Sin grandes contrapesos aún. la labor devastadora de Trump va a causar muchos más estragos. No acabará este delirio hasta que los multimillonarios pierdan mucho dinero con sus políticas. Sirve, en todos los países, para ver desde la barrera, tan cerca que hasta que se huele el dolor, a lo que lleva el fascismo de los desaprensivos.
El titular de la publicación satírica española El Mundo Today es aún más rotundo: “Que el fascismo empiece a costar dinero, principal esperanza de la democracia”. Y tan cierto que constatarlo pone los pelos de punta. Donald Trump está jugando con la sociedad mundial como hiciera el Gran Dictador de Chaplin, y así se veía venir, y así lo dijimos. Y disfruta tanto con ello que solo cuando las empresas más poderosas han entrado en fuertes pérdidas y la deuda estadounidense se ha desplomado ha hecho el gesto de reconducir los disparos de sus aranceles. ¿O no ha sido solo eso? Las maniobras no han terminado y presumiblemente van a seguir por la misma senda de irracionalidad.
Las bolsas suben y bajan como en una montaña rusa enloquecida. Y en ese juego de casino siempre hay alguien que gana y alguien que pierde. Mucho, en ocasiones. La batuta la lleva Trump creyendo que la controla aunque el agujero en la confianza de su país se hace cada vez más profundo. Habrá quien piense –afines e ingenuos– que si Trump y unos cuantos más se forran en este tránsito es porque se trata de una osada táctica empresarial, pero ni Estados Unidos, ni el mundo entero, son compañías mercantiles de su propiedad: son comunidades de personas. La imagen gráfica que viene a la mente es la de un tirano que abre y cierra la puerta de los alimentos y otros productos vitales y contempla cómo sus vasallos se tiran ávidos a por ellos y se quedan frustrados cuando les niega el acceso. Otra versión del beso a su trasero del que presume. Es terrorífico.
Hay un cierto revuelo entre los miembros del Partido Demócrata y también entre sus correligionarios republicanos. Se están jugando mucho y lo saben, pero eso todavía no es suficiente para detener a Trump, que se ha hecho nominalmente con todos los poderes y muestra un absoluto desprecio por las leyes. Del último movimiento en sus arbitrarios aranceles avisó él mismo: “Es un gran momento para comprar en los mercados”, escribió. Tan oportunamente como para conseguir enormes ganancias con la eufórica subida de la Bolsa de inmediato. Seguro que el propio Trump y sus allegados aprovecharon el “consejo”.
Los demócratas piden abrir una investigación. Es evidente que Trump usó información privilegiada y está maquinando para alterar el precio de las cosas, dos delitos graves. Solían ser castigados, pero como los votantes lo han instalado en la Casa Blanca con 34 condenas más, totalmente impunes, no parece que le dé mayor importancia. Recordemos también que su partido, el Republicano, le libró de dos impeachments –procesos de destitución– en el mandato anterior. Uno por abuso de poder y otro por incitación a la rebelión en el asalto al Congreso, otro asunto por el que ni siquiera se le terminó juzgando.
El cataclismo que está organizando Trump se compara ya con la Gran Depresión de 1929 y también con la Crisis del capitalismo de 2008 cuando todo se fue a pique tras la caída de Lehman Brothers. No sé si recuerdan que, en esta última –todo un descomunal timo que los poderes financieros hicieron pagar a los ciudadanos–, solo hubo un condenado de envergadura. Un millonario, además: Bernie Madoff, al que la quiebra del sistema financiero le pilló en pleno apogeo de la estafa piramidal que regentaba. “El 11 de diciembre de 2008 muchos de los clientes de Madoff se levantaron millonarios y se acostaron arruinados. Algunos perdieron sus casas o los ahorros de toda una vida, el fondo con el que pensaban pagar la universidad de sus hijos o su jubilación”, explicaba aquí ElDiario.es cuando Madoff murió hace 4 años, en la cárcel, enfermo, y tras haber causado destrozos irreparables en su familia. El único que pagó por la crisis mundial de 2008 fue Madoff. ¿Lo pagará de igual modo Trump, o Musk, o Vance, o ya han aprendido también a librarse de esto?
La advertencia es real: Lo que de verdad puede hacer fracasar el fascismo es que cueste dinero a quienes cuentan. Apenas nadie se preocupa ya por los jubilados argentinos, o no jubilados aún, a quienes Milei ha destrozado la vida. Por culpa de sus compatriotas votantes de tan desquiciado mandatario y, no por ello, menos consciente del fascismo que implanta.
El Nobel Paul Krugman está convencido de que “el desastre de Trumponomics continuará” y no deja de advertir de ello con críticas cada vez más duras: “Trump es estúpido, errático y débil”, afirma enfurecido y se pone en su piel para ver el tamaño de la catástrofe que está gestando, pleno aún de soberbia. “La próxima decisión política absurda de Trump –y habrá más decisiones absurdas– podría fácilmente llevarnos al abismo”, asegura. Y se lamenta de que “un gobierno de extrema derecha haya puesto a charlatanes y vendedores de aceite de serpiente a cargo de la atención médica del país”. Por ejemplo.
Porque mientras Trump trabaja en sus aranceles y en dar satisfacción a su ego, su equipo destroza el mínimo estado del bienestar extendido en Estados Unidos y acaba con pilares fundamentales de su sociedad como el apoyo a la ciencia, a la investigación médica e incluso farmacológica, en donde Estados Unidos sí era una gran potencia.
El ataque a la ciencia es furibundo, las masas se controlan mejor con la implantación de la ignorancia. Los drásticos recortes de fondos y los despidos están teniendo ya un efecto devastador en la investigación médica. Y en la salud de cada día, la gestión del errático secretario de Estado Robert F. Kennedy que recomienda aceite de hígado de bacalao para curar el sarampión y ha multiplicado la epidemia que padecen.
Krugman citaba que “la semana pasada, sin previo aviso, los laboratorios de los CDC que estudian enfermedades de transmisión sexual cerraron y todos sus científicos fueron despedidos. ¿Que la gonorrea vuelva a ser un fenómeno? Los despidos fueron tan repentinos que hay congeladores llenos de muestras sin personal de custodia”.
No parece que Trump y su banda de estafadores estén produciendo todavía las reacciones de rechazo que cabría esperar en lógica. En parte, sí. Pero aún se aprovecha el asunto para medrar en la política nacional en el caso de España por ejemplo. De nuevo la prensa de derechas aconseja sumisión a Trump y la plana mayor del PP sale a criticar el viaje a China del presidente Sánchez. Por si se enfada el autócrata estadounidense.
Aznar viajó a China en 2000. Tres años antes de que pusiera las botas en la mesa del rancho de Bush y trabajaran en ello: en la cumbre de las Azores, en el contrato millonario con Murdoch. Ahora dice que el viaje de Sánchez a Pekín es un error. Sigue trabajando en ello.
Le siguió Esperanza Aguirre, que viajó a Pekin con una veintena de empresarios en 2005 para hacer negocios, turismo y fotos.
Cospedal, vicepresidenta de Rajoy, fue a China en 2013 a firmar un memorandum con el Partido comunista chino.
Núñez Feijóo voló a China en 2017 como presidente de la Xunta de Galicia y calificó de “pionero” su viaje oficial al país asiático. Que, vamos, ni eso.
Y hace nada, en 2023, Ayuso recibió el embajador de la República Popular china, con vistas a “promover el intercambio cultural y comercial”.
Y sin embargo este itinerario de la desfachatez no hace sino distraer de la realidad. No cesarán las mentiras de oposición sucia hasta que no lo reclame la sociedad. Y la simple prudencia lo aconseja porque la corrupción moral arraigada desemboca en males mucho mayores para todo país que la soporta.
En Estados Unidos lo tienen duro en este momento, sin grandes contrapesos aún la labor devastadora de Trump va a causar muchos más estragos. Y sin embargo no acabará este delirio hasta que los multimillonarios pierdan mucho dinero con sus políticas. Sirve, en todos los países, para ver desde la barrera, en primera fila, tan cerca que hasta que se huele el dolor, a lo que lleva el fascismo de los desaprensivos. De todos ellos. Ojalá hubiera otras formas, ésta sirve con toda seguridad.
El Mundo Today concluía en su artículo: “Si la miseria moral se convierte en miseria económica, tal vez haya esperanza para los derechos humanos”. Y es un demoledor epitafio para este tiempo que habría de acabar.