La ciudad murciana busca la declaración de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco para su Bordado, una tradición que se remonta a la Edad Media y que produce verdaderas joyas artísticas
Hubo un tiempo en que Lorca (Región de Murcia), situada en una estratégica posición geográfica en la frontera entre los reinos cristianos y el Emirato nazarí de Granada, se alzó como un enclave de conflicto, intercambio y, finalmente, de convivencia entre civilizaciones.
A pesar de la conquista cristiana por parte de las tropas de Fernando III de Castilla en 1244, durante siglos la ciudad aún siguió siendo el hogar común de cristianos, musulmanes y judíos. Un multiculturalismo que forjó un legado que pervive en su patrimonio arquitectónico, sus tradiciones y su identidad y que también fue clave para el nacimiento del Bordado Lorquino.
Y es que el carácter fronterizo de Lorca no solo la convirtió en un punto clave en la producción y el comercio de textiles, fundamentalmente la seda, sino que favoreció el intercambio de técnicas de tintes, hilados y bordados.
Indumentaria de los personajes del grupo de Nabucodonosor expuesta en el Museo de Bordados del Paso Blanco (muBBla).
En la ciudad se afincaron artesanos procedentes de Andalucía especializados en la confección de brocados, un tipo de tejido de lujo realizado a partir de patrones en relieve, similar al “canutillo de oro” que continúa usándose hoy.
Eran los brosladores, precursores de un arte, el Bordado Lorquino, que en 2014 fue declarado Bien de Interés Cultural en España y que ahora puja fuerte por convertirse en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad de la Unesco.
Cuando ellas se convirtieron en artesanas
Hasta bien entrado el siglo XVIII, la tradición del bordado en Lorca era principalmente familiar y estaba reservada en exclusiva a los varones. Ellos eran los artífices del denominado ‘bordado erudito’, destinado en esencia a la confección de prendas para ornamentos religiosos.
Pero en 1779, una Real Orden de Carlos III permitió a las mujeres convertirse en artesanas de la aguja. Eso lo cambió todo. Hoy, son principalmente ellas las guardianas y transmisoras de esta valiosa tradición.
A partir del siglo XIX y hasta ahora, el bordado lorquino ha alcanzado un nivel artístico excepcional, con las mujeres ya en el control de los talleres de bordado y consolidando su posición como auténticas maestras artesanas.
Un reconocimiento social que no siempre ha ido ligado al laboral. A finales de la pasada década, las bordadoras denunciaron su precaria situación: cobraban 5,5 euros por hora y funcionaban como “falsas autónomas”. No fue hasta 2021 cuando las cofradías para las que trabajan empezaron a cotizar por ellas a la Seguridad Social.
Una medida que ha sido también esencial para preservar un pilar fundamental del patrimonio cultural lorquino, porque son sus manos las que confeccionan los exquisitos bordados de los mantos, túnicas y estandartes de los Pasos –Blanco, Azul, Encarnado, Morado, Negro y Resucitado– que desfilan en esa Pasión diferente que es, sin duda, la Semana Santa de Lorca.
Una Semana Santa única en el mundo
En torno a estas seis cofradías se organizan los denominados Desfiles Bíblico-Pasionales de Lorca, una de las manifestaciones más espectaculares y singulares de la Semana Santa en España. En ella, a lo largo de la Carrera –la avenida Juan Carlos I, arteria principal de la ciudad– se conjugan religiosidad y la representación en vivo de pasajes del Antiguo Testamento y de la historia de Egipto, Etiopía y Roma.
Este carácter excepcional fue crucial para que, en 2007, la Semana Santa de Lorca fuera declarada Fiesta de Interés Turístico Internacional. Un reconocimiento a una celebración que tiene 169 años de antigüedad y que posee características únicas.
Reina de Saba. Paso Blanco.
Ataviados con sus respectivos mantos, primorosamente bordados, personajes de culturas precristianas como Tiberio, Moisés, Julio César, Nerón, la reina de Saba o la mismísima Cleopatra, pasean teatrales en espectaculares carrozas y bigas tiradas por excepcionales caballos traídos para la ocasión desde las mejores cuadras del país.
Pero aún hay más. La Semana Grande de Lorca divide al pueblo en blancos y azules, azules y blancos. La rivalidad llega al punto de que unos se sientan frente a los otros en la Carrera y gritan enfervorecidos al paso de las cuadrigas de los suyos, o responden con cólera a las provocaciones y acrobacias de los jinetes del bando contrario.
Cuadriga azul en la Carrera
Detrás de este espectáculo inenarrable y que hay que vivir dejándose arrastrar por el entusiasmo que contagia, hay un arduo trabajo que dura todo un año. Décadas, si hablamos de algunos bordados.
Millones de puntadas y miles de horas de trabajo
En el Paso Blanco (Real y Muy Ilustre Orden de la Archicofradía de Nuestra Señora Del Rosario), la comisión artística y las bordadoras llevan trabajando sin descanso desde 2022 en el nuevo manto de su titular, la Santísima Virgen de la Amargura. La pieza se ha concebido como un regalo del “pueblo blanco” a la imagen, por lo que se ha habilitado un número de Bizum al que pueden realizarse donaciones a razón de cinco euros por puntada.
La obra se emprende cuando está a punto de cumplirse el centenario del estreno del legendario manto diseñado en 1910 por Emilio Felices –también autor del sublime estandarte de la Oración en el Huerto– y que fue bordado entre 1915 y 1925. Ahora es necesario preservarlo dado su “incalculable” valor artístico y sentimental, en palabras del presidente de la cofradía, Ramón Mateos, por lo que pasará a formar parte definitivamente del Museo de Bordados del Paso Blanco (muBBla) cuando esté terminado el nuevo.
Manto de la Virgen de la Amargura en la procesión de Semana Santa en Lorca
En estos tres años se ha ejecutado entorno al 20% del trabajo, que aún requerirá de otros cinco más para ser completado. La inversión, por el momento, ya supera los 150.000 euros.
Otra obra cumbre y magnífico testimonio de la época de oro del bordado lorquino (1904-1928), es el ‘Manto Azul’ que cubre la imagen de la Santísima Virgen de los Dolores, titular del Paso Azul (Hermandad de Labradores). Fue diseñado por Francisco Cayuela, ejecutado por 28 bordadoras entre 1904 y 1905, y restaurado en 1985 bajo la dirección de Joaquín Gimeno Mouliaá.
El Museo Azul de la Semana Santa (MASS) es otro compendio de auténticas joyas artísticas, como el bellísimo manto de Moisés (José López Gimeno, 1995) o el estandarte del Reflejo (Francisco Cayuela, 1914), que representa la imagen de la talla de la Dolorosa de Manuel Martínez, de finales del siglo XVIII, que se perdió en 1936 durante la Guerra Civil.
Manto de Moisés
Solo para alumbrar los estrenos del pasado año, las bordadoras emplearon casi 4.500 horas de trabajo, según explicó Joaquín Bastida, director artístico del Paso Azul.
Grandes gestas de los pasos modestos
Francisco Javier Martínez Bernal, conocido por el seudónimo de Fran J. Marber en su faceta como escritor, es también el director del Museo de Bordado y Área Cultural de la Fundación Paso Morado (Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón), y autor de los dibujos en los que se basan importantes obras como el estandarte de la Santísima Virgen de la Piedad, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) por la Comunidad Autónoma de Murcia.
El polifacético artista ha explicado a elDiario.es Región de Murcia que la elaboración de un estandarte requiere unos cuatro años de trabajo, a un ritmo de bordado de ocho horas al día entre varias manos. ¿Su coste? Entre 70.000 y 80.000 euros, incluidas sedas de la mejor calidad e hilos de oro.
Boceto de uno de los diseños de Fran J. Marber
Los bordados morados se exponen en su propio museo, situado junto a la Iglesia Parroquial del Carmen, que también guarda el Conjunto Escultórico de la Santa Cena, obra del célebre imaginero italiano afincado en Murcia, Nicolás Salzillo.
Para los encarnados, la imponente Bandera Insigne de su Paso es la pieza más representativa de la Archicofradía del Santísimo Cristo de la Sangre. Bordada en 1959 sobre el boceto de Diego Martínez Meca y bajo la dirección artística de José Luís Bayonas, refleja la escena del Calvario con Jesús crucificado y la Dolorosa y María Magdalena a sus pies.
La obra puede contemplarse en el Museo de Bordados del Paso Encarnado (muPaen) y también durante la Procesión del Silencio que recorre las calles del barrio de San Cristóbal en una estricta religiosidad penitencial, que contrasta con la algarabía de los Desfiles Bíblico-Pasionales de Jueves y Viernes Santo en Lorca.
¿Hay futuro para el viejo oficio del bordado?
La ciudad de Lorca se afana en hacer del bordado una profesión perdurable y de la que se pueda vivir. Y también atractiva para las generaciones más jóvenes. “Ahora los zagales salen del colegio y se pasan la tarde delante del ordenador. Nosotras nos poníamos a bordar”, recuerda con nostalgia Javiera, que ya trabaja en uno de los estrenos de los azules para el 2026.
elDiario.es Región de Murcia ha tenido acceso en exclusiva a uno de los talleres donde se trabaja casi sin descanso, pues, aun sin haber dado comienzo la Semana Santa de 2025, ya se bordan los primeros diseños para la siguiente. Un esfuerzo que viene motivado por esa rivalidad entre blancos y azules, y que trae consigo cierto secretismo para no dar pistas al Paso rival durante los meses de elaboración.
Dentro del luminoso taller –y es que no se puede perder de vista ni una puntada–, se trabaja por parejas o en grupos de tres. Con la concentración y precisión dignas de estas profesionales que llevan décadas dedicándose a la tradición del Bordado Lorquino, todavía sacan tiempo para ponerse al día entre compañeras y compartir los acontecimientos de sus respectivos día a día. “Al final, el bordado era y sigue siendo una forma de hacer comunidad y charlar con los seres queridos”, añade Javiera.
Bordadora azul trabajando en un estreno para 2026, convenientemente difuminado para no dar información al Paso rival.
Junto a su bastidor, Anabel reconoce que le hubiera encantado estudiar Bellas Artes, pero que no pudo acceder a la carrera. “Convertirme en bordadora fue mi particular modo de dedicarme al mundo artístico”. A su lado, su hermana la escucha entre puntadas. Y es que la labor de estas mujeres sigue estrechamente ligada a la tradición familiar, a la enseñanza de madres a hijas, aunque aseguran que también es fundamental “sentir amor por el bordado”.
A su favor juega el haber ganado derechos. “Antes trabajábamos bajo otras condiciones, pero ahora nos da de comer sin problemas”, presume Clemen, que celebra que ya cuenten con “nómina, seguro y todos los derechos laborales”.
Así, entre sedas, oro y algodón, ya son dos generaciones que consiguen vivir de lo que aman. Ahora, la preocupación está en que el oficio también pueda subsistir a manos de las venideras, y que el talento artístico que reside en Lorca no desaparezca.
Las bordadoras repasan los últimos detalles en uno de los talleres antes del inicio de la Semana Santa.
Los pasos también se sienten “especialmente comprometidos” con el futuro del oficio, como asegura Miguel Ángel Peña, presidente azul.
Y también las instituciones. En Lorca, el Servicio de Empleo y Formación organiza, con financiación municipal, cursos específicos para animar a las personas desempleadas a introducirse en este laborioso arte.
En 2018, el Servicio Público de Empleo Estatal lo reconoció como Especialidad Formativa dentro de la familia de las Artes y la Artesanía. Ahora, Ayuntamiento y cofradías estudian un proyecto para impulsar un grado medio de Formación Profesional que permita enseñar la artesanía del bordado de Pasión en los centros educativos.
En el ánimo de todos ellos se encuentra incentivar el relevo generacional y preservar una tradición centenaria que está fuertemente cosida en el corazón de Lorca y sus gentes.