La jefa de la agencia socia de la OMS contra el VIH: «Trump está destrozando lo que funcionó bien durante 20 años»

elDiario.es habla con la presidenta de Unitaid, Marisol Touraine, sobre «el trastorno y la confusión» que está causando el hachazo presupuestario del presidente de EEUU a los fondos de ayuda al desarrollo

Trump asesta otro golpe a la lucha mundial contra el VIH y pone fin a la financiación de ONUSIDA

Marisol Touraine no esconde su rabia por el hachazo presupuestario de Donald Trump en la ayuda oficial al desarrollo. Exministra socialista francesa, actualmente preside la junta directiva de Unitaid, una iniciativa auspiciada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) que se dedica a encontrar soluciones para prevenir, diagnosticar y tratar enfermedades como el VIH, la malaria y la tuberculosis de manera más rápida y asequible en países empobrecidos.

Ahora, los recortes de Trump amenazan con deshacer décadas de avances en la lucha contra estas enfermedades. Un terremoto que, explica, ya está causando estragos, como el cierre de los primeros almacenes en algunos países, a la vez que se espera un aumento de infecciones y muertes. “Van a morir millones de personas que sabemos cómo salvar”, dice Touraine, contrariada, en una entrevista con elDiario.es durante una visita a Madrid, en la que describe el momento de “trastorno y confusión” que atraviesa el sector de la salud global.

Parece un mal momento para dedicarse a la salud global. ¿Qué es lo que más le preocupa?

El futuro de los millones de personas que contaban con nosotros para sus tratamientos y los millones de vidas que se van a perder. La situación es muy radical. Una persona decidió en Washington que había que cortar el apoyo de EEUU a la salud global y los que van a pagar el precio más alto, con su vida, son los más pobres en los países más vulnerables. Y eso me da rabia y mucha tristeza, porque sabemos cómo salvar estas vidas en África, América Latina o Asia. 

Hemos salvado millones de vidas en 20 años. El dinero invertido en la salud global no fue mal empleado. Por ejemplo, la mortalidad por el VIH/sida ha disminuido un 75%. La OMS dice que, si la decisión de EEUU se mantiene, unos 10 millones de personas van a morir en los próximos años por enfermedades infecciosas, sin hablar de lo demás. Los que están en riesgo son los más pobres y los que ya tienen dificultades.

Una persona decidió en Washington que había que cortar el apoyo a la salud global y los que van a pagar el precio más alto, con su vida, son los más pobres

¿Se ha visto afectado Unitaid por los recortes de EEUU?

A nivel general, vemos interrupciones de manera muy clara. Unitaid no recibe dinero directamente de EEUU, pero, como organización clave de salud global, para implementar los proyectos en los países, trabajamos con socios operativos de esos países que sí pueden recibir dinero de EEUU. 

El primer impacto es que hay organizaciones que van a desaparecer. Lo que importa no es el futuro de una organización en sí misma, sino que estas organizaciones llevan servicios, apoyo, tratamientos y pruebas que son absolutamente necesarios. Si desaparecen, va a ser complicado reemplazarlas. En algunos países como Sudáfrica, Kenia o Perú, han cerrado los almacenes donde se guardaban medicinas y pruebas. 

¿En qué otras cosas se está notando el hachazo presupuestario en la lucha contra el VIH, la malaria y la tuberculosis? Trump suavizó su ataque con una exención que permite la continuación o reanudación de la “asistencia humanitaria vital”, incluido el tratamiento del VIH.

La exención no se nota. Ha desaparecido el Plan de Emergencia del Presidente de Estados Unidos para el Alivio del SIDA (PEPFAR), que es la organización fundamental de EEUU y fue creada por un presidente republicano, George W. Bush. Él lo hizo con la idea de llevar un modelo de libertad internacional norteamericano, pero para otros era solamente solidaridad humana, porque tenemos la convicción de que, para vivir de manera más protegida en nuestros países, en EEUU o en Europa, necesitamos medicinas donde no hay, porque el mundo es uno. 

El presidente de EEUU se va a dar cuenta un día de esto. Uno puede decidir que cada uno vive en sus fronteras, pero, para las enfermedades, no significa absolutamente nada. Ya lo vimos durante la COVID-19. Si llega una nueva pandemia, todos los países están en riesgo. Hoy lo que vemos son las puertas cerradas de los almacenes. Pero, además del terremoto sanitario en estos países, existe el riesgo de sentir las réplicas aquí, no solamente allí.

La exención de Trump no se nota, ha desaparecido el PEPFAR, una organización fundamental de EEUU

Este golpe amenaza muchos años de progreso. La humanidad se marcó acabar con el VIH, la tuberculosis y la malaria en 2030, pero este objetivo parece lejano ahora mismo.

Sí. Ya con la COVID el objetivo de 2030 era bastante ambicioso. En esos años de pandemia tuvimos que enfrentarnos a desafíos bastante importantes, pero había una voluntad común. Y ahora, la política estadounidense no solo está destrozando lo que funcionaba bien desde hace 20 años, sino también los valores que inspiraban la política internacional. No digo que no hubiera imperialismo, pero había una idea compartida con Europa de que un mundo más liberal desde el punto de vista económico pero con solidaridad, apoyo financiero y ayuda sanitaria sería mejor para todo el mundo. 

Esos valores humanistas ya no existen y el presidente de EEUU lo dice de manera muy clara: a él no le interesa la influencia internacional, el soft power, su objetivo es el poder del más fuerte. Esto es volver a una concepción de las relaciones internacionales en las que gana el más fuerte, así que solo cuenta la fuerza militar y económica. El riesgo es que EEUU y quizás otros países empiecen a negociar con algunos países pobres, ofreciendo, por ejemplo, medicinas a cambio de agricultura, agua o minerales.

Va a ser difícil cumplir el objetivo de 2030. Hay que ser realistas. Se sabe que no vamos a cumplir el compromiso en su totalidad, pero los humanistas tenemos que unirnos y hacer todo lo que está en nuestra mano para cumplir la parte más amplia posible del objetivo. Como actor de una organización internacional no es suficiente expresar nuestra tristeza. Hay que reaccionar. La situación no es la misma que antes del 20 de enero, tenemos que inventar soluciones innovadoras.

¿A qué se refiere?

La única posibilidad es explorar soluciones: innovación, innovación, innovación. Innovación técnica, para que los productos sean más eficientes los remedios; innovación sistémica, para que el sistema funcione mejor y sepamos inventar nuevas colaboraciones con los países donde actuamos; innovación financiera y política, porque hace falta dinero. 

Vivimos un momento de trastorno y confusión. Es un choque como un terremoto, que es físico y emotivo al mismo tiempo. Nuestros productos salvan vidas. Para los padres y madres, que sus hijos pequeños se puedan curar es muy importante. 

En este contexto, el compromiso político de países como España es clave. Se escuchan pocas voces asegurando que van a seguir porque vale la pena. Y España lo dijo. Dijo que iba a mantener su compromiso político financiero y el presupuesto no iba a cambiar. Es muy importante que haya voces fuertes para que otros países puedan decir cosas similares.

Vivimos un momento de trastorno y confusión

¿Qué deben hacer entonces otros países como España? Llenar el vacío económico que deja EEUU parece casi imposible. 

Unitaid es una organización muy flexible y activa. Con nuestras innovaciones, otras organizaciones pueden después desarrollar proyectos y llevar tratamientos a los países. Desde que existimos, hemos inventado unas 100 innovaciones ‘de ruptura’, es decir, que suponen un antes y un después. Tenemos impacto en la vida de unos 300 millones de personas cada año. 

No es posible saber hoy el impacto financiero exacto que van a tener las decisiones de EEUU, hay que esperar. Pero el peso de EEUU era muy alto. En la política de desarrollo general, la contribución de Europa es dos veces más alta que la de EEUU. Sin embargo, en el sistema de salud global, EEUU era el actor principal, así que no es realista pensar que se puede llenar el vacío. 

Prefiero que pensemos en cómo nos podemos adaptar. Hay que reflexionar, lo estamos haciendo y ya hemos tomado algunas decisiones: tenemos que concentrarnos en las poblaciones más vulnerables y dar una atención prioritaria a los proyectos que tienen efectos secundarios en el sistema. Un euro invertido en Unitaid son 46 euros de beneficio para el sistema de salud global, así que sabemos bien cómo ampliar el efecto de nuestras inversiones. Hay que privilegiar algunas inversiones y tratar de no interrumpir los proyectos más interesantes. Y para eso, necesitamos innovación. 


El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en una foto de archivo.

¿Puede ser este momento de convulsión también una oportunidad para que los países del Sur global reduzcan su dependencia de potencias extranjeras?

El choque es tan fuerte que hablar de ‘oportunidad’ es pintar la realidad de color de rosa. Vamos a tener que cambiar la manera de trabajar, invertir y pensar el sistema. Hay que transformar lo máximo posible este choque en una oportunidad y eso solo se puede hacer hablando con los países, los gobiernos y las comunidades de pacientes. No somos las organizaciones internacionales basadas en Ginebra las que vamos a llegar a contar la historia, porque el que está hundiendo el mundo y creando una situación catastrófica es un país del norte. 

Hay que ver cómo facilitar la cooperación local sur-sur y la producción regional de productos, cómo se puede apoyar que los países estén en una situación de decisión y de organización de sus sistemas. Ya no es posible analizar la situación de manera vertical, norte-sur o enfermedad por enfermedad, de manera compartimentada. Hay que pensar en los proyectos de manera más global y transversal. Nosotros llevamos ya unos cinco años en ello. Hay que llevar soluciones a personas y poblaciones, no a enfermedades. Por eso invertimos en la producción local, porque si los países pueden producir tratamientos ellos mismos, se puede facilitar el acceso de las poblaciones de esos países.

La crisis de la COVID-19 dejó al descubierto la importancia de las cadenas de suministro en los productos sanitarios. ¿Esperan más problemas por los aranceles de Trump?

Es importante porque, independientemente de la decisión de Trump, los tratamientos innovadores son muy caros, así que tenemos discutir con las empresas cómo facilitar la producción de genéricos más baratos y si se producen de manera más cercana, menos caros. No se sabe exactamente el impacto de los aranceles. No estoy segura que haya un impacto directo si EEUU acepta no imponer aranceles sobre los remedios que van hacia el sur y por eso la producción regional es una respuesta. Antes, era una respuesta a la falta de acceso equitativo, como vimos durante la COVID, y ahora también es una cuestión de precio y acceso financiero.

En el sistema de salud global, EEUU era el actor principal, así que no es realista pensar que se puede llenar el vacío

En la pandemia se creó el Acelerador ACT para el acceso a las herramientas contra la COVID-19, como las vacunas y los tratamientos, del que Unitaid fue parte. Una evaluación concluyó que aunque fue la “mejor estructura posible” en esas circunstancias, no logró su objetivo principal: la equidad. ¿Está el sector aprendiendo de estos errores para evitarlos en el futuro?

El ACT-A era la mejor respuesta posible. Nunca se había puesto en marcha una respuesta tan rápidamente, en 15 días. Yo participé en reuniones en ese momento. Los jefes de Estado estaban todos movilizados. No hay que olvidarlo. El resultado no fue tan bueno como queríamos, pero tampoco fue tan malo. Por ejemplo, Unitaid impulsó lo que llamamos la alianza para el oxígeno, que todavía sigue. Durante la COVID, el 50% de la mortalidad venía de la falta de oxígeno y organizamos un sistema de oferta de oxígeno líquido para los lugares más lejanos donde no hay electricidad. Y eso todavía funciona.

Hubo éxitos, pero también nos dimos cuenta de que la organización no fue perfecta y algunas organizaciones funcionaron mejor que otras. Hay países donde la organización local facilitaba la distribución de los productos y en otros no había un mínimo de organización. También nos dimos cuenta de que, cuando se necesitan millones de vacunas, quienes se benefician de ellas son los países que las producen. Así que hay que pensar todo el sistema y por esa razón nos hemos enfocado en la producción regional. Es una respuesta adaptada a lo que hemos visto durante la pandemia.

¿En qué países se están centrando en ese sentido? 

Por ejemplo, en Senegal y en Kenia. En América Latina no hay proyectos tan avanzados, pero Brasil y Chile están reflexionando sobre ese tema.

Más allá de las turbulencias por los recortes de Trump, ¿cuáles siguen siendo las principales barreras para acceder a los medicamentos de las enfermedades con las que trabajan?

La principal es la existencia de remedios. A veces hay que pensar nuevos remedios que faciliten el acceso. Por ejemplo, el tratamiento clásico para la tuberculosis es muy pesado, así que hay que inventar productos que sean más simples y más adaptados a la vida de la gente –en lugares donde no hay frigoríficos o en los que haya que caminar kilómetros, por ejemplo–. Es fundamental. Hay que pensar que sean también lo más baratos posible, y eso significa negociar rápido con las empresas sobre las patentes y el precio van a proponer para los países del sur.

Vamos a tener que cambiar la manera de trabajar, invertir y pensar el sistema

Unitaid ha sido una de las primeras organizaciones que han analizado los efectos negativos de los productos sanitarios en el medio ambiente a lo largo de toda la cadena de suministro, desde la fabricación hasta el transporte y la eliminación.

Sí, el informe sobre clima y salud fue pionero. No solamente habla del impacto del clima sobre la salud de la gente, sino también del impacto de las políticas de salud sobre el cambio climático: por ejemplo, la energía usada por los hospitales, el uso de plástico… Lo analizamos y concluimos que la producción de medios que salvan vidas usado cada día por millones de personas enfermas representa el impacto ecológico de una ciudad como Ginebra [según el informe, diez productos sanitarios –desde medicamentos contra el VIH hasta mosquiteros que protegen a las familias de la malaria– emiten 3,5 megatoneladas de carbono cada año]. Pero este impacto se puede reducir: sin un costo adicional, en un 40%, y con un costo adicional, en un 70%. 

Cinco años después del comienzo de la crisis de la COVID, se sigue diciendo que el mundo no está preparado para la siguiente pandemia y el sistema global está más debilitado, con EEUU abandonando la OMS. ¿Hemos aprendido algo?

Cinco años después, hay algunos países que no han aprendido nada. La COVID fue la demostración de que necesitamos más solidaridad, más interacción, más multilateralismo y más acciones de cooperación. EEUU está haciendo exactamente lo contrario. Es muy preocupante. Si tenemos que volver a enfrentarnos a una pandemia o una amenaza sanitaria importante, aunque no sea tan impactante como la COVID, vamos a tener muchas dificultades y los riesgos son muy altos.