Intenta contar lo de González Amador sin reírte

Me impresiona el aplomo con que ciertas personas son capaces de plantarse delante de juez, fiscal y acusaciones populares, y contar una historia inverosímil, retorcida y que hace agua por todos lados

No sé si alguna vez has estado delante de juez y fiscal, en la sala de un juzgado. Tanto si te acusaban de algo, como si eras denunciante o solo ibas de testigo, lo normal es que lo recuerdes como uno de los peores días de tu vida. Incluso si no has hecho nada malo y tienes la conciencia tranquila: se te pone cara de culpable nada más entrar por la puerta, sudas, no te llega la voz, balbuceas, hablas de más. Pleitos tengas, dice la maldición.

Por eso me impresiona el aplomo con que ciertas personas son capaces de plantarse delante de juez, fiscal y acusaciones populares, y contar una historia inverosímil, retorcida y que hace agua por todos lados. No digo que mientan: incluso si lo que dicen es verdad, son historias que cuesta creer, y te tiene que creer nada menos que la justicia. Pues lo hacen: van, lo sueltan, contestan preguntas y repreguntas durante horas, y tan tranquilos, oye. Cuando luego vemos el vídeo de la declaración, ni les tiembla la voz.

Prueba a practicar tú en casa, ya verás. Ponte delante del espejo e intenta contar lo que Alberto González Amador contó este jueves en el juzgado: que pagaste medio millón de euros por Círculo de Belleza SL, una empresita leonesa de depilación que no tenía personal, activos ni apenas actividad, sita en una farmacia de pueblo, propiedad de la mujer del directivo que te había hecho ganar dos millones en comisiones…, y que lo hiciste porque te interesaba mucho su “red de distribución”. Y que luego le cambiaste el nombre por el de Masterman & Whitaker Medical Supplie and Health Process Engineering SL, para facturarle trabajos a Quirón, empresa que contrata con el gobierno que preside tu pareja, y en la que es directivo el mismo tipo que te hizo ganar aquella comisión, marido de la dueña de Círculo de Belleza…

No vale, te has reído sin terminar de pronunciar lo de Masterman & Whitaker etc. Vuelve a empezar, y cuando seas capaz de contarlo todo sin reírte ni poner caras raras, sigue contando que, además, pagas 5.000 euros al mes por alquilar un ático de 200 metros cuadrados situado justo encima de tu pisazo de casi el mismo tamaño; y que el casero del ático es una empresa de León (como la empresita), administrada por el mismo fiscalista (hoy imputado) que en su día te asesoró para presuntamente defraudar a Hacienda, que compró el ático poco después de que tú comprases el piso, y además lo compró a tocateja, sin hipoteca ni recursos propios, con dinero prestado por un tercero (quién será, quién será).

¿Qué cara se te pone? Nada fácil mantener la compostura, verdad. Pues imagínate hacerlo en un juzgado, delante de juez y fiscal que te preguntan y repreguntan, y delante de los abogados de las acusaciones que están ahí mirándote aunque no les contestes. Un figura el tal González Amador. No digo que mienta, eh, que yo respeto su presunción de inocencia (aunque me da la risa si lo afirmo delante del espejo). Incluso si todo lo anterior es cierto, si de verdad no pagó un soborno, ni compró una sociedad instrumental para evadir impuestos, ni tiene un segundo ático de tapadillo; si todo tiene explicación y es perfectamente legal pese a su fea apariencia, incluso en ese caso hay que ser un figura para contar todo eso en un juzgado aguantando el tipo, durante más de dos horas de declaración.

Ahora ya sabes por qué él ingresa en una sola comisión más que tú en toda una vida trabajando, y él vive en dos áticos en Chamberí y tú no. Hay que valer, piltrafilla.