Demoscopia a pie de calle

Estas manifestaciones no son algaradas de rojos, son la expresión política de una parte muy importante de la ciudadanía que no está de acuerdo con la depredación de lo público por parte de ciertos gobiernos

OPINIÓN – El kit de la cuestión

Este fin de semana, miles de personas se han manifestado en las calles. En todas se ha defendido lo público: la sanidad, la educación, la vivienda. No son un negocio, se gritaba. Al otro lado del océano también se han echado a las calles miles de estadounidenses en contra del desmantelamiento del Estado, contra las políticas de Donald Trump.

Ambas motivaciones coinciden, una parte de la ciudadanía parece muy numerosa, reclama la permanencia del Estado y se sitúa en contra del desmantelamiento de toda política o responsabilidad que tenga que ver con los derechos de la ciudadanía recogidos en sus constituciones respectivas.

Asistimos a una auténtica revolución de las derechas de allende y aquende el mar que pretende reducir el Estado a su expresión mínima, sí, pero con matices. Lo que pretenden los revolucionarios de derechas es acabar con la mano izquierda de Estado en benéfico de su mano derecha, sin que –como decía Mateo, versionándolo– tu mano izquierda se dé cuenta de lo que está haciendo la mano derecha. 

La gente está hablando en las calles, pero tienen razón sus críticos cuando dicen que en las urnas está triunfando la revolución de las derechas

Porque, en efecto, no quieren que nos demos cuenta de que tanto daño a la sanidad, a la educación o a la vivienda no es sino en beneficio de los intereses depredadores de la derecha capitalista que ve en ellas un negocio lucrativo. Como tampoco quieren que nos demos cuenta de que del estado mental bélico que nos inoculan en las mentes se beneficiará la mano derecha de Estado y los que de ella viven. 

La paradoja, la sinvergonzonería de los que predican el poco Estado, es que, caso Trump, en su guerra hibrida, muy ideológica, se apoyan precisamente en una de las herramientas más poderosas de los estados o sus uniones, a saber, la dominación de los mercados que tanto defienden, con aranceles y trabas al comercio mundial. O movilizan los ejércitos, igualmente públicos. 

La gente está hablando en las calles, pero tienen razón sus críticos cuando dicen que en las urnas está triunfando la revolución de las derechas y no será porque sus propósitos no están claros y van de frente. Esa guerra se reproduce también en los medios de comunicación porque, ustedes lo podrán observar hoy, no es lo mismo publicar los resultados de una encuesta, demoscopia de cámara, que dice cosas convenientes a la línea editorial de un medio –en muchos casos vinculado– que publicar los resultados de una “encuesta” callejera que muestra de manera muy expresiva y gráfica el estado de opinión de la calle. Una calle que se puede contar por los que se manifiestan o por los que se quedan en sus casas, en un alarde de cinismo, como proponía el gran sociólogo gallego Mariano Rajoy. A él no le fue mal.

Tal vez los revolucionarios de derechas creen que no llegará la sangre al río, es decir, que no se transformará toda esta calle en votos

Patrick Champagne, el gran sociólogo francés, ponía en el mismo plano de expresión política a la demoscopia como a las manifestaciones, claro que, siguiendo también a su mentor Pierre Bourdieu, advertía tanto de la capacidad de manipulación de las encuestas como del menosprecio al pueblo cuando se echa a la calle.

Sin embargo, quizá a la derecha, muy engreída por sus resultados electorales presentes o prometidos o por el estado de malestar difuso contra el gobierno central actual, le convenga tocarse la ropa. No son temas menores la sanidad, la educación y la vivienda, competencias descentralizadas.

Estas manifestaciones no son algaradas de rojos, son la expresión política de una parte muy importante de la ciudadanía que no está de acuerdo con la depredación de lo público por parte de ciertos gobiernos. En todo caso, tal vez los revolucionarios de derechas creen que no llegará la sangre al río, es decir, que no se transformará toda esta calle en votos. Puede que tengan razón.