Insultar en Jueves o Viernes Santo a los ‘xuetes’ o conversos que vivían en la judería de Palma fue habitual hasta hace apenas 50 años. «Este tipo de ataques reciben un nombre muy concreto: matar judíos”, explica el historiador Jordi Maíz
El ‘Atles Català’ de los judíos mallorquines que trazaron el camino de la vuelta al mundo y cuestionaron el terraplanismo
A Laura Miró Bonnín le contaron sus abuelos lo que ocurría en la puerta de sus casas cuando eran niños y llegaban las noches de Jueves y Viernes Santo. Después de la misa y las procesiones, se acercaban grupos de adolescentes a las calles que rodean a la de Argenteria. En el antiguo gueto judío de Palma empezaban a lanzar insultos a gritos. Eran proclamas antisemitas. Como esta doctora en Historia, especializada en las andanzas y despectivo de los xuetes, el despectivo nombre que recibieron (y reciben, aunque ya resignificado) los descendientes de los conversos mallorquines, nació en 1992, los recuerdos de sus abuelos no son tan antiguos como parecen. Datan de las décadas de los treinta, cuarenta, cincuenta o sesenta… del siglo XX.
Vejaciones suficientemente duras que, incluso, llevaron al Obispado de Mallorca a intervenir. Lo subraya el libro Els jueus amagats, obra del escritor y documentalista lleidatà Eugeni Casanova i Solanes donde se narra, mediante pequeñas historias, el exilio interior y secular de los sefarditas que decidieron permanecer en Sefarad. Esta es una de las píldoras, en clave mallorquina, del libro de Casanova:
“Cuando Bruno Morey estaba en el seminario (nació en 1915), no era raro que los estudiantes a cura insultasen a los compañeros xuetes, especialmente durante la Semana Santa. ‘No toquéis al Cristo, que lo habéis matado vosotros’. Durante siglos, los portadores de los quince apellidos fueron vetados en las escuelas religiosas de Ciutat -nombre por el cual se conoce a Palma- y en el mismo seminario, y cuando pudieron entrar, fueron marginados de los puestos de responsabilidad. El primero que llegó un poco más arriba fue monseñor Bonnín, que en 1963 fue nombrado maestro de ceremonias de la Catedral. Lo decidió monseñor Viana, que ocupó la mitra entre 1955 y 1963, y parece que, desde su prelatura, no hubo más susceptibilidades hacia la raza. Hubo un rechazo auténtico a la raza. Los xuetes tenían que esconderse. Muchos usaban el segundo apellido en vez del primero si no era de los que estaban marcados. A un vicario xueta de Valldemossa (de apellido, Pinya, era de Manacor) le colgaban freixures [entrañas de cerdo] en la puerta, el Viernes Santo le apagaban las luces de la iglesia, los chavales le insultaban. Era una persona excelente, muy preocupada por la cultura, y rescató bailes típicos y folklore olvidado de Valldemossa”.
Aquellos episodios de la Mallorca republicana (que dedicó calles de Palma a personalidades xuetes) y franquista (que eliminó esos nombres del callejero) parecen sacados de un relato de la Baja Edad Media, o del Renacimiento, o del Barroco. En esas épocas, la violencia contra los judíos o los xuetes mallorquines era algo tan establecido cuando llegaba la Semana Santa que las autoridades de la isla lo permitían con una mezcla de ajuste de cuentas o desidia. En vez del perdón sobre el que pivotan los Evangelios se ponía en práctica el ojo por ojo del Antiguo Testamento. Para los descendientes de los hebreos que habían crucificado, después de que Poncio Pilato se lavara las manos, a Jesús de Nazaret no había absolución. El cliché retrataba a toda la comunidad como un grupo de avaros que se enriquecían a costa del trabajo ajeno prestando dinero y cobrando intereses. Un sambenito.
La violencia contra los judíos mallorquines era algo tan establecido cuando llegaba la Semana Santa que las autoridades de la isla lo permitían con una mezcla de ajuste de cuentas o desidia
Plano elaborado por Antoni Garau, en 1641, donde se identifican las calles de Palma en las que vivía la población ‘xueta’.
Un chivo expiatorio: el judío
“Este tipo de ataques durante la Cuaresma o la Pascua están registrados documentalmente, de manera singular, en la segunda mitad del siglo XIV e, incluso, reciben un nombre muy concreto: matar judíos o matar jueus. Se trata de una frase figurada, pero que se extiende entre las comunidades cristianas y que nos permite entender muchas de las cosas que han ocurrido desde entonces por motivos de odio religioso”, explica Jordi Maíz Chacón. Este doctor en Historia –como Miró Bonnín, por la Universitat de les Illes Balears– aborda el tema en uno de sus últimos trabajos. Conversión o muerte. Asalto y destrucción a la judería de Palma en 1391 (Ediciones La Tormenta, 2023) es un libro donde, para comprender la destrucción y muerte que ocasionó el pogromo contra el gueto de la ciudad mallorquina, se explica con detalle el odio que, año a año, desgracia a desgracia, se fue fraguando entre las clases populares contra los cientos de mallorquines que creían en la Torá.
Este tipo de ataques durante la Cuaresma o la Pascua están registrados documentalmente, de manera singular, en la segunda mitad del siglo XIV e, incluso, reciben un nombre muy concreto: matar judíos o matar jueus. Se trata de una frase figurada, pero que se extiende entre las comunidades cristianas y que nos permite entender muchas de las cosas que han ocurrido desde entonces por motivos de odio religioso
La expresión ‘matar judíos’ no sólo es propia de Mallorca, se repite en la península y en ciudades como León ha dado origen al nombre de una bebida, vino y limonada, que se sirve en Pascua.
“En el caso de Mallorca, es habitual, y está registrado, que desde 1343 en adelante, se insulte y se tiren piedras contra los judíos durante las festividades de Semana Santa. Mediado el siglo XIV, la isla vive un contexto muy duro. Acaba de terminar la guerra entre el último soberano del Regne de Mallorca, Jaume III, y Pere el Cerimoniós, que recupera las Illes Balears para la Corona de Aragón. La población mallorquina ha sido diezmada por la peste negra. Hay hambrunas, violencia y, de algún modo, desgobierno. Se busca, como decía el historiador Julio Valdeón, un chivo expiatorio: el judío”, razona Maíz Chacón.
Los secretarios de la aljama –el nombre que recibe la judería de la Ciutat de Mallorques– van a protestar ante los monarcas aragoneses, a través de sus gobernadores o virreyes en la isla, porque las vejaciones se intensifican de forma preocupante: en 1373, una masa enfervorecida asalta el call de Inca, donde ya no volverá a celebrarse la Pásej, la Pascua de los hebreos, los mismos días sagrados que Jesús y sus discípulos fueron a celebrar a Jerusalén cuando sucedieron todos los episodios que se narran entre el Domingo de Ramos y el de Resurrección. En los últimos años del siglo XIV, cuando llegaba su Pascua, los judíos bajaban a la sinagoga de Ciutat. Allí estaban más seguros.
Las vejaciones se intensificaron de forma preocupante: en 1373, una masa enfervorecida asaltó el call de Inca, donde ya no volverá a celebrarse la Pásej, la Pascua de los hebreos
¿Cómo se convirtieron los hebreos, en la Europa medieval, y como Maíz Chacón ha estudiado bien, en ese chivo expiatorio al que aludía Valdeón, un historiador que, por segundo apellido, tenía uno de origen claramente converso: Baruque? Porque eran prestamistas, básicamente. “Había vejaciones que ya les venían impuestas”, cuenta Maíz Chacón, “porque no podían ejercer determinados oficios, estaban obligados a vivir en unos barrios en concreto, pagaban impuestos diferenciados, con recargos importantes, e, incluso, se les obligó a llevar signos identificativos cosidos en la ropa, la rodella. Pero algunas familias, las más poderosas dentro de la comunidad hebrea, tenían potencial económico: comerciaban y ejercían labores financieras. Eso les convirtió en protegidos para varios reyes de la Corona de Aragón, que les dieron ciertos privilegios”.
La iglesia de Santa Eulàlia, junto a la de Monti Sion, han sido los dos templos más frecuentados por los ‘xuetes’.
Las fake news de la época encendían el odio
El problema es que, para los cristianos, especialmente, los de fuera de la ciudad de Palma, el judío se convirtió en la personificación del mal: era quien les prestaba dinero para emprender negocios o recuperar unas tierras de cultivo. Fondos que, después, tenían que devolverse. Con intereses.
“Cobrar, por tanto, deudas en la Port Forana -como se conoce a los pueblos fuera de Palma- durante Cuaresma o las festividades de Semana Santa se convirtió en una actividad muy arriesgada para los prestamistas judíos. Había pueblos, como por ejemplo Sineu, especialmente hostiles. No tenían prohibido legalmente cobrarlos, pero existía un impedimento, digamos, de tipo religioso o moral. La situación es generalizada y viene de lejos, de principios del siglo XIII: el Concilio de Letrán IV (1215) ya trató de prohibir a las autoridades cristianas –es decir, a las monarquías– que concedieran a los judíos el derecho de cobro de impuestos en estas festividades. La Pascua era el culmen de la festividad cristiana, una etapa de purificación y penitencia. En ese contexto, el hecho de que se produjeran actividades cotidianas que ejercían los judíos –también, la compraventa de mercancías– era la excusa perfecta para promover los ataques”.
¿Esas agresiones surgían de forma natural? ¿Cómo se enfervorecía a la masa? ¿Rulaban las fake news? “Las predicaciones”, explica Maíz Chacón, “tuvieron mucho que ver para crear ese poso de hostilidad contra los judíos”. En Mallorca, las protagonizan predicadores que han pasado a los libros de Historia, como el santo valenciano Vicente Ferrer, un dominico que estuvo en la isla entre la primera, justo después de la purga de 1391, y la segunda gran conversión de judíos, datada en 1435. “El bulo, en Viernes Santo, de que dos judíos habían crucificado a un musulmán”, precisa Miró Bonnín, hizo explotar el antisemitismo.
También hubo muchos predicadores anónimos. Algunos eran hebreos recién bautizados a la fe cristiana. Así lo explica Maíz Chacón: “Aquellas predicaciones no sólo cuentan con el visto bueno de la Iglesia, sino que muchas veces, también, con el visto bueno de las autoridades civiles. A los judíos que no quieren convertirse, se les obliga a acudir a estos sermones con la violencia e intimidación que puede generar”.
Escudo de la Inquisición, que quemó a 37 conversos mallorquines en 1691.
Los cuatro libros publicados por la historiadora Miró Bonnín parten “del desastre de 1391”, se detienen en episodios tan macabros como la hoguera en la que quemaron a casi cuarenta xuetes en 1691 acusándolos de criptojudíos “cuando ya no se quemaba a casi nadie en España”, pero, realmente, se centran en la contemporaneidad. ¿Qué significó –y significa– tener apellidos conversos en la Mallorca de los últimos dos siglos?
–Que muchos de los predicadores, antes y después del asalto al call, fueran conversos no es nada extraño. En un momento de tanto desorden, cuando muchos de los miembros de la comunidad deciden marcharse de la isla, para los que se quedan tuvo que ser desconcertante, por ejemplo, que un referente como Jafudah Cresques se pasara al cristianismo y se hiciera llamar Jaume Ribes. La necesidad de aparentar ser más cristiano que nadie se convierte en un signo que identifica a muchas familias xuetes porque a finales del siglo XV todo se complica muchísimo: se expulsa al resto de judíos de la Corona de Castilla y Aragón… y se crea la Inquisición. Se vive con miedo y, por eso, en Semana Santa, los xuetes son quienes dejan más propina que nadie y quien canta más fuerte en la misa de Viernes Santo. Luego, hay costumbres criptojudías que no se van del todo, y no me refiero a no comer carne de cerdo, sino, en determinadas festividades, apagar todas las luces de la casa y quedarse a oscuras. Eso, que parece muy antiguo, tampoco he tenido que buscarlo en los libros porque llega hasta nuestros días: me lo han contado mis abuelos.