La sucesión del Papa sume a la Iglesia en la incertidumbre ante la ola ultra

La muerte de Bergoglio llega cuando trataba de subrayar su figura política internacional y mientras gana espacio la ofensiva conservadora dentro y fuera de la institución católica

El Vaticano entra en ‘sede vacante’: dos semanas de velatorio, funeral y entierro del Papa hasta el cónclave

La muerte del papa Francisco ha descabezado a una institución como la Iglesia católica en medio de una ola reaccionaria global (que también empuja en el Vaticano) y cuando Bergoglio había decidido subrayar su papel de figura política internacional. El Papa fallece tras enviar hace poco una carta a los obispos estadounidenses para que encabezaran la resistencia a las deportaciones masivas de migrantes que comenzaron a producirse en ese país por orden de la Casa Blanca de Donald Trump.

¿Y ahora qué? Es la pregunta que muchos se hacen en el Vaticano y en las sedes cardenalicias de todo el mundo. La muerte ha tenido un punto de sorpresa, pues, pese a su delicado estado de salud, nadie podía prever que Bergoglio fallecería este Lunes de Pascua, justo después de haber presidido la bendición Urbi et Orbi, y haberse paseado, por última vez, en papamóvil para saludar a una plaza de San Pedro abarrotada de fieles.

Francisco deja muchas incógnitas. No ha dado tiempo a negociar un sucesor a diferencia de lo sucedido con la muerte de Juan Pablo II –cuya agonía se vivió durante semanas, y fue sucedido por su relevo natural, Joseph Ratzinger– y del propio Benedicto XVI, quien renunció al cargo en una decisión histórica, pero que facilitó algo de tiempo.

Entre las posiciones de Francisco que chocan con la contraofensiva conservadora (la autodenominada anti-woke) están desde la lucha contra el cambio climático –EEUU ha vuelto a abandonar el Acuerdo de París–, los gestos hacia las mujeres y el colectivo LGTBI o la crítica al rearme internacional. También ha criticado la ola anti-inmigrantes que está ganando posiciones no solo en EEUU, sino también en la Unión Europea.

La política en general y el ascenso a la presidencia argentina de Javier Milei en particular han estado detrás de que un papa argentino no visitara nunca su país natal. La oposición política que se ha cultivado en España también han mantenido a Francisco lejos de España.

Orfandad

Y es que la muerte de Francisco, además de desatar las lógicas ambiciones de cara a un cónclave que se presenta más abierto que nunca, deja a la Iglesia católica en una suerte de orfandad que no se recordaba desde el fallecimiento de otro Papa carismático: Juan Pablo II.

¿Quién sucederá a Bergoglio? ¿Puede haber un Francisco II? O, por el contrario, como suele ser norma siempre que hay un Papa progresista, volverá un pontífice más conservador. ¿Aplicará la Iglesia su ‘teoría del péndulo’,o se atreverá a continuar con las reformas emprendidas por Francisco?

Las reformas de Bergoglio no han contado con el respaldo de buena parte del aparato curial. Algunas sin materializarse, como el papel de la mujer y los laicos, pero otras muy avanzadas como la reforma de la Curia, pasando por las bendiciones a parejas homosexuales o el intento serio de erradicar los abusos sexuales. También la unidad entre las distintas confesiones cristianas o el mismo papel del Obispo de Roma. Muere Francisco sin tomar una decisión definitiva, por ejemplo, sobre el futuro del Opus Dei, o en el caso de España, sin nombrar al nuevo Nuncio apostólico.

De hecho, los grupos ultracatólicos más opuestos al Papa fallecido han aprovechado desde que Francisco cayó enfermo el pasado febrero para reactivar su campaña de influencia y posicionar sus candidatos de cara al futuro cónclave.

¿Por qué tantas dudas? En buena medida, porque Francisco no quiso ser un Papa al uso. No quiso gobernar a golpe de baculazo, ni tomando decisiones como gobernador supremo y absoluto de la Iglesia. El estilo Bergoglio fue más bien una suerte de pontificado participativo que consultaba.

Así, junto a la convocatoria de un proceso sinodal, creó el famoso grupo del ‘C9’, con varios cardenales (entre ellos, el español Omella) para asesorarle en el gobierno de la Iglesia. Ahora, en un estado como es el Vaticano, la elección del sucesor de Francisco vendrá por una elección entre los cardenales menores de 80 años.

¿Quién sucederá a Bergoglio? La incertidumbre también se traslada a los nombres de los candidatos, que ya circulan, para convertirse en el nuevo pontífice. Como no puede ser de otra manera ya han surgido multitud de nombres. Sin embargo, se trata de la elección papal más globalizada de la historia, con 135 cardenales electores procedentes de 94 países.

Las distintas ‘almas’ de la iglesia

Con todo, ya asoman algunos posibles candidatos que simbolizarían distintas almas de la Iglesia. Desde los más conservadores (que llevan tiempo asomando a sus candidatos a través de webs ultras) a los más progresistas (si es que puede hablarse de progresismo entre los purpurados), pasando por una mayoría continuista que, sin ir más lejos de lo que intentó hacer Bergoglio, no frenarán las reformas.

¿Hay nombres? El más claro, sobre todo si se da un cónclave corto, es el secretario de Estado, Pietro Parolin. El italiano, probablemente el eclesiástico más conocido en el interior de la Iglesia más allá de Francisco, sería un pontífice moderado que, siendo conservador, también fue uno de los principales colaboradores del pontífice durante más de una década.

Ser italiano también podría ser una baza a su favor, después de tres pontificados no italianos. Y también goza de buen predicamento entre los líderes mundiales. Otro italiano, este representante del sector más bergogliano, podría ser el presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, el cardenal Zuppi, a quien Francisco le encargó la fallida mediación a varias bandas (China, Estados Unidos, Ucrania, Rusia y la ONU) para parar la invasión de Putin en Ucrania. El filipino Luis Antonio Tagle, que se convertiría en el primer papa asiático de la historia moderna, simbolizaría la apuesta decidida por una Iglesia que apuesta por la acción social y por los pobres.

En el otro lado se sitúan los grandes enemigos de Francisco, que sin tener muchas posibilidades reales, sí podrían ayudar a desequilibrar la balanza ultraconservadora: el estadounidense Leo Burke (asesor de Donald Trump), el ex prefecto de Doctrina de la Fe, Gerhard Müller, o el guineano Robert Sarah, quienes se mostraron rotundamente en contra de las bendiciones a parejas homosexuales, la comunión a los divorciados vueltos a casar y a favor de las misas en latín. Sí podría tener opciones un candidato como Peter Erdo, del sector conservador, pero que no se ha posicionado claramente en contra de Bergoglio. O Willjem Ejk, cardenal de Países Bajos.

Después del primer Papa latinoamericano, es difícil, pero no imposible, otro pontífice hispanohablante o del Sur. Entre los españoles, algunas voces apuntan al cardenal Omella, quien curiosamente este lunes cumplía 79 años. Él mismo se ha autodescartado en declaraciones a los medios. Para otros candidatos, como el cardenal Cobo (58 años) o el ex rector de los salesianos, Ángel Fernández Artime (64), parece que no ha llegado aún el momento. Pero también es cierto que pocos pensaban que, hace ahora 12 años, los cardenales elegirían a un Papa venido del fin del mundo.