El calzado se tiene que adaptar a nuestro pie, y no nuestro pie al calzado; aspectos como la suela, el material o la talla son importantes a la hora de elegir el más adecuado
He estado usando los zapatos minimalistas que son «como andar descalzo» y esto es lo que ha cambiado
Nuestros pies forman parte importante de nuestra anatomía porque nos dan movilidad y apoyo y nos permiten andar, correr, saltar, hacer deporte y un sinfín más de actividades. Sin embargo, suelen ser de los grandes olvidados porque no les prestamos la atención que necesitan y solemos acordarnos de ellos cuando nos dan alguna molestia: se calcula que más de la mitad de la población adulta sufre dolores en los pies.
Las causas de que esto sea así son varias y el calzado puede ser una de ellas. Elegir el más adecuado no consiste solo en llevar lo que está de moda o nos gusta más: es fundamental que sea el más idóneo para mantener una buena salud de los pies. Y es que un buen calzado puede ayudarnos a sentirnos mejor y a prevenir lesiones; una correcta elección puede afectar a todo nuestro cuerpo, no solo a nuestros pies. Como reconoce la doctora Carmen Moral, podóloga, “es importante elegir un buen calzado por nuestra comodidad y por nuestra salud”.
Por qué es importante elegir el zapato adecuado
Nuestros pies soportan el peso de nuestro cuerpo todo el día, los sometemos a una presión continua y, si no los cuidamos, pueden aparecer problemas con el tiempo. El calzado juega un papel decisivo porque nos ayuda a protegerlos de problemas como “ampollas, callosidades y durezas, así como dolor en los pies, tobillos y rodillas. A largo plazo, puede contribuir a condiciones más serias como fascitis plantar, juanetes y problemas en la alineación del pie, que pueden afectar la postura y causar dolor en otras partes del cuerpo”, advierte Víctor Alfaro, podólogo experto en biomecánica y Director General de Podoactiva.
“Debemos tener en cuenta que pocos gestos repetimos más en nuestra vida que el de caminar y hacerlo con un calzado incorrecto puede poner en riesgo nuestra salud”, indica Alfaro. En cambio, un buen calzado “nos permite recorrer kilómetros, tenemos energía y capacidad para caminar más, y para realizar sin cansancio nuestras actividades del día a día”.
Qué debemos tener en cuenta antes de elegir el calzado
Como reconoce Alfaro, para elegir un buen calzado, antes tenemos que conocer cómo es nuestro pie porque “es crucial y es importante que el zapato respete lo mejor posible la forma de cada pie”. Por su parte, los podólogos apuntan que debemos fijarnos en aspectos como:
Cómo es la forma de nuestros pies: debemos valorar si son anchos o estrechos, si tienen un arco elevado (cavos) o son planos, si el pie es flexible o laxo, cómo es la forma del antepié o cuál es la longitud de los dedos.
La actividad del día a día: es importante prestar atención a si vamos a realizar actividad física, cuántas horas pasamos caminando, cuántas de pie o incluso cómo es la superficie sobre la que trabajamos.
La edad y el peso corporal.
La presencia o no de lesiones de rodilla, espalda o cadera.
Incluso conviene que sea un podólogo el que nos revise los pies y pueda realizar un estudio biomecánico de la pisada. Todo ello nos ayudará a obtener información para poder prevenir lesiones, determinar si es necesario o no usar plantillas en el interior para dar más estabilidad a la pisada o mayor comodidad y a elegir qué tipo de calzado es más adecuado para nosotros.
Qué debemos tener en cuenta a la hora de elegir el mejor calzado
Los podólogos coinciden a la hora de hablar de qué es lo que debemos priorizar a la hora de elegir los mejores zapatos para nosotros:
Material: tiene que ser de calidad y transpirable.
Suela: debe ser bien almohadillada y flexible, sobre todo en la zona delantera. Las suelas de goma “tienen mayor capacidad de amortiguación”, afirma Alfaro.
Tacón: no debe ser superior a los tres centímetros, especialmente si lo usamos en calzado diario; por encima de los tres centímetros, se sobrecarga el antepié. Si abusamos de él pueden aparecer problemas como lesiones en la almohadilla del pie, además de durezas, callosidades y dolores articulares. Según el Consejo General de Colegios Oficiales de Podólogos de España (CGCOP), con un tacón de tres o cuatro centímetros, el talón solo soporta el 50% del peso y el otro 50% lo hace el antepié; cuanto más alto, mayor carga soporta el antepié. “Es importante limitar el uso de zapatos de tacón y priorizar el calzado más plano que podamos tolerar; dependerá mucho de si estamos acostumbrados a usar calzado con mayor drop –diferencia entre la altura del talón y la zona delantera del pie– o a ir planos”, explica Alfaro.
Anchura: es importante que sean lo suficientemente anchos. Si es muy estrecho pueden aparecer problemas como juanetes y dedos en garra o en martillo por la presión que se produce en el antepié.
Soporte y sujeción: nos permite mantener una pisada estable; de lo contrario, pueden aparecer problemas como fascitis plantar, tendinopatías y lesiones de tobillo. La falta de soporte y una postura inadecuada está relacionada con lesiones en la rodilla, cadera y dolores lumbares.
Como explica Alfaro, una forma de elegir bien la talla es “sacar la plantilla del zapato, colocar nuestro pie encima y ver que sobra un centímetro a partir de los dedos; o bien desplazar el pie hacia delante una vez puesto el zapato y ver que es posible pasar un dedo entre el talón y el contrafuerte del zapato”.
Es importante, además, elegir el calzado según la actividad. No es lo mismo ir a trabajar que ir a caminar por el monte. “Si vamos a caminar mucho elegiremos un calzado con buena suela, soporte y flexibilidad”, explica Moral. En cambio, “el calzado con una suela más fina y tacón alto lo reservaremos para ocasiones especiales y siempre procuraremos que sea un tacón intermedio o ancho, y el zapato no demasiado estrecho”, matiza Moral.
Consejos para ir a comprar calzado
No siempre es un buen momento para comprar calzado porque, al final del día, “el pie está más dilatado”, apunta Alfaro, algo más hinchado, por lo que es preferible ir de compras “a última hora del día”, afirma Moral. De esta manera evitaremos que después nos apriete. Además, y aunque no es algo que tengamos en cuenta, es importante que nos probemos siempre los dos zapatos “porque puede haber una pequeña diferencia de tamaño entre los dos pies”, continúa Moral.
Es básico que nos pongamos de pie y hagamos algunos pasos con el zapato nuevo para asegurarnos de que, además de que nos gusta, “nos aportan una buena sujeción al tobillo, los dedos tienen un buen espacio, podemos flexionar el antepié y tiene suela en la almohadilla”, destaca Moral.
Si el calzado viejo está desgastado o deformado significa que ha llegado el momento de cambiarlo por uno nuevo.
¿Es aconsejable heredar el calzado? Parece lógico pensar que “no es recomendable, puesto que cada pie es único y un zapato moldeado por el pie de otra persona puede no proporcionar el soporte adecuado para otra”, advierte Alfaro. Como apunta el podólogo, basta con mirar la suela de nuestro zapato para obtener una interesantísima información de cómo pisamos. No hay dos pies iguales ni dos formas de pisar iguales, de ahí que el zapato no deba ser compartido, ya que esto no solo podría ser perjudicial para el pie sino “para otras estructuras como la rodilla, muy vinculada a la posición del pie”, aclara Alfaro.