June Fernández: «El peor modelo de gestación subrogada es el que apela a la generosidad de las mujeres»

La periodista ha publicado ‘Sueños y vasijas’, un libro en el que reivindica la pluralidad, ejerciéndola: a través de entrevistas con distintas feministas ahonda en la complejidad ética, legal, y social de la gestación subrogada

España, el mercado de óvulos de Europa

“Es muy delicado que las lógicas de mercado hayan entrado en un terreno como es la creación de la vida”. June Fernández es periodista, feminista, escritora. Es una de las voces más visibles de un periodismo con perspectiva de género, que se reivindica así desde antes de que la última ola feminista llegara para revolverlo todo. Es autora de varios libros, el último: Sueños y vasijas. Análisis feministas en torno a la gestación subrogada (Consonni), publicado primero en euskera en la editorial Susa. En el libro reivindica la pluralidad, ejerciéndola: a través de entrevistas con distintas feministas ahonda en la complejidad ética, legal, y social de la gestación subrogada.

En la introducción del libro dice que investigar y escribirlo le ha servido para seguir dándole vueltas a un tema que parece muy polarizado y en el que tiene dudas. Después de todo el proceso, ¿hay algo que tenga más claro que antes sobre la gestación subrogada?, ¿y menos?

Reivindico este ejercicio de pluralidad, porque es bastante habitual que el tema se despache de dos maneras. Por parte del feminismo abolicionista, diciendo que no hay matices posibles porque es explotación reproductiva y mercantilización de los bebés. Y por el otro lado, en los entornos de familias que han sido madres-padres por gestación subrogada, despacharlo con la idea de que es una técnica reproductiva más y que hay que normalizarla y no estigmatizar a las familias y a los bebés. Yo sí que sostengo que es un tema complejo, porque, incluso si mi posición es que un tipo de negocio así es inadmisible, ¿cómo lo solucionamos? Ahí entran cuestiones como las que abordamos en el capítulo de la legislación sobre qué implicaciones tiene un modelo prohibicionista, como el de Italia, en el que, por ejemplo, hay bebés que pueden terminar en servicios sociales.

Es muy delicado que las lógicas de mercado hayan entrado en un terreno como es la creación de la vida y que se normalice el que haya personas gestando para otras en un marco neoliberal globalizado

Aclaro, y ahí sin matices, que no estoy a favor de la gestación subrogada comercial ni del eufemismo de ‘altruista con compensación’. Es muy delicado que las lógicas de mercado hayan entrado en un terreno como es la creación de la vida y que se normalice el que haya personas gestando para otras en un marco neoliberal globalizado. La mayor parte de la gente que reivindica su derecho a gestar para otras lo hace en un contexto más relacional, de querer ayudar a una amiga o a una prima.

Este es un tema en el que aparentemente las posiciones parecen muy polarizadas ¿estamos dándole más importancia a tener una posición cerrada que a tener una conversación, un debate en el que poder escuchar otras ideas y quizá llegar a reflexiones distintas, incluso a consensos?

Esto tiene mucho que ver con las lógicas de las redes sociales, de cómo nos comunicamos ahí y de qué se exige a cada quien, porque no es esa mi sensación en el movimiento feminista de Euskal Herria, que es del que yo vengo y en el que se habla desde posiciones distintas, sosegadamente, con mucha pluralidad. De repente lo que encuentro en redes y en el discurso mediático no es eso, sino estas posiciones enrocadas. Por eso, mi invitación es, efectivamente, a darle una vuelta en serio a este y a cualquier tema.

También hay un feminismo, sobre el que queda claro mi animadversión en el libro, no por abolicionista, sino por dogmático, que está vendiendo una especie de mochila ideológica en la que te reparten el carné de feminista si estás en contra de la prostitución, los vientres de alquiler y la autodeterminación de género. Y no solo en contra, sino si crees que la solución es criminalizar esas tres prácticas. Más allá del tema de la gestación por sustitución, el libro pretende ser una defensa de la pluralidad y del pensamiento crítico. En el capítulo de filosofía, por ejemplo, entrevisto a dos profesoras de filosofía feministas vascas: la que viene de lo queer y del transfeminismo, y que de hecho es una persona trans, está radicalmente en contra de los vientres de alquiler, mientras que la que procede del feminismo de la igualdad, ilustrado, tiene más dudas y una posición más relativista. Me parece enriquecedor pensar los temas sin estas lógicas de bandos, de packs ideológicos.

Me parece que hay que distinguir el plano del debate ideológico-político sobre qué modelo queremos, cómo queremos reproducirnos, cómo queremos parir nuestra especie… y el plano de cómo convivimos, a quién criminalizamos y a quién no

¿Es posible o incluso deseable que existan discursos críticos con la gestación subrogada, pero que no impliquen necesariamente defender el prohibicionismo?

Por intentar no ser dogmáticas, pienso que una cosa son mis convicciones personales —¿cuáles son los modelos reproductivos que me gustan?, ¿cuáles me gustaría que se extendieran y cuáles no?— y otra es cómo construimos consensos sociales y cómo establecemos el perímetro que separa la libertad individual de los consensos sociales. En cuanto a los órganos, en España parece que no se está poniendo en duda que la donación tiene que ser un asunto público y que no puede entrar en la lógica de mercado. En cambio, con la gestación por sustitución no hay tal consenso construido.

Con esto quiero decir que debemos pensar cómo puedo hacer yo para conciliar el hecho de que no me gusta el modelo reproductivo de la gestación subrogada con el hecho de que ya hay familias en nuestro país que se han establecido de esa manera y que tienen que tener unos derechos, como garantizar la filiación de sus criaturas. Sé que esto es muy peliagudo, pero me parece que hay que distinguir el plano del debate ideológico-político sobre qué modelo queremos, cómo queremos reproducirnos, cómo queremos parir nuestra especie… y el plano de cómo convivimos, a quién criminalizamos y a quién no. Es una respuesta que yo no tengo, pero entrar en discursos muy beligerantes de ‘venga, hay que meter a la cárcel a todo el mundo que haya ido fuera a pagar por gestación subrogada’, no me parece muy prudente.

En el capítulo que aborda el aspecto legal aparecen las aristas de regular y de prohibir, ninguna de las dos opciones parece fácil cuando se baja a los detalles jurídicos y prácticos.

La vía de prohibir y tipificarlo como delito universal, como ha hecho Giorgia Meloni, conlleva peligros, como que los bebés queden en situación de desprotección. Pienso, además, que no hay un suficiente consenso en España como para adoptar ese tipo de medidas. Hay encuestas que hablan de una aceptación más del 60% por parte de la opinión pública hacia esta práctica. Sería difícil de entender que de repente haya padres y madres que terminan en la cárcel por esto, porque hay potencias occidentales como Estados Unidos o Canadá donde esto está permitido y estas personas han respetado sus leyes. En cuanto al registro de los bebés, lo de obstaculizar las afiliaciones, encontramos que la jurisprudencia europea insiste en privilegiar el interés superior del menor. Entiendo que ahí haya debate feminista. ¿Priorizar el interés superior del menor es promover la gestación por sustitución?, ¿y que haya contratos en los que una criatura sea objeto de ese contrato? No lo creo.

El modelo comercial, es decir, regularlo en plan capitalismo salvaje, ni lo analizo, porque es evidente que las feministas estamos casi en nuestra mayoría en contra. Hay un término medio, que a veces se presenta como la opción menos mala, que sería lo que han hecho por ejemplo Portugal, Uruguay, Cuba, Reino Unido o Australia. Permiten una sola forma de hacerlo, que es supervisada por el Estado, sin intermediarios privados. La mujer no cobra para que no lo haga por necesidad económica o incluso puede ser solo entre conocidos. Es muy bonito sobre el papel, pero en países como el Reino Unido la mitad de las familias sigue yéndose al extranjero a la vía fácil de pagar dinero y hacer el proceso más rápido. Al final eso es lo que hace que la práctica se normalice, que en el fondo se sigue alimentando un sistema global.

A largo plazo deberíamos pensar por qué estamos dedicando tanta atención a este modelo tan minoritario de reproducción y no estamos dedicando más energía a visibilizar alternativas más ajenas al mercado, como pueden ser los acuerdos de reproducción entre personas conocidas o la filiación múltiple

Defiende que, en lugar de centrar todo el debate en la gestación subrogada, deberíamos atender a otras cuestiones, otras propuestas, ¿cuáles?

A largo plazo deberíamos pensar por qué estamos dedicando tanta atención a este modelo tan minoritario de reproducción y no estamos dedicando más energía a visibilizar alternativas más ajenas al mercado, como pueden ser los acuerdos de reproducción entre personas conocidas. Una mujer que quiere ser madre sola, sin pareja, y un hombre que quiere ser padre solo, sin pareja, que son amigos, se ponen de acuerdo y crían juntos con un régimen de custodia compartida, por ejemplo. ¿Por qué de esto no hablamos? O de la filiación múltiple, que una criatura tenga más de dos figuras legalmente reconocidas, que es algo que afecta a las llamadas familias ensambladas o reconstituidas, a los padrastros, las madrastras, pero también a las familias poliamorosas… Entonces, igual no se trata tanto de buscar una solución a este modelo en concreto, sino, en palabras de Amaia Pérez Orozco en el libro, de desbordar este modelo mediante un replanteamiento de los modelos de reproducción con soluciones más imaginativas y que no sean las que te ofrece el capitalismo en bandeja.

El altruismo de las madres que se invoca en el llamado modelo altruista es algo muy criticado entre feministas, ¿por qué?

Algunas de las entrevistadas en el libro dicen que la gratuidad de la gestante no es una gratuidad, sino un mal pago, porque al final sí que se les está pagando por el tiempo dedicado al embarazo y al parto, por el tiempo que no pueden dedicarse a su trabajo habitual, etcétera. Es cierto que en algunos países, especialmente del sur global, por ejemplo en India, hay mujeres quejándose de que desde el norte global se está presionando para quitarles lo que para ellas es una estrategia de supervivencia, que les da una alimentación y una atención sanitaria mejor que la que tienen normalmente, por la que a lo mejor cobran cinco veces más que en sus trabajos. Es un debate muy complicado, pero en el libro hay un consenso entre todas las entrevistadas: la crítica feminista al altruismo.

Si en España se aprobase la modalidad altruista en la que la mujer no cobra, ¿qué significa eso?, ¿que como sociedad vamos a animar a las mujeres a que hagan trabajo reproductivo gratis porque somos seres de luz, ángeles? Desde luego, el peor modelo es el modelo en el que se apela a la generosidad de las mujeres y en el que los intermediarios siguen siendo intermediarios con ánimo de lucro. Entonces, si hay una alternativa realmente altruista, solidaria, tendrá que ser en un marco en el que el Estado se haga cargo y en el que no haya intermediarios privados. Ahí la pregunta es, ¿queremos eso?, ¿queremos destinar dinero público a que el Estado facilite este tipo de reproducción? Tengo muchas dudas, la verdad.

Si hay una alternativa realmente altruista, solidaria, tendrá que ser en un marco en el que el Estado se haga cargo y en el que no haya intermediarios privados. Ahí la pregunta es, ¿queremos eso?, ¿queremos destinar dinero público a que el Estado facilite este tipo de de reproducción?

A veces hablamos de gestación subrogada como algo aparte de la industria de la reproducción asistida, ¿pero tiene sentido debatir sobre vientres de alquiler sin reflexionar sobre la reproducción asistida?

Es parte de lo mismo. Estamos hablando todo el rato de las gestantes, pero en la mayor parte de los países en los que la gestación subrogada es legal se impone que los óvulos no los ponga la gestante, sino una donante, al menos en familias en las que no haya una mujer que tenga óvulos que se puedan utilizar. Recordemos que España es el líder europeo y segundo líder mundial en reproducción asistida, precisamente porque estamos en un paraíso en el que se dan todas las facilidades para que las mujeres den sus óvulos a las clínicas con este eufemismo de la donación con compensación y con la garantía de que la donación sea anónima. Es un tema muy de actualidad, porque personas nacidas por donación de gametos que ya son adultas están diciendo que tienen derecho a conocer sus orígenes genéticos.

También desde una posición anticapitalista es todo parte de lo mismo, porque tenemos una industria con un poder en España muy grande y que está influyendo muchísimo. Cuando tienes 20 años las clínicas van a la universidad a convencerte de que seas muy generosa y dones tus óvulos por mil euros, con 30 años te convencen de que congeles tus óvulos para posponer la maternidad, y con 40 años te dicen bueno, si tienes problemas puedes usar los de una donante. Y si todo eso falla, vamos a presionar para que se legalice la gestación por sustitución como una técnica reproductiva más, como el último cartucho. Eso es muy problemático, hay muchos intereses en juego.

Si ahora mismo es muy difícil acceder a una adopción transnacional es, entre otras muchas cosas, porque era un terreno en el que se daban unas lógicas colonialistas. Desde España propiciamos el empobrecimiento y los conflictos armados en otros países y luego vamos a salvar a esos bebés

En nuestra mirada desde aquí a la gestación subrogada, ¿hay un sesgo racista?

En el libro hay un capítulo sobre esta cuestión y de la mano de dos feministas migradas y dos gitanas sacamos algunas conclusiones. Por una parte, hay una tendencia al salvacionismo blanco y a ser muy beligerantes con cuestiones que no nos atraviesan. Es decir, ese feminismo abolicionista contra los vientres de alquiler y la prostitución no está posicionándose por la abolición del trabajo del hogar en régimen de interna o, al menos, no está incluido en su agenda. Al final, las gestantes no están en España, salvo las que lo hacen de forma clandestina, sino que están otros países. Existen gestantes que creen que la regularización es la mejor vía de controlar que no haya situaciones de explotación y que los contratos sean lo menos lesivos posible. Deberíamos reflexionar sobre qué temas nos indignan y cuáles no. Y también en cómo victimizamos a esas ‘pobres’ mujeres indias desconociendo qué procesos se han dado en su sociedad y qué críticas hay ahí.

Destacaría que en el tema de las soluciones y las alternativas en el feminismo blanco y en los partidos políticos de izquierdas lo típico es decir que la solución es agilizar las adopciones. Eso entra en contraste con un movimiento antirracista en España que está denunciando, por ejemplo, los criterios clasistas, racistas y sexistas en las quitas de patria potestad. Si ahora mismo es muy difícil acceder a una adopción transnacional es, entre otras muchas cosas, porque era un terreno en el que se daban unas lógicas colonialistas. Desde España propiciamos el empobrecimiento y los conflictos armados en otros países y luego vamos a salvar a esos bebés y los traemos aquí a un entorno racista sin suficiente preparación.

En cuanto a las gitanas, nos subrayan que las experiencias de maternidad no son universales, que cuando se habla de, por ejemplo, la crianza con apego, es algo muy occidental y muy contemporáneo. Nos dicen que las juzgamos por ser madres muy jóvenes cuando luego nosotras tenemos este desaguisado y creemos que con 40 vamos a poder ser madres. Y que cuando hablamos de criar en comunidad no hace falta irnos a utopías o a una comuna sino que también hay realidades de otras culturas que conviven con la blanca paya en la que la reproducción y la crianza se organizan distinto.

Para terminar, quería preguntarle por el revuelo alrededor de la decisión de la escritora y feminista Chimamanda Ngozi Adichie de recurrir a la gestación subrogada para ser madre de nuevo. ¿Cómo lo ve?

A mí lo que más me interesa de lo de Chimamanda, más que su vida y sus elecciones, es utilizarlo como pretexto para ver qué es lo que tenemos que pensar aquí sobre la industria y el modelo que queremos fomentar o no. Por otra parte, en sus declaraciones se decía que para ella había sido como una estrategia de conciliación. Le leí a una feminista argentina, María Luisa Peralta, que ese es el plan del capitalismo: saca una técnica de reproducción asistida y primero la vende utilizando a las personas con enfermedades y con problemas de fertilidad; luego a gays o con la diversidad familiar como coartada, pero que en realidad el negocio está en la gente con mucho dinero que se puede permitir el privilegio de externalizar el embarazo. Que la gente privilegiada tenga un batallón de nanis para no comerse las noches del llanto del bebé, por ejemplo, lo tenemos normalizado. También hay que tener en cuenta que estamos pensando el tema desde aquí, pero que en Estados Unidos la gestación por sustitución tiene un arraigo de más de 30 años. Ella es de origen nigeriano, y Nigeria es uno de los países en los que también se practica gestación subrogada. Estaría bien preguntar a las feministas estadounidenses cómo se vive ahí lo sucedido más que juzgar desde nuestros parámetros.

Chimamanda también dijo que las mujeres trans no son mujeres, sino mujeres trans. Parece paradójico que una persona que habla de los ‘privilegios’ de las mujeres trans, que sabemos que son uno de los colectivos sociales más atacados y más expuestos a la violencia social, haga uso de sus privilegios.