Una gran coalición en Alemania con la ultraderecha en máximos: última llamada para mantener el ‘cordón sanitario’

Conservadores y socialdemócratas pretenden relanzar una economía estancada mientras AfD se coloca por primera vez como primera fuerza en las encuestas

La ultraderecha alemana encabeza por primera vez una encuesta mientras la CDU cierra el gobierno con el SPD

“Responsabilidad por Alemania”. Ese es el título de acuerdo de Gobierno presentado este miércoles por la unión conservadora de la CDU-CSU y los socialdemócratas del SPD. Los partidos, que parecían irreconciliables durante la campaña electoral, han conseguido llegar a un compromiso en poco más de 40 días de negociaciones, espoleados por la guerra comercial lanzada a los cuatro vientos por Trump y por un panorama internacional en llamas e impredecible, que urge a la política alemana a dar al país un Gobierno con mayoría parlamentaria y capaz de tomar decisiones.

El documento se organiza en cinco grandes bloques: economía y política social, finanzas, migración y seguridad, cohesión social y democracia, política exterior y defensa. En 144 páginas, democristianos, socialcristianos bávaros y socialdemócratas exponen cuáles serán sus principales medidas y también sus principales objetivos para esta legislatura que se presenta clave para el futuro de Alemania.

A grandes rasgos, se podría decir que el acuerdo, que debería convertir al derechista Friedrich Merz en canciller a inicios del próximo mayo, es la expresión del compromiso forzado por la precaria situación que atraviesan los partidos tradicionales de Alemania. La CDU-CSU y el SPD suman mayoría parlamentaria, pero la ultraderecha de Alternativa para Alemania (AfD) fue segunda fuerza con más del 20% de los votos en las elecciones anticipadas del pasado 23 de febrero.

Una precariedad política que una encuesta se encargó de recordar a conservadores y socialdemócratas el mismo día en que presentaban su acuerdo de Gobierno: según una proyección publicada por el instituto demoscópico Ipsos, AfD sería hoy la fuerza más votada de Alemania con el 25% de los sufragios, un punto por delante de la CDU-CSU. Es la primera vez que AfD consigue la primera plaza en una encuesta electoral. Mientras, el SPD, con el 15% por ciento de intención de voto, sigue su travesía por el desierto electoral con la amenaza de irrelevancia política si sigue cayendo en las urnas.

Los críticos más ácidos aseguran que la conocida tradicionalmente como “Gran Coalición” (gobierno de conservadores y socialdemócratas) es ahora una “Pequeña Coalición”, dada la ajustada mayoría parlamentaria que los dos grandes partidos históricos del país cosecharon en las últimas elecciones federales.

Salir de la recesión

Alemania lleva dos años en recesión y va camino de sumar un tercero si los pronósticos se cumplen. El modelo económico de la primera economía de la UE, basado desde hace décadas en la industria y las exportaciones, pasa por una crisis existencial provocada por falta renovación e innovación, por el fin de la llegada del gas ruso, la guerra arancelaria y un déficit acumulado en inversiones públicas. Por todo ello, el primera capítulo está dedicado a recuperar la economía del país.

“Queremos seguir siendo una nación industrial”, reza el documento. Para ello, el futuro Gobierno alemán anuncia una “ofensiva de inversiones”, una bajada de impuestos para ingresos bajos y medios y la reducción de la burocracia. También pretende reducir los precios de la energía, cuyo aumento ha golpeado a los consumidores y también industrias de alto consumo energético como la automotriz, la acerera o la química.

La coalición liderada por Merz sigue apostando por el gas como la principal fuente de energía para alimentar a la industria, así que seguirá dependiendo de la importación sobre todo de gas licuado mientras que no haya fin de la guerra en Ucrania y una normalización de las relaciones con Rusia. Teniendo en cuenta que el gas licuado es notablemente más caro que el gas ruso que llegaba por los gasoductos Nord Stream, la intención de reducir los precios energéticos generan dudas. La recuperación de la energía nuclear, como pedían insistentemente los socialcristianos de la CSU, queda excluida del acuerdo.

Derecho a asilo

Otro de los asuntos que marcaron el debate electoral fue la migración y el control de fronteras. El futuro Gobierno alemán quiere mantener el “derecho fundamental al asilo”, a pesar de que Merz puso encima de la mesa ante de las elecciones las expulsiones en caliente en las fronteras alemanas. El documento sí prevé una “limitación de la migración”, el control fronterizo con policía y el “rechazo” de inmigrantes en las fronteras “en coordinación” con el resto de Estados de la UE, una formulación ambigua y que deja espacio a interpretación.

Los extranjeros con protección subsidiaria –que no cuentan con estatus de asilados, pero sí protección por diversos motivos— podrán traer a miembros de su familia a Alemania durante un periodo limitado de dos años. El acuerdo de Gobierno también quiere ampliar la lista de “países seguros” para así reducir el número de nacionalidades con derecho a asilo o protección subsidiaria. Todas estas son medidas que buscan endurecer los criterios para aplicar el derecho de asilo, una medida que claramente quiere frenar el apoyo electoral a la ultraderecha de AfD, que apuesta abiertamente por la “remigración”, es decir, por la deportación masiva de extranjeros.

Llama la atención que los tres partidos del futuro gobierno alemán hayan integrado en un mismo bloque los asuntos de “migración” y “seguridad”, lo que abona de alguna manera abona la narrativa de la ultraderecha que responsabiliza a los extranjeros de la inseguridad y de los atentados sufridos por el país los últimos meses.

La coalición liderada por Merz quiere seguir invirtiendo en Defensa, como ya hizo el todavía canciller Olaf Scholz tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania. El objetivo expreso es alcanzar el 2% de PIB dedicado a Defensa, así como aumentar el personal del ejército alemán a través de un “modelo de servicio militar basado en la voluntariedad”. De esta forma, queda excluida –de momento– la posibilidad de reintroducir un servicio militar obligatorio, como algunas voces del conservadurismo propusieron los últimos meses. También se prevé la creación de un Consejo de Seguridad Nacional, una especie de órgano especializado en cuestiones militares y conflictos internacionales, que copia el modelo estadounidense.

Sin una gran revolución

El acuerdo de Gobierno es, en definitiva, un documento marcado por el compromiso y por las concesiones de todas las partes implicadas. Los conservadores ceden en sus pretensiones de una política migratoria más dura, mientras que los socialdemócratas se despiden de su intención de aumentar los impuestos a las mayores fortunas para financiar la política social. Esto último es posible gracias a la reforma constitucional que acaba con el freno a la deuda pública, lo que permitirá al Gobierno de Merz financiarse en los mercados para poner fin a un déficit acumulado en inversión pública que ha ahogado el crecimiento de la locomotora económica europea.

El documento no es una gran revolución, sino un plan de reformas en parte anclado en un modelo económico que funcionó en el pasado, pero que parece agotado. El reparto de los ministerios abunda en un cierto continuismo: del total de 17 carteras, seis van para la CDU, siete para el SPD y tres para la CSU. Entre los ministerios destacados, los democristianos se quedan con Exteriores, los socialdemócratas, con los de Finanzas y Defensa, y los socialcristianos, con Interior.

Alemania se juega en esta legislatura algo más que volver a la senda de crecimiento y aumentar su capacidad de defensa. El país se enfrenta tal vez a la última oportunidad para evitar que la ultraderecha se convierta en la primera fuerza del país, lo que haría prácticamente imposible el mantenimiento del llamado “cordón sanitario” que todavía impera en la política federal alemana.

La líder de AfD, Alice Weidel, lo decía sin tapujos en su reacción pública al acuerdo anunciado por la CDU-CSU y el SPD. Weidel calificó el documento de “certificado de rendición” de Merz ante los socialdemócratas y no escatimó en promesas ante el electorado alemán: “La próxima legislatura estaremos en el Gobierno y revertiremos esta situación indeseable”.