Las que fueron a servir: «Cuando no teníamos pan, eso también era guerra»

Ocho mujeres de los valles de Anievas e Iguña narran en un documental su experiencia de soledad, sacrificio y pobreza como ‘criadas’ durante los años de la posguerra en plena dictadura franquista

Antecedentes – Testimonio de niñas de la guerra: haciendo memoria 80 años después

“Haciendo los deberes con los chicos aprendí a sumar, a multiplicar y a dividir”, confiesa Natividad Martínez, nacida en 1925, en el documental ‘Las que se fueron a servir’. Es una de las ocho mujeres que han narrado su experiencia como sirvientas durante la posguerra. Lo malo era cuando los chiquillos crecían. Uno de ellos, a los 14 años, le empezó a acosar. Un día tratando de zafarse de él se golpeó contra una puerta, se abrió la cabeza y le pusieron varios puntos. Después, se marchó de aquella casa.

Fueron muchachas que, prácticamente adolescentes, salieron de los valles interiores de Cantabria a ‘servir’, como se decía entonces. La necesidad y el hambre les empujó a macharse a París, Madrid, Santander, Torrelavega o en casas de entornos rurales más cercanos. “Iba en calcetines y la primera señora que tuve me decía: pero si es una niña, si todavía hay que cuidarla a ella”, evoca otra.

Juana Gutiérrez, Carmina Villegas, Josefina y Felisa de la Concha, Natividad Martínez, Rosario Martínez, Elena Ruiz y Encarna Hoyos -que ya tienen entre 80 y 90 años- ponen rostro y nombre a las historias, hasta ahora anónimas, que vivieron muchas mujeres de la época en el primer documental que rueda la directora cántabra Patricia Hernández.

Uno de los momentos más lúcidos del documental es el testimonio de Elena Ruiz, nacida en 1936 en Villasuso de Anievas. Cuenta que dos de sus hermanos trabajaban en la fábrica y otros dos eran canteros. “Yo no hacía nada” -y apostilla- “nada más que lavar y coser para ellos”. “Yo no estuve sirviendo, pero desde chica estuve de criada con ellos, sin cobrar”, razona.

Yo no hacía nada… nada más que lavar y coser para mis hermanos. Yo no estuve sirviendo, pero desde chica estuve de criada con ellos, sin cobrar

“Éramos muchos, fue el año del hambre, andábamos malvestidos y descalzos y ya teníamos una edad que nos daba vergüenza”, declara Rosario Martínez. “Cuando no teníamos pan, eso también era guerra”, recuerda aquella niña que trabajó como pastora en su pueblo desde los 9 años: “Ya era en tiempos de Franco y nos daban un chusco para todo el día. Eso no era comer, teníamos hambre”.

Rosario cuenta en el documental que se pasaba tanta necesidad que ir a servir era mejor que trabajar la tierra y criar animales porque “estaba quemada de trabajar en el campo”. Recuerda como aquellas muchachas regresaban al pueblo arregladas, más guapas. “¡Madre mía, pero qué cuello más blanco tienes!”, me decían. “Porque ellas estaban morenas y con las pieles estropeadas del sol”.


Las ocho mujeres protagonistas del documental ‘Las que fueron a servir’.

Había tanta necesidad que para tener criada ni siquiera hacía falta ser rico, según asegura otra de las entrevistadas. Josefina de la Concha empezó a servir con 13 años en Francia y acabó de planchadora en la Embajada de Mónaco. Se animó a marcharse a París porque habían estado allí con su familia exiliada durante dos años y conocía el idioma. Pero no salía nunca, no conocía la ciudad. “Me daba hasta miedo”, confiesa con cierto pudor en el documental. “Solo ibas a misa diaria”, apunta con guasa su hermana Felisa. Tanto es así que cuando volvió a Cantabria se compró un piso en Torrelavega con los sueldos que había ahorrado.

A Juana Gutiérrez la invitaron a la boda de un pariente en Guadalajara y empezó a servir con una prima suya en una casa de Madrid. Limpiaban, hacían la comida, cuidaban los niños, planchaban, cosían y lavaban la ropa. “Sin aparatos, como ahora, que lo tienen muy fácil”, bromean.

Estas mujeres, desde su posición de servir, defendieron su dignidad ante los señores. En algunas casas comían lo mismo que ellos “y a veces nos reñían porque comíamos poco”, apunta un testimonio. Otra mujer relata en el documental que un día escondió dos gambones y dos cigalas en un plato para ella y para otra sirvienta. “El demonio vino y fue la señora derecha a donde yo lo había escondido”, desvela. “Me dijo: ‘¡y esto?’. Y le dije: ‘Pues, mire, muy sencillo: nunca probamos nada, vienen las bandejas vacías y somos también personas, también nos gusta comer algo extraordinario’ para explicarlo”.

Movimiento de recuperación de la memoria

Ocho mujeres y ocho horas de grabación han alumbrado este documental de 30 minutos en el que recorren sus vidas como criadas a través de testimonios, recuerdos y anécdotas. La iniciativa, dirigida por Patricia Gutiérrez, forma parte de un proyecto de recuperación de la memoria del Movimiento Cultural de Iguña, Anievas, Molledo y Bárcena de Pie de Concha. Su misión principal es revitalizar e impulsar el desarrollo cultural y la recuperación y conservación del patrimonio material e inmaterial.

Todo empezó cuando se planteó limpiar uno de los antiguos lavaderos del valle. Eso avivó los recuerdos de las vecinas más mayores y al surgir estas conversaciones, un grupo de vecinos de la zona percibieron la necesidad que proteger esa memoria que corría el riesgo de perderse.

Durante año y medio estuvieron recogiendo testimonios y fotografías de más de una treintena de mujeres de los valles de Iguña y Anievas, que reconstruyeron sus recuerdos en largas entrevistas de cómo lavaban la colada en los ríos, regatos, lavaderos y fuentes. Lavar era más que un trabajo, era un tiempo y un espacio de reunión para las mujeres. “Todas guardan en sus memorias los momentos de charla compartidos, las complicidades y hasta la gestión de conflictos cotidianos”, explican. La iniciativa ha alumbrado un libro y una exposición.


Patricia Hernández, directora del trabajo ‘Las que fueron a servir’.

Tras esta primera experiencia, ahora han recuperado la memoria de ‘Las que se fueron a servir’, esta vez en formato documental. El estreno, en el teatro de Los Corrales de Buelna hace unas semanas, estuvo lleno de emotividad. También se ha proyectado recientemente en Santander.

Único nicho laboral que creció en el franquismo

“El servicio doméstico fue el único nicho laboral que creció durante el franquismo”, subraya Eider de Dios, profesora y autora del libro ‘Sirvienta, empleada, trabajadora de hogar. Género, clase e identidad en el Franquismo y la Transición a través del servicio doméstico (1939-1995)’.

Hubo una estrategia de reorganización social que relegó a las mujeres a posiciones secundarias en el mercado laboral frente a la República, que intentó regular el servicio doméstico a través de normas y de la presión de los sindicatos, hubo movilizaciones de las ‘criadas’ de entonces.

Eider de Dios subraya la existencia de una separación entre señores y criadas que se corresponde con los vencedores y los vencidos

También hay que destacar que el trabajo de servir era solo para las solteras. Encarnita Hoyos conoció a su marido sirviendo. Él fue un día a la casa donde trabajaba para hacer un arreglo, se casaron y hasta hoy. Pero ella dejó el servicio. El franquismo quería a las mujeres en el hogar e impuso el modelo de féminas no trabajadoras sobre todo para las casadas. De hecho, hubo un plus familiar para aquellas que no trabajasen en el mercado oficial porque, bajo el eufemismo de ‘sus labores’, lo hacían en las casas al servicio de su propia familia.

Eider de Dios subraya la existencia de una separación entre señores y criadas que se corresponde con los vencedores y los vencidos. En este sentido distingue la etapa de criadas, entre 1939 y 1959; empleadas de hogar hasta 1975 y las trabajadoras del hogar hasta 1995.

En el documental se refleja la diferencia entre criadas y señores y la ausencia de derechos laborales. Solo libraban una tarde a la semana. Una anécdota que retrata esa condición: una de esas mujeres quiso ir a conocer a su sobrino la tarde de su nacimiento y la señora se lo prohibió. Pero ella se fue. A ver al recién nacido y de la casa. La rebeldía de algunas de aquellas mujeres se reivindica y narra con un orgullo en el documental que recupera esta memoria y que las ha puesto rostro. Todas ellas regresaron años después a su pueblo.