El escritor y periodista científico publica en España ‘1493’, un ensayo en el que analiza al detalle cómo la llegada de Colón a América reconfiguró el globo desde el punto de vista ecológico, social y político
Un nuevo (y dudoso) análisis genético apunta a que Cristóbal Colón tenía origen judío y ocultó su identidad
El logro más importante de Cristóbal Colón fue volver a coser las costuras desgarradas de la Pangea. Es una de las ideas centrales de 1493: Una nueva historia del mundo después de Colón, un ensayo en que el escritor y periodista Charles C. Mann analiza el impacto biológico, social y cultural que tuvo la llegada de los españoles a América y cómo su conexión con los otros continentes inició una época que algunos han bautizado como “Homogenoceno”.
El libro, que llega a España de la mano de Capitán Swing 14 años después de su publicación original, pone el foco en la danza de insectos, plantas, mamíferos y microorganismos que se inició a partir del “intercambio colombino” y cómo ello dio forma a un mundo más homogéneo, en el que los paisajes se hicieron cada vez más iguales.
¿Se puede contar parte de la historia de la humanidad tan solo observando un huerto? ¿Cuánta memoria hay en una simple hortaliza?
Cuando observamos un huerto, lo que estamos viendo es un registro de muchas generaciones de personas. Todo nos resulta familiar, pero lo curioso es que nada de ese huerto viene de cerca. En nuestra terraza tenemos tomates originarios de México, pimientos shishito de Japón y muchas cosas más. Así que, en realidad, un huerto es un objeto exótico y cosmopolita lleno de cosas totalmente extrañas y antinaturales. Hay una paradoja maravillosa en ello, y creo que tiene que ver con nuestra relación con la globalización. Nos trae todas estas cosas que nos hacen sentir en casa, pero al mismo tiempo está llena de aspectos extraños que nos descolocan.
¿Cómo cambió los paisajes del planeta la llegada de los españoles a América?
Es casi imposible valorar las consecuencias de estas pequeñas embarcaciones que cruzaron el Atlántico. Por un lado, transformó el paisaje europeo: productos como el maíz o la patata tuvieron un profundo efecto en la dieta, lo que impulsó la creación de los imperios europeos. Por otro, el gran historiador Alfred W. Crosby, que inventó el término ‘intercambio colombino’, notó que los paisajes de estilo europeo ahora están por todo el mundo. Es realmente asombroso que se pueda ir a China, a Australia, a la India, a México, a Estados Unidos, y los paisajes, en ciertos aspectos fundamentales, sean extremadamente similares. Esa es una ola de similitud tal que algunos ecologistas la han llamado “el Homogenoceno”. El mundo se ha homogeneizado.
Otra cosa que Crosby notó es que la gran mayoría de las personas de ascendencia africana viven en África, la gran mayoría de las personas de ascendencia asiática se encuentran en Asia, pero los europeos están por todas partes, hasta en Alaska. Es una locura, ¿verdad? Su gran intuición fue que la transformación de estos paisajes y la expansión de los europeos estaban íntimamente conectadas, y que una facilitaba la otra.
En este contexto, hay personas que luchan ávidamente por preservar la singularidad ecológica de cada territorio. ¿Les entiende?
Me parece que es algo importante, en el sentido de que, a medida que la globalización hace que estos paisajes se vuelvan cada vez más y más similares, de repente eso se traduce, de alguna forma, en que estas ‘enormes fuerzas’, como las gigantescas empresas agrícolas o los enormes complejos industriales, están presentes en nuestro propio patio trasero. Eso, de repente, nos expone a fuerzas que parecen estar muy por encima de la ‘escala humana’. Y creo que muchas personas se sienten asustadas por esto, no les gusta. Así que los esfuerzos por mantener el paisaje distinto, único, son en parte, un intento de volver a ‘equilibrar’ las cosas, de mantenerlas dentro de una escala con la que nos sintamos más cómodos, en contraposición a esa escala de ‘los 8 mil millones de personas en el mundo’.
Otras cosas que formaron parte del ‘intercambio colombino’ fueron, lamentablemente, las enfermedades y las epidemias.
Sí. Hasta Colón, había un enorme desequilibrio epidemiológico entre Europa, Asia y África y las Américas, entre los dos hemisferios. Por razones que explico en el libro, había muchas más enfermedades transmisibles en Europa, Asia y África que en las Américas. Y, cuando Colón cruzó al otro lado fue como si todo el sufrimiento y la muerte que esas enfermedades habían causado en Europa, Asia y África durante los últimos miles de años, se hubieran comprimido en ese siglo y medio. El número de muertos fue colosal. Fue el peor colapso demográfico en la historia de la humanidad. Entre dos tercios y el 90% de los habitantes originales de las Américas murieron. El hecho de que los primeros habitantes se vieran tan gravemente afectados por enfermedades explica en gran medida el éxito europeo en la conquista.
Enviamos enfermedades allí, y ellos enviaron alimentos a Europa. Por un lado, la población colapsó. Por el otro, hubo un auge demográfico. Y esto fue enormemente importante para la historia europea y también para la historia asiática
En lugares como Europa y Asia, se dio el efecto contrario, pero a través de un mecanismo diferente. Lo que ocurrió fue que, en efecto, enviamos enfermedades allí, y ellos enviaron alimentos a Europa. Y el resultado fue un auge demográfico. Por un lado, la población colapsó. Por el otro, hubo un auge demográfico. Y esto fue enormemente importante para la historia europea y también para la historia asiática.
El intercambio colombino o la globalización han sido en muchos sentidos algo crucial. Sin embargo, ¿nos estamos pasando de frenada?
Bueno, creo que la respuesta es que nunca ha estado bajo control. Los gérmenes aparecieron antes de que la gente supiera qué eran esas enfermedades, la patata llegó a Europa antes de que se inventara el término ‘ecología’. Así que todas estas consecuencias siempre han estado fuera de control. Diría que la diferencia es que ahora nos damos cuenta.
La cultura maya fue una proeza de ingeniería extraordinaria. Creo que incluso mayor que el Imperio Romano
Mucha gente a día de hoy sigue infravalorando a las comunidades indígenas que vivían en lo que hoy es América. En su anterior libro, 1491, explica que esta mirada, más allá de que obviamente se trata de un sesgo racista, no tiene ningún sentido, ¿verdad?
El desarrollo del lidar, esa tecnología de teledetección, ha demostrado que la cultura maya era, alrededor del 800 o 900 d. C., albergaba probablemente el asentamiento urbano más densamente poblado del mundo. Se trataba de una especie de red urbana gigantesca e interconectada que cubría toda esa parte del sur de México, gran parte de Guatemala, algunas partes de Costa Rica, con un paisaje completamente remodelado artificialmente y canalizaciones de agua, etc. Es decir, es una proeza de ingeniería extraordinaria. Creo que sería incluso mayor que la también increíble proeza de ingeniería que fue el Imperio Romano.
Ahora sabemos que la Amazonía estaba cubierta por una red de zonas urbanas diseñadas con principios muy diferentes a los europeos. No hay mucha piedra en la Amazonía, así que se conformaron con tierra apisonada para las construcciones. En los Andes, en esas montañas extremadamente escarpadas, a gran altitud, la gente construyó lugares increíbles. Eran, obviamente, tan inteligentes como el resto de seres humanos. Construían cosas tan geniales como los demás.
Algo en lo que enfatiza en 1493 es en cómo, hasta hace nada, la historia dibujaba a las personas que fueron esclavizadas como personas sin agencia. Sin embargo, pusieron mucha energía en resistir. ¿Podría profundizar en este aspecto?
Sí. Hubo un flujo constante de personas que escaparon del sistema, creando sus propios sistemas y revueltas. En Brasil se les llama ‘quilombos’. Hay cientos y cientos de estas comunidades fundadas por esclavos fugitivos. Son, en efecto, los verdaderos habitantes de la Amazonía. La Amazonía, que abarca la cuenca amazónica, tiene unos 20 millones de habitantes, y yo diría que al menos la mitad de ellos son descendientes de los esclavos fugitivos de estos quilombos.
En toda América, todavía hay mucha tensión entre los ‘europeos’ que intentan imponer su voluntad a los pueblos indígenas. Esa lucha, de alguna forma, sigue presente a día de hoy
En esa resistencia compartida entre las personas africanas y las nativas, ¿se creó algo único?
Sí. Existe una cultura afrobrasileña muy conocida. Y tan solo ir a un lugar como Salvador, en la costa brasileña, es sumergirse en una cultura que, obviamente, tiene elementos de la cultura europea, pero que también es muy distintivamente propia. Por eso, para mí es inspirador que personas en estas horribles circunstancias, que sufrían terribles maltratos, pudieran, con el tiempo, construir algo realmente maravilloso y mágico, que es lo que se ve cuando se va a Salvador, Bahía, o cualquiera de estos lugares con su hermosa música, su arte fascinante y todo lo que se ve en esa zona del noreste de Brasil. Lo que se ve es un testimonio de la atrocidad humana, la esclavitud, y también la extraordinaria capacidad de las personas para construir algo a partir de las cenizas.
A día de hoy, las comunidades indígenas que lograron perdurar, siguen siendo discriminadas y violentadas. ¿Es ese uno de los tantos ecos del pasado que persisten en el presente?
Sí. Donde yo vivo, en Norteamérica, hay un resurgimiento de los grupos indígenas. Esto demuestra que la conquista no fue tan completa como nos enseñaron a la mayoría en la escuela, y que, en toda América, todavía hay mucha tensión entre los ‘europeos’ que intentan imponer su voluntad a los pueblos indígenas. Esa lucha, de alguna forma, sigue presente a día de hoy.
En este contexto de emergencia climática y pérdida de biodiversidad, ¿cree que, tal vez, sería el momento de pasarle el micrófono a estas comunidades indígenas?
Creo que diría que sí, pero quizás lo expresaría de otra manera. Una de las cosas que estamos viendo, además del cambio climático, por ejemplo, en el oeste de Norteamérica, es que está provocando una mayor sequedad, por lo que se están produciendo más incendios terribles, como el más reciente de Los Ángeles. Eso se debe al cambio climático, pero también, en gran parte, a la creación de estos nuevos paisajes, de esta ‘europeización’. El problema es que se construyó sobre la base, no de un entorno natural, sino de un arreglo humano que moldeó los ecosistemas de California, en el Oeste, durante miles de años. Por tanto, es un error tratar el paisaje como una página en blanco donde se puede escribir lo que se quiera. Lo que estamos viendo, en gran medida, es que ese paisaje sigue ahí, debajo de lo que le impusimos.
Ello demuestra que necesitamos aprender más sobre cómo funciona realmente ese paisaje, de las personas que lo moldearon. Creo que hay mucho que podemos aprender de estas culturas. Se trata de una enorme cantidad de lo que llaman ‘conocimiento ecológico tradicional’, de personas que saben exactamente cómo funcionan estos ecosistemas porque los construyeron. Cada cultura es una biblioteca de conocimientos e ideas, y me parece una tontería que los del Norte global ignoremos todas esas bibliotecas.