Historiadores y aficionados indagan desde hace años en el sur de Francia en la línea pirenaica de artillería que los nazis comenzaron a construir para controlar la frontera y evitar invasiones por el sur
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A los pies del fuerte de Bellegarde, proyectado por el marqués de Vauban en el siglo XVII para dominar el paso fronterizo entre Francia y España, un camino desciende hasta el collado de Panissars, que separa ambos países. Guillem Castellví, ingeniero informático de 34 años, encara la ladera sur de este tramo del extremo oriental de los Pirineos. Nada más empezar a andar y justo antes de llegar a territorio español, se para y señala un agujero de hormigón en el suelo. “Este es el primer búnker de la zona. Hay otro más arriba”, dice.
Lo que hoy es un orificio de 110 centímetros de diámetro en medio del monte, con unas escaleras de acceso por un lateral subterráneo, en 1944 estaba cubierto por una torreta de tanque Panzer. Era uno de los puntos de defensa avanzados al sur de la Francia ocupada por los nazis. Una línea poco estudiada que recibió el nombre de Sperrlinie Pyrenäenfront, que apenas se llegó a emplear y que ahora algunos historiadores y aficionados –a uno y otro lado de la frontera– tratan de localizar.
“La línea nazi del Pirineo es casi desconocida, mucha gente ha vivido al lado de estos búnkeres sin saberlo, porque a menudo están escondidos entre la vegetación”, explica Castellví. Natural de Perpiñán, nieto de exiliados republicanos, comenzó a documentar estos puntos de defensa por encargo del Servicio Regional de Arqueología de Languedoc-Rosellón. El inventario que ha elaborado alcanza la cuarentena, todos ellos en la región francesa de los Pirineos Orientales.
Castellví no ha sido el único que ha ido en busca de esta línea abandonada de fortificaciones. Lo han hecho otros como Daniel Jinto, arqueólogo por la Universitat de Barcelona (UB) y que dio con la Sperrlinie durante su investigación académica sobre las rutas de los judíos que huían hacia la península ibérica durante la Segunda Guerra Mundial.
El caso más sorprendente es el de la asociación de senderistas Gas Mountain, que descubrió en marzo de 2024 una de estas casamatas en la zona de Le Perthús que aún conservaba la torre del tanque instalada.
Uno de los búnkeres nazis a los pies del fuerte de Bellegarde. A escasos metros se observa el camino por donde pasa la frontera entre Francia y España. Al fondo, la localidad española de la Jonquera
“Llevaba cuatro días dando vueltas por el sitio, andando sin mucho éxito, y en el último momento, encontré ese bombazo”, explica uno de los integrantes de esta asociación que se dedica a recuperar senderos abandonados y a divulgar patrimonio histórico esparcido por las zonas rurales de Girona. El búnker descubierto por esta entidad es, como la mayoría, de tipo Ringstand, con la cámara de tiro y una escalera de acceso subterránea.
La torreta, del modelo Panzerturm I modificado, continúa en su sitio 80 años después, pero no lo hará por mucho tiempo. La intención es trasladarla al Fuerte de Bellegarde para exponerla y, de paso, evitar que la roben. No sería la primera vez. En el collado de Belitres, entre Portbou y Cerbère, unos ladrones sustrajeron en 2012 el cañón de otro de los pocos puestos de artillería nazis en la frontera que conservaban la estructura de acero.
De ahí que Gas Mountain no haya difundido la ubicación exacta. “Cuando lo encontramos, en el interior había una caja de munición, manivelas para hacer girar la torreta y otros elementos desmontables que ya se trasladaron a Bellegarde”, afirman.
Además de explorar el territorio, los historiadores y aficionados apoyan sus indagaciones en los archivos de la región, en los testimonios orales y también en fotografías aéreas desde las que detectar estos agujeros. “En general, en los archivos departamentales franceses de los Pirineos Orientales hay muy poca documentación al respecto”, se lamenta Jinto.
El origen de la Sperrlinie Pyrenäenfront –que traducido del alemán significa “línea de defensa en el frente pirenaico”– está ligado al de los distintos muros defensivos que el ejército nazi construyó a lo largo del continente para evitar invasiones. El más vasto, el Atlanticwall, fueron unas 15.000 fortificaciones para protegerse del ejército británico desde Hendaya hasta los países escandinavos. Pero también existió el Südwall, su equivalente en el Mediterráneo. Ambas serían superadas por las tropas aliadas tras sendos desembarcos en Normandía y Provenza en junio y agosto de 1944, respectivamente.
La línea pirenaica, mucho más reducida que la Atlántica y la Mediterránea, se desarrolló poco antes de la liberación de Francia. Las fortificaciones se instalaron mayoritariamente en 1944, a pesar de que el país llevaba bajo ocupación militar alemana desde 1942. La última casamata construida de la que se tiene constancia, ubicada en la Cerdanya francesa, data del 21 de julio de ese año, cuando los soldados aliados ya avanzaban desde el Atlántico por el interior del país galo.
Casamata con orificio de tipo ‘Ringstandt’, pensado para encajar una torreta Panzer, en la localidad francesa de Font Romeu-Odeillo-Via.
Como en las demás cadenas de baterías, señalan los historiadores consultados, la pirenaica la construyó la Organización Todt, el organismo nazi que esclavizó a miles de prisioneros y deportados judíos para fabricar armamento y edificar infraestructuras. Según Castellví, también se utilizaron empresas locales, aunque los ingenieros a la cabeza eran alemanes.
“Por los documentos de que disponemos, parece ser que estas casamatas formaban parte de los puntos de apoyo avanzado para repeler un primer ataque, que a su vez integraban una organización defensiva más compleja, con una segunda línea en la retaguardia formada por bloqueos con explosivos”, explica Daniel Jinto.
A lo largo de su investigación, cuyos resultados servirán para su tesis doctoral, Jinto ha consultado documentación militar alemana en la Administración Nacional de Archivos y Registros (NARA) de Estados Unidos y en el Bundesarchiv Militärarchiv (BAMA) en Berlín.
Uno de los documentos citados es un inventario que recibe el nombre de Barreras preparadas en el frente de los Pirineos, bajo el que aparece una lista de sectores con números no consecutivos que van del 102 al 197, todos ellos tras el epígrafe Pyr. Se trata de nodos defensivos que albergaban munición, principalmente explosivos pensados para volar puentes, carreteras y túneles. En ellos aparece también su ubicación, sobre todo en localidades pirenaicas pero no exclusivamente, como Seix, Saint Beat, Ax-les-Termes, Forges d’Abel, Eaux Bonnes, Latour-de-Carol, Mount Louis, L’Hospitalet-pres-Andorre, Arles y Montauban.
Aún hoy es un enigma el número de casamatas y búnkeres que esparció la Wehrmacht a lo largo del Pirineo. Especialmente en el extremo occidental de la cordillera, donde apenas han aflorado. Tampoco está comprobado si se llegaron a ocupar y emplear, desde luego no en combate. Pero Jinto se muestra convencido de que sí operaron como puntos de control fronterizo, para evitar todo tipo de tránsito clandestino en ambas direcciones, desde el paso de soldados aliados caídos en el frente hasta la huida de judíos.
En Huidos del Holocausto. Judíos evadidos del nazismo a través del Pirineo de Lleida, el historiador Josep Calvet estimó en al menos 15.000 los judíos que atravesaron la frontera hacia España entre 1939 y 1944 para escapar del Holocausto. “Las órdenes eran claras, evidentemente como defensa contra posibles ofensivas aliadas, pero también para controlar el tráfico clandestino en el Pirineo”, señala.
Una vez localizadas las defensas y estudiado su papel, surge la pregunta de qué hacer con ellas. En su mayoría son bloques de hormigón esparcidos separados entre sí, a veces en terrenos privados, lo que dificulta su museización, reconoce Jinto. Sin embargo, su deseo es claro: “Si se puede hacer una patrimonialización o una museización sería no solo importante, sino necesario”.