Incendios, eucaliptos, autovías y enfoque turístico de la Xunta: los parques naturales de Galicia acumulan problemas

El Gobierno gallego relega los órganos que permiten participar en la gestión de estos espacios a propietarios, agentes económicos y entidades sociales y lleva hasta seis años sin convocarlos

Ni marsopas ni tartarañas: solo tres de las 201 especies amenazadas en Galicia tienen un plan de protección vigente

Plantaciones de eucalipto que no pararon de crecer en las Fragas do Eume, una autovía que atravesará la Serra da Enciña da Lastra, incendios recurrentes en Baixa Limia – Xurés, deforestación en O Invernadeiro, presión turística en las dunas de Corrubedo, y una gran afluencia de visitantes y la previsión de que se sigan depositando áridos procedentes de dragados en las Illas Atlánticas. Todos los parques naturales de Galicia, gestionados por la Xunta, acumulan problemas, a los que, según los expertos, se suma que el Gobierno gallego aplica un enfoque turístico a la riqueza natural, mientras desatiende a las especies amenazadas -solo tres de las 201 que están en el catálogo tienen un plan de protección vigente- y relega la ampliación de la Red Natura, que ampara apenas el 12% del territorio, frente a la media del 27% en el Estado.

“La política de la Xunta en materia de conservación es muy deficiente”, arranca Manu Santos, portavoz de Greenpeace en Galicia. Argumenta que la superficie de Red Natura es “ridícula” y los instrumentos para gestionarla son “deficientes”. Los parques naturales, añade, son pequeños, con la excepción del de O Xurés, y los que hay “están muy mal gestionados”. No se incorporan nuevos espacios a esta red desde 2002, cuando se declaró el de Enciña da Lastra. Las ausencias se notan en especial en la montaña oriental, destaca Santos. Para el representante de Greenpeace, la clave está en que el Gobierno gallego “prioriza el factor turístico en toda su política sobre espacios naturales”.

En la actualidad son seis los parques naturales declarados en Galicia: Corrubedo (A Coruña), Baixa Limia – Xurés (Ourense), Fragas do Eume (A Coruña), O Invernadeiro (Ourense), Serra da Enciña da Lastra (Ourense) y Monte Aloia (Pontevedra). Sobre este último, sin embargo, los expertos coinciden en señalar que responde más al concepto de zona recreativa que de espacio de especial valor natural. “No es un verdadero parque natural, tal y como se entiende hoy, pero se le llamó así [fue el primero en declararse, en 1979] y así quedó”, resume Santos. Además, la Xunta gestiona desde 2008 el parque nacional marítimo-terrestre de las Illas Atlánticas, que incluye Cíes, Ons, Sálvora y Cortegada.

Cosme Damián Romay, miembro del Grupo Naturalista Hábitat y biólogo vinculado con la Universidade da Coruña (UDC), comparte la visión de que la Xunta hace promoción turística de Galicia e incluso habla de que es un refugio climático, pero no ataja “ni mínimamente” los problemas ecológicos. Considera que el Gobierno invierte el orden lógico en sus intervenciones en los espacios naturales: “No puede haber turismo sin una inversión previa en conservación”.

La presión de las visitas humanas es, de hecho, una de las amenazas para algunos de los espacios naturales de la comunidad. Es el caso de las Illas Atlánticas. “Están masificadas, especialmente Cíes. Y sus colonias de aves, principal causa de su declaración, en declive absoluto”, señala Manu Santos. En Cortegada y en Sálvora hay menos visitantes, pero en esta última hay otro elemento preocupante: los depósitos de áridos procedentes de dragados en lo que se conoce como su punto exterior.

Santos rechaza la alternativa porque calcula que en ese punto, “ya muy castigado”, se acumulan más de dos millones de metros cúbicos de áridos y la opacidad rodea al tipo de agentes contaminantes que hay. “Estamos hablando de uno de los puntos más sensibles ambientalmente de la costa gallega, entre los archipiélagos de Ons y Sálvora”, recalca, y agrega que está muy cerca de la bocana de la ría de Arousa, “la joya de la corona del marisqueo y la pesca artesanal de Galicia”, pero sumida en una crisis productiva histórica y amenazada también, según denuncian los profesionales de la pesca y el marisqueo, por el proyecto de macrocelulosa de Altri. “En esta situación, lo más conveniente sería minimizar los riesgos de que muchos de esos áridos y lodos entren en suspensión en la ría”, defiende.


La isla de Ons forma parte del Parque Nacional de las Islas Atlánticas.

Romay añade que la parte marítima del parque nacional también tiene problemas por el impacto de algunas artes de pesca sobre los cormoranes y la amenaza de un tipo de alga asiática, la Rugulopteryx okamurae, detectada ya en la ría de Vigo y que supondría una alteración del ecosistema, si llega a los fondos de las Illas Atlánticas. El experto señala que lo que sí se está haciendo bien, en su opinión, es la eliminación de especies invasoras, como eucalipto y acacia.

Expansión descontrolada del eucalipto

Desde que fue declarado parque natural en 1997 y hasta 2022, la superficie de eucalipto en las Fragas do Eume creció un 48,2%. El cálculo lo hizo la Misión Biolóxica de Galicia, integrada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en un estudio en el que concluyó también que el gran valor del espacio, el bosque autóctono, retrocedió un 17,6% en esos 25 años. Aunque las rutas para los visitantes los conducen por las áreas en las que se conserva la vegetación propia, en un paseo por la zona no es difícil toparse con plantaciones de eucaliptos. Para Santos, las fragas “agonizan” con esta expansión “incontrolada” de la especie foránea, introducida en Galicia por el interés económico en industrias como la celulosa de Ence.

Este parque fue el último en contar con un plan rector de uso y gestión (PRUG), que no se aprobó hasta hace dos años. Romay lo considera un documento “de calidad”, pero duda de su dotación económica y la voluntad política. Añade que el terreno se ve afectado por el embalse construido en el río Eume en una zona de alto valor ecológico y que tiene también presión turística. Señala que debería ser más amplio e incluir zonas del río Mandeo.

El riesgo de los incendios

Ninguno de los parques naturales de Galicia es ajeno al peligro de las llamas, pero el riesgo afecta especialmente a los que están en la provincia de Ourense. El de Baixa Limia – Serra do Xurés arde cada año. Es el más extenso, con 30.000 hectáreas, y su propio plan rector muestra que ha llegado a registrar 110 fuegos en un solo año -el 2011-, que arrasaron el 14% de su superficie. La recurrencia hace que al terreno y a la vegetación no les dé tiempo a recuperarse entre incendios, señala Romay, que destaca que esta situación está llevando a que poblaciones de varias especies de plantas -“joyas botánicas”- no sean viables.


Vista de la zona cercana a la localidad de Salgueiro (Muíños), en el parque natural do Xurés, afectada por un incendio en 2023.

También en O Invernadeiro -el único parque natural que es íntegramente propiedad de la Xunta- el fuego está identificado como una de las principales amenazas, según su plan rector. En el verano de 2022, en el que se produjeron los dos mayores incendios desde que hay registros en Galicia, también ardió. Pero la superficie afectada sigue sin conocerse. La Xunta no aclaró en ninguna de las ocasiones que esta redacción preguntó al respecto, ni aquel año ni ahora, cuántas de las 7.000 hectáreas arrasadas estaban en O Invernadeiro. La superficie del parque roza las 6.000 hectáreas.

Romay añade que el principal problema es la deforestación. No hay formaciones arbóreas autóctonas extensas. Lo que sí hay son las consecuencias de las plantaciones masivas de pinos (Pinus sylvestris) que llevó a cabo en la segunda mitad del siglo pasado la ya desaparecida Papelera Española S.A. En general, estos cultivos tienen alta densidad, y han impedido que prospere el sotobosque y que nazcan especies autóctonas, según recalca el plan rector. Sobre el riesgo de incendios apunta también al cambio climático y al déficit hídrico de los veranos, que hacen que la zona sea muy vulnerable al fuego.

Una autovía en uno de los espacios más frágiles

En la Serra da Enciña da Lastra los riesgos van desde los del fuego al impacto de las actividades de espeleología y escalada -por las molestias sobre la fauna y posibles daños a la flora al pasar sobre ella en la ascensión- y la actividad minera. El propio plan rector avisa de que este tipo de explotaciones son el mayor riesgo ecológico para el espacio. Desde la perspectiva de la conservación, “debería eliminarse”, señala. Los intentos de reabrir minas de caliza dentro del parque o en sus inmediaciones son “una amenaza constante”, agrega el documento. Apunta otro riesgo en el que coinciden los expertos consultados: la construcción de una autovía, la A-76, entre Ourense y Ponferrada. El parque está ya atravesado por una línea ferroviaria y por la carretera N-120. La nueva vía de alta capacidad, es calificada de “innecesaria” tanto por parte de Santos como de Romay. “Es una estocada de muerte para Enciña da Lastra”, asegura el segundo.

Las obras de la autovía, planteada hace dos décadas, siguen sin haber arrancado en la actualidad, pero están en proyecto. El biólogo Xabier V. Pumariño, que ha denunciado reiteradamente el impacto de la nueva vía, la califica de “burrada sin sentido”. Lo hace tanto por la zona que atraviesa, con viaductos sobre lugares “casi intactos”, como por el propio trazado. Afectará también a la Ribeira Sacra, para la que la Xunta promueve la declaración como Patrimonio de la Humanidad, y al entorno de Monte Furado. Y en la Serra da Enciña da Lastra perturbará un entorno aislado de roca caliza en el que están registradas especies endémicas que solo se encuentran en esta área, como la Petrocoptis grandiflora, y 25 (poco conocidos) tipos de orquídeas. Pumariño agrega que aquí está la única pareja de alimoche de la que se tiene constancia en Galicia y carga contra una infraestructura que, incluida entre las promesas del Plan Galicia que el gobierno de Aznar aprobó tras el Prestige, tiene el apoyo de todos los grupos del Parlamento autonómico.

Este parque natural es muestra también de la desidia de la Xunta con los órganos en los que se da voz a los propietarios de terrenos de los parques naturales y también a los agentes económicos y sociales: las juntas consultivas. La de Enciña da Lastra se convocó por última vez en junio de 2019, hace casi seis años. La segunda que lleva más tiempo sin reunirse es la de Corrubedo, que fue convocada por última vez en marzo de 2021. La de Fragas do Eume tuvo su último encuentro en noviembre de 2022. Las tres restantes (Baixa Limia – Xurés, O Invernadeiro y Monte Aloia) lo hicieron en los últimos cuatro meses.

Una duna móvil sometida a presión turística

El parque natural de Corrubedo se sitúa en el litoral e incluye el sistema dunar y las lagunas de Carregal y Vixán. Manu Santos critica que no se haya ampliado y se mantenga en menos de 1.000 hectáreas, pese a que lo rodean 9.000 hectáreas de Red Natura. “Es muy frágil por la presión turística en las playas; hay un endémico descontrol en la señalización y vigilancia”, dice. Esto deriva en que algunas personas se metan en partes prohibidas -hay unas pasarelas instaladas-. Romay recalca que este es el principal riesgo de un entorno que resulta “muy atractivo” pero resulta “muy delicado”, con especies amenazadas como la píllara das dunas -el chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus)-.

Los dos expertos indican que no se han erradicado especies invasoras como la acacia y el eucalipto y el plan de gestión recalca los riesgos derivados del abandono de los usos tradicionales de la tierra y los aprovechamientos agrarios, que eran espacios de “alta biodiversidad”.

En el anuncio más reciente de fondos públicos para los parques naturales -18,5 millones-, la Xunta informó de que en Corrubedo las acciones más relevantes serán de investigación. En las Fragas do Eume, el desembolso principal será para comprar nuevas fincas con la idea de recuperar el bosque original. Mientras, en Baixa Limia – Serra do Xurés, el objetivo del Gobierno gallego son obras de mejora en los centros de interpretación. Como acciones transversales están las de instalar señales, elaborar material divulgativo y dar un servicio de atención, todo ello pensado en los visitantes.


Vista de las dunas de Corrubedo