Si la educación es la solución, ¿cuál es el problema?

Los sistemas educativos siguen anclados en modelos del siglo XX, que priorizan el aprendizaje memorístico sobre el pensamiento crítico. Aulas superpobladas, sistemas educativos obsoletos, escuelas con financiación insuficiente y el agotamiento docente plagan las instituciones de todo el mundo. La pandemia intensificó estos problemas

Estamos muy acostumbrados a atribuir a la (falta de) educación muchos de los problemas que nos atañen. Si se detecta que reciclamos poco y mal la respuesta es educación. Si el machismo sigue campando a sus anchas no hay quién advierta que falta educación al respecto. Me acuerdo de un concejal de cultura que advertía que si no se enseñaba en la escuela la significación del cine europeo corríamos el peligro de que la industria norteamericana acabara teniendo el monopolio del sistema. Pero, ¿cuál es la solución al problema de la educación? Poco a poco nos hemos ido dando cuenta de que cuando hablamos de educación no podemos seguir confundiéndolo con escuela o instituto. Ha costado, pero ahora empezamos a ser conscientes que lo que se decía hace años de los tres periodos vitales (fase formación, fase trabajo, fase recuerdos y prepararse para morir) se nos ha ido complicando. Ahora hay que formarse toda la vida, conviene mezclar formación y labores profesionales o experiencias laborales de manera más continua, y se van difuminando las fronteras entre vida plena y fases vitales críticas. De lo que nadie duda es de que la formación, es decir, la necesidad de educarnos, es algo imprescindible y que no tiene fecha de caducidad ni momento en que esa necesidad deje de existir. 

Sea como fuere, lo cierto es que el sistema educativo en sentido estricto no nos acaba de funcionar. Sobre todo en la etapa crítica de la adolescencia. Y solo faltaba la serie “Adolescencia” y su capítulo segundo en el que se muestra lo que acontece en un instituto británico, para volver a plantearlo con toda crudeza. Hoy en día, los adolescentes se enfrentan a una combinación de desafíos de desarrollo, sistemas educativos obsoletos y una rápida digitalización. A medida que la inmersión digital transforma la formación de la identidad y las dinámicas sociales, las instituciones educativas luchan por adaptarse, lo que exacerba las desigualdades y las tensiones personales y colectivas. Aproximadamente un tercio de los usuarios de internet a nivel mundial son menores de 18 años, pero ello no implica que todos y todas accedan por igual a esos recursos y posibilidades.  

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