita con los medios, Ayuso denunció que se trataba de una operación de “todo el poder del Estado” contra Amador y que él no debía dinero a Hacienda, sino que era el revés. Con su lenguaje, desacreditaba el trabajo de la Agencia Tributaria al referirse a una “inspección salvaje” que había sido “sacada de quicio”.
Un año después de la furiosa defensa en Leganés del dueño del piso de dos plantas en que vive, Ayuso está ahora más en la línea de acogerse a la quinta enmienda. Sólo le faltó decir: a mí no me preguntes, yo solo vivo allí.
Como era previsible, continuó alegando que todo esto es “una operación montada por Moncloa” y que “el presidente ha perdido los papeles conmigo”. Se desconoce qué papel tuvo Moncloa en la elaboración de las facturas falsas de Amador detectadas por la Agencia Tributaria, por no hablar de su “comportamiento mendaz” y su “conducta defraudatoria”, según aparece en el informe de la jefa de los inspectores del equipo regional de delito fiscal en Madrid. Una vez más, Ayuso se presentó como víctima, el papel doliente que más le gusta y que compatibiliza con su estilo tan singular con la máxima agresividad contra sus rivales.
Ayuso se vio delatada por los nervios en algunos momentos de la entrevista, que no es la primera vez que le ocurre en ese programa. El truco de hablar mucho para que no le interrumpan con nuevas preguntas a causa de respuestas no muy convincentes no le funciona con Alsina en Onda Cero, aunque sí con Ana Rosa Quintana y Susanna Griso. Con las presentadoras de Telecinco y Antena 3, no es que le hubiera servido con recurrir a la teoría de la multa que salvará a Amador. Es posible que ambas hubieran aceptado pagarla de su bolsillo.