La seguridad es de izquierdas

Me gustaría que Europa reforzara su seguridad militar. Pero no por la vía de gastarnos una millonada en comprar armas estadounidenses de la antepenúltima generación. No por la vía de exagerar los peligros al Este y desdeñar los del Oeste. El atlantismo está tan desfasado como el Muro de Berlín

Nunca he entendido por qué las izquierdas tienden a regalarle la idea de seguridad a las derechas. No la veo contradictoria, en absoluto, con las ideas de libertad, igualdad y fraternidad que heredamos de la Revolución Francesa. La seguridad a la que me refiero va más allá de la policial y la militar, por supuesto. Es también la seguridad en el trabajo, la seguridad a la hora de cobrar el desempleo o la pensión, la seguridad de una sanidad y una educación públicas y dignas, la seguridad frente a empresas estafadoras, bancos esquilmadores, policías brutales y jueces venales.

Si nos fijamos bien, son las derechas las reinas de la incertidumbre y el desasosiego. ¿No es el Estados Unidos de Trump la principal fuente de inseguridad en el planeta? Inseguridad comercial y económica cuando sube aranceles a su antojo. Inseguridad geopolítica cuando aspira a hacerse con Canadá, Groenlandia y el Canal de Panamá. Inseguridad humana cuando deporta inmigrantes encadenados y persigue a todo aquel que no encaje en el patrón del blanco cristiano, hetero, machista y conservador.

Al lado de este Estados Unidos, China se asemeja a un oso panda que solo quiere hacer negocios, y hasta Rusia no parece tan temible si se piensa que ni tan siquiera ha podido hacerse con toda Ucrania en tres años. Lo siento, Kaja Kallas, ya sé que eres estonia y le tienes un miedo cerval a tu vecina Rusia, pero servidor antes puede visualizar a los marines de Trump haciéndose con el Canal de Panamá que a los tanques de Putin desfilando por Berlín y París.

Y no estoy diciendo que Europa, o al menos la Europa que así lo desee, no deba reforzar su seguridad militar. Al contrario, me gustaría que lo hiciera. Pero no por la vía de gastarnos una millonada en comprar armas estadounidenses de la antepenúltima generación. No por la vía de exagerar los peligros al Este y desdeñar los del Oeste. El atlantismo está tan desfasado como el Muro de Berlín.

¿Gastarse un dinero en armas? Me temo que puede ser necesario. Los franceses tuvieron que defender su revolución con las armas. Millones de españoles intentaron salvar su República por las armas, pero no pudieron porque las de Hitler y Mussolini eran más y mejores. Ese mismo Hitler tuvo que ser derrotado por las armas. Francamente, no creo que podamos amparar manifestándonos con flores los valores de la Europa democrática y social. No sería mala cosa que los villanos supieran que tenemos con qué protegernos.

Empecemos, faltaría más, por saber lo que tenemos y por ponerlo en común. No me disgustaría ver el nacimiento de unas Fuerzas Armadas Europeas. Y si hay que dotarlas de más madera, que sea con la diseñada y fabricada en nuestro suelo, favoreciendo la investigación y generando empleo.

¿Es esto contradictorio con el mantenimiento del modelo europeo de Estado de bienestar? ¡Al contrario! Si queremos ser respetados por los muy derechistas Trump y Putin, es, precisamente, para salvaguardar este modelo. Me dirán que de algún lado habrá que sacar la pasta, y tienen razón. Desde luego, no de las maltrechas sanidad, educación y pensiones públicas. Recorten en otros lados, que se puede. Emitan deuda, hagan funcionar la máquina de hacer billetes. Que le den vueltas al tarro los que cobran por eso, que yo solo soy un periodista.

“La locura de los príncipes es la sabiduría del Destino”, escribe Amin Maalouf en León el Africano. En efecto, lo único bueno que ha traído Trump es que ha descorrido brutalmente muchos velos que disimulaban la realidad. Un ejemplo, el capitalismo no es un inocente juego de libre empresa y libre comercio, sino un sistema depredador de la humanidad y el planeta guiado lobos codiciosos. Necesita ser regulado. Otro, Estados Unidos es un país imperialista que solo ve a Europa como un mercado y un coro de palmeros. Necesita que le plantemos cara. Un tercero, la ultraderecha española no es patriótica.

Ahí tienen a los de Vox aplaudiendo al Cesar anaranjado que les sube los aranceles al vino y el aceite españoles, que le prohíbe a Repsol sacar petróleo de Venezuela, que nos hace la vida más difícil a los que vivimos en la piel de toro. Está muy dicho, pero es verdad: patriotismo tan solo de banderita en el balcón, la pulsera y el collar del perro. A la hora de la verdad, vasallaje ante el amo.