El Papa hace oficial la disolución del Sodalicio y requisa sus bienes para reparar a las víctimas

La Santa Sede publica el decreto de desaparición de la organización fundada por Luis Fernando Figari, al considerar que «nunca hubo carisma del Espíritu», y pretende utilizar su patrmiomio valorado en más de mil millones de dólares para compensar compensaciones

Sodalicio: uno de los símbolos de la Iglesia ultra en Latinoamérica

La disolución se firmó el pasado 14 de enero, aunque hasta hoy mismo no se ha hecho oficial. El Sodalicio de Vida Cristiana, uno de los símbolos de la Iglesia ultra en Latinoamérica, deja de existir, y se exige la entrega de todos sus bienes (las fuentes consultadas hablan de más de mil millones de dólares) para resarcir a centenares de víctimas de los abusos de la organización surgida en Perú a comienzos de los años 70.

La decisión papal pone fin a un camino que arrancó el pasado mes de agosto con la expulsión del grupo de su fundador, el pederasta Luis Fernando Figari, y de varios de sus máximos dirigentes y defensores, representante del ala más ultra de los medios de comunicación, la política y la judicatura peruana. Un golpe en toda regla, también, para el antiguo modelo de la Iglesia del país, que durante años defendió el primer cardenal del Opus Dei, Juan Luis Cipriani, hoy también defenestrado por el Papa.

Este paso abre la pregunta sobre si podrá influir en la trayectora que tiene por delante el Opus Dei porque al Sodalicio se lo ha comparado como el Opus del Peru. Lo cierto es que la prelatura fundada por Escrivá de Balaguer, con múltiples conflictos, aguarda para después de Pascua la decisión final de Roma sobre sus estatutos, que podrían marcar un antes y un después en su inserción jurídica dentro de la Iglesia católica.

El caso del Sodalicio no tiene marcha atrás. No después de que las investigaciones encargadas por el Papa al sacerdote español Jordi Bertomeu concluyeran afirmando que la obra fundada por Figari estuvo viciada desde el principio. No hubo “inspiración del Espíritu Santo” ni “carisma de origen divino” en su fundación, por lo que no hay nada que salvar. Una demolición en toda regla.

Con la supresión del Sodalicio se acaba con las tres ramas de la organización: la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, las Siervas del Plan de Dios y el Movimiento de Vida Cristiana. En todas ellas se han demostrado prácticas corruptas y sectarias, así como abusos continuados y ansias desmedidas por el poder, el dinero y el sexo.

El decreto de disolución fue firmado el pasado 14 de enero por el papa Francisco, por la prefecta de Vida Consagrada, Simona Brambilla (la primera mujer ‘ministra’ del Vaticano) y por el subsecretario del citado dicasterio, padre Aitor Jiménez Echave. Contra la decisión no cabe recurso alguno.

¿Por qué la dilación?

¿Por qué si el decreto lleva tres meses firmado no ha entrado en vigor hasta ahora? La enfermedad del Papa, sumado a las tácticas de dilación de los miembros del Sodalicio, y las dificultades del delegado pontificio, Jordi Bertomeu, para desentrañar la maraña económica del grupo, que permitirá indemnizar a las víctimas y ofrecer una nueva vida a las consagradas que quedan huérfanas de congregación han paralizado el epitafio definitivo de una organización todopoderosa en Latinoamérica y que –como ya sucediera con otros movimientos de corte conservador, como la Legión de Cristo– contó con la protección absoluta de la Iglesia en tiempos de Juan Pablo II.

Porque el Sodalicio, además de un entramado empresarial, quiso ser un “ejército de guerreros” contra el impulso de la Teología de la Liberación, que curiosamente también surgió en Perú de la mano del teólogo Gustavo Gutiérrez. Ha tenido que ser un Papa latinoamericano quien acabara con los ‘soldados’ de Wojtyla.

El documento romano, tal y como ha adelantado Religión Digital, consta de dos folios y comienza señalando los antecedentes de la supresión. Desde hace años, el dicasterio de la Vida Consagrada “se viene ocupando de la compleja y grave situación de la Sociedad de vida apostólica del Sodalitium Christianae Vitae, por culpa del comportamiento impropio del Fundador, Sr. Luis Fernando Figari, y de muchos de sus colaboradores”.

Para investigar a fondo esos comportamientos impropios,así como “las acusaciones sobre diversas responsabilidades, atribuidas a numerosos miembros”, el papa Francisco designó, en 2023, una comisión especial, integrada por monseñor Scicluna, secretario adjunto del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, y de monseñor Jordi Bertomeu, oficial del mismo dicasterio.

Los investigadores probaron que las acusaciones eran certezas evidentes, para poder concluir que todas las obras de Figari carecen, desde su fundación, de inspiración divina. No hay carisma fundacional. En consecuencia, y “en virtud del canon 732 y del canon 584” del Derecho Canónico, Roma convierte el Sodalicio y sus sucursales en “entes canónicamente suprimidos”.

A partir de este momento, el Vaticano decreta dos decisiones. La primera, la apertura de “procesos de verificación de cualquier tipo de violencia y/o abuso sufrido por los miembros o ex miembros de la citada institución suspendida” y atribuidos a Figari o  sus cómplices. La segunda, “definir y resarcir equitativamente los daños sufridos por las víctimas” a costa de los bienes muebles e inmuebles pertenecientes al extinto Sodalicio. El Papa pone en manos de Jordi Bertomeu el proceso de liquidación y reparación de las víctimas.

Finalmente, el decreto insta a los miembros del Sodalicio a que “ofrezcan un sincero y significativo testimonio de reparar el escándalo provocado a los fieles y, sobre todo, contribuir al bien de la Iglesia y de todos, colaborando activamente y de forma eficaz a las susodichas iniciativas de justicia en relación con las víctimas”.

Al tiempo, les pide que “colaboren con la máxima disponibilidad en todos los procedimientos para el inventariado y la enajenación de bienes, cuyos ingresos serán utilizados para resarcir a las víctimas”.

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