La primera ministra italiana, que visita Washington este jueves, se mueve entre su afinidad con el líder estadounidense y la necesidad de mostrar lealtad a la UE
Giorgia Meloni visita por sorpresa a Donald Trump en su residencia de Florida
Sentados a solas al término de una cena festiva, bajo los candelabros, junto a una mesa con rosas blancas y posos de vino, Giorgia Meloni y Donald Trump conversan absortos.
Estamos a principios de diciembre y los mandatarios aparecen retratados en un opulento salón de cenas en el palacio del Elíseo, donde el presidente francés, Emmanuel Macron, recibió a los invitados a la reapertura de la catedral de Notre Dame.
Aquella vez fue la primera en que la ultraderechista primera ministra italiana se cruzó con Trump, un encuentro que se produjo tras años en los que Meloni cultivó relaciones con los militantes del movimiento Make America Great Again (MAGA). Por poder, pudieron estar confraternizando a partir de su desprecio por la cocina francesa.
Sea lo que fuere que trataron, todo indica que Meloni dejó buena impresión. Trump la describió posteriormente como “puro nervio” y alguien con quien podía trabajar para “enderezar un poco el mundo”. Es perfectamente posible que Elon Musk le hubiese remitido informes positivos al respecto de la italiana, con quien el magnate tecnológico se ha reunido en varias ocasiones. Ella lo ha calificado de “hombre brillante”.
La relación entre los dirigentes progresó hasta el punto en que Meloni visitó brevemente a Trump un mes después en su club de Mar-a-Lago, en Florida, y fue la única dirigente europea que asistió a su ceremonia de investidura.
Pero ahora su influencia sobre Trump se verá puesta a prueba cuando se reúnan el jueves en Washington para su primera cumbre bilateral. Meloni será la primera líder europea a la que vea desde que anunció la pausa a los aranceles la semana pasada.
El encuentro será observado con atención. Por un lado, es la oportunidad ideal para que Meloni muestre su afinidad con Trump, con quien comparte tendencias políticas naturales, al tiempo que engorda sus credenciales como mediadora para un diálogo de mayor peso. Por el otro, la reunión supondrá para ella un delicado juego de equilibrios, pues sabe que debe tener cuidado de mantener su fidelidad con los socios de la UE.
Entre bambalinas parece haberse cocinado una hoja de ruta entre Meloni y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Pero el viaje ha generado ansiedad entre los aliados europeos, así y todo. El ministro de Industria de Francia, Marc Ferracci, advirtió la semana pasada de que la expedición podía poner en peligro la unidad europea contra los aranceles estadounidenses.
Estas suspicacias tienen cierta base. Meloni, euroescéptica reconvertida, defendió el cruento ataque del vicepresidente de EEUU, JD Vance, contra los valores europeos en la Conferencia de Seguridad de Múnich de febrero. Precisamente el viernes, ya de vuelta en Roma, se reunirá con Vance, que pasará el fin de la Semana Santa en Italia.
Otra cuestión espinosa es la de Ucrania. Pese a aceptar la postura de los aliados durante el Gobierno de Joe Biden, el partido de Meloni, Hermanos de Italia, se abstuvo en marzo, por primera vez, en la votación de una resolución en el Parlamento Europeo que ratificaba el apoyo a Kyiv contra la agresión rusa. Personalmente, se ha mostrado tibia respecto a la “coalición de voluntarios” que proponen Macron y el británico Keir Starmer.
La eurodiputada socialista belga Kathleen van Brempt, también vicepresidenta del comité del Parlamento Europeo sobre comercio internacional, comprende las dudas sobre Meloni.
“Tenemos que ser más sutiles”, defiende. “Meloni sabe que necesita el apoyo del consejo, la comisión y el parlamento para todas las conversaciones que tiene [en la agenda]. Sabe que no puede ir más allá de lo acordado. El primer objetivo es sentar a alguien en la mesa de negociación. Y eso es exactamente lo que intentará hacer Meloni en Washington”, razona.
El eurodiputado de Hermanos de Italia y secretario general del Partido de los Conservadores y Reformistas Europeos, Antonio Giordano, que asistió a la convención nacional republicana del año pasado en EEUU, dijo que la prioridad de Meloni sería entablar una conversación franca con Trump, a poder ser una que saque del impasse las relaciones entre EEUU y la UE.
“La personalidad de Meloni es así; cuando hay un problema, suele encararlo de frente, hablarlo”, describe Giordano. “Ese es el primer objetivo de la discusión, más allá de los posibles resultados”, añade.
Giordano adujo que, aunque Hermanos de Italia, partido con raíces neofascistas, tiene una proximidad natural con los republicanos de Trump, a Meloni se le da bien “lograr un nivel notable de empatía con todo el mundo”.
“Con Biden también lo hizo muy bien”, recuerda. “Está claro que ella va a representar a Italia, pero también ha dejado claro que Europa se muestra compacta. Al mismo tiempo, siempre ha insistido en que Europa tenga un diálogo abierto [con EEUU] y que no cerramos la puerta a nuestro aliado natural”, matiza.
A Meloni no le queda más remedio que ser cauta. Italia es el tercer mayor exportador de la UE a EEUU y eso supone que estará sometida a presión para defender los intereses empresariales e inversores transalpinos. Algunas voces plantean que quizás trate de eximir de los aranceles a algunos productos nacionales como la pasta, el queso y el vino.
Otra cuestión clave será la del mayor rival comercial estadounidense, China. Meloni viajó al país el año pasado para restablecer los lazos comerciales tras haber retirado a Italia de la nueva Ruta de la Seda, el mecanismo de inversión en infraestructuras que patrocina el gigante asiático. Se espera, no obstante, que se distancie de los intentos de algunos países de la UE, como España, de estrechar lazos con China en el contexto de su guerra comercial con EEUU.
En el plano interno, Meloni también está sometida a presiones para mantener la unidad de la coalición de gobierno, especialmente con Matteo Salvini, recientemente reconfirmado como líder de la Liga, quien la ha retado al dar un apoyo explícito a Trump y criticar la política de la UE con Ucrania.
Por mucho que sus instintos políticos sean similares, es posible que Meloni tenga, sin embargo, que rebajar las expectativas sobre su capacidad de erigirse en la encantadora europea de Trump.
“Ha creado la ilusión de que es la ‘elegida’ de Trump, pero cada vez está más claro que no es así”, critica Sandro Gozi, europarlamentario del grupo Renovar Europa y antiguo secretario de Estado italiano para Europa. “Trump ve la UE como un obstáculo para su estrategia imperialista y no hace nada por ocultarlo. Pero si quiere negociar con nosotros, será a través de Von der Leyen y no de Meloni”, opone.
En línea con su personalidad, Meloni se ha aproximado a Trump al tiempo que cultiva relaciones con parte de la oposición en Italia: recientemente asistió al congreso de Acción, un partido centrista.
El líder de la formación, Carlo Calenda, dijo que Meloni está “en una encrucijada”, pues afronta el dilema de elegir en EEUU y Europa.
“Se lo dije cuando vino al congreso”, explica. “Hay un aspirante a autócrata en la Casa Blanca que nos considera el enemigo; su plan es dividir Europa. Pero nuestro futuro está indisociablemente ligado a Europa, e Italia debe participar en las decisiones que se tomen conjuntamente. Creo que Meloni aún no se ha decidido”, estima.