El 2% y la creación del miedo

Bajo el pretexto de proteger a una nación, supuestamente amenazada, se promueven políticas de rearme, adquisición de nuevos armamentos y en grandes cantidades o la expansión del poder de las fuerzas armadas

La inyección de 10.500 millones de euros para asuntos de defensa en España, nos sitúa en la lista de países que han caído en la trampa de las supuestas amenazas rusas, y también en el nuevo paradigma que justifica el miedo entre la población europea. Que Rusia vaya a invadir toda Europa, es una percepción creada artificialmente, y con el secretario general de la OTAN como paladín de un discurso sumamente alarmista y situado fuera de la realidad. El tema central que quiero destacar es justamente el miedo, la construcción artificial del miedo ante supuestas amenazas. Hay una secuencia por la que los discursos belicistas y la información sesgada provocan percepciones de supuestas amenazas y de inseguridad, que a su vez crean miedo y acaban justificando el rearme de una de las partes, que en paralelo justifica el rearme del adversario a causa de un proceso de acción-reacción.

Todo empieza por la emisión de discursos belicistas, en la que líderes políticos, opinadores, estrategas militares, intelectuales orgánicos y medios de comunicación que difunden información sesgada y manipulada, promueven una narrativa que enfatiza la confrontación entre “buenos” y “malos”, la amenaza externa, el enemigo común y la necesidad de estar preparados para un posible conflicto bélico, siguiendo la vieja y falsa premisa de que “si quieres la paz, prepárate para la guerra”.  Se seleccionan o manipulan datos para reforzar la idea de que los países europeos y la OTAN están en peligro e indefensos, amplificando, exagerando y dramatizando la amenaza, generando incertidumbre a través de amenazas vagas, legitimando la adopción de medidas extraordinarias, justificando políticas de rearme y militarización, y omitiendo matices o fuentes que podrían ofrecer una visión más equilibrada de la realidad. Esta percepción de amenaza es retratada como inminente, creciente y capaz de dañar gravemente a las naciones, la cultura europea o los valores establecidos en occidente. Desde Rusia, la percepción es similar.

Una vez generadas las percepciones de inseguridad, la audiencia comienza a percibir un entorno cada vez más inseguro, no necesariamente basado en hechos objetivos, sino en la interpretación de la realidad que ofrecen esos discursos antes mencionados, que se refuerzan con imágenes alarmistas, estadísticas fuera de contexto o comparaciones históricas que apelan al miedo colectivo. Estamos ante una profecía autocumplida, un concepto que describe cómo una creencia o expectativa, aunque inicialmente sea falsa, puede influir en el comportamiento de una persona o grupo de manera que hace que esa creencia se vuelva verdadera.

Así, el miedo actúa como un disparador emocional poderoso, pues cuando las personas sienten que están en peligro y se sienten indefensas, buscan protección del Estado y de las alianzas militares. Este miedo puede volverse irracional o desproporcionado en relación con el peligro real, lo que debilita la capacidad crítica y favorece la aceptación de medidas extraordinarias, como el aumento generalizado de los gastos militares y la instrucción de políticas de defensa ofensivas y letales. Bajo el pretexto de proteger a una nación, supuestamente amenazada, se promueven políticas de rearme, adquisición de nuevos armamentos y en grandes cantidades o la expansión del poder de las fuerzas armadas. La población del país, influida por el miedo, acaba justificando y legitimando estas acciones como necesarias e incluso urgentes. Pero el rearme y las políticas militaristas pueden provocar reacciones en otros países o grupos de países, Rusia y la OTAN en este caso, lo que alimenta nuevas narrativas de amenaza, cerrando así un ciclo que se retroalimenta a través del proceso de acción-reacción. Cuanto más se rearma un país, más probable es que los otros perciban ese acto como una amenaza, lo que da pie a su propio rearme y a la escalada de tensiones. Es el llamado dilema de la seguridad, con lo que al final se consigue volver a empezar el ciclo, en una espiral sin fin.

¿Cómo funciona la instrumentalización de la amenaza, con el fin de crear miedo? ¿Cuáles son los mecanismos de provocación del miedo ante supuestas amenazas bélicas? Básicamente, a través de los siguientes mecanismos: la creación de un enemigo común, ficticio y exagerado; fomentando la incertidumbre a través de amenazas vagas; los sesgos cognitivos, como el sesgo de confirmación (las personas tienden a buscar información que confirme sus creencias preexistentes, el catastrofismo (la tendencia a imaginar los peores escenarios posibles), y la percepción selectiva (ocurre cuando una persona solo presta atención a ciertos aspectos de una situación, y descarta otros más tranquilizadores); la exageración y dramatización. Una vez que se ha identificado la amenaza, el siguiente paso es amplificarla a través de los medios de comunicación y otros canales. Esto se logra mediante la repetición de narrativas alarmistas, el uso de imágenes impactantes y el fomento de un discurso de peligro inminente. Esta estrategia está diseñada para crear una sensación de urgencia y miedo generalizado, independientemente de la magnitud real de la amenaza. El miedo constante puede fomentar una cultura de la militarización, en la que las soluciones a los problemas internacionales y nacionales se ven exclusivamente en términos de fuerza militar, en lugar de soluciones diplomáticas o de cooperación. Las amenazas, finalmente, suelen ser presentadas de manera que dividen a la sociedad en dos grupos: los “buenos” (quienes se alinean con la respuesta oficial) y los “malos” (quienes están asociados con la amenaza o quienes se oponen a las nuevas medidas de seguridad). Las amenazas imaginarias pueden ser utilizadas para dividir a la sociedad en “nosotros” frente a “ellos”, fortaleciendo la cohesión interna, pero al mismo tiempo estigmatizando a determinados grupos, a quienes se les podría asociar indirectamente con la amenaza.

La creación de un enemigo imaginario, por tanto, está ligado a la estrategia del miedo y a la ingeniería social del miedo, que funciona a través de la manipulación de comportamientos colectivos a través del miedo, con el fin de lograr ciertos objetivos, como justificar las guerras y el rearme. Un enemigo imaginario es una figura o grupo que se presenta como una amenaza para una sociedad o nación, pero cuya peligrosidad es exagerada, distorsionada o incluso completamente inventada. Su función principal no es proteger a la población, sino dirigir su miedo y su atención hacia una amenaza externa o interna, desviando el foco de los problemas reales. Los únicos beneficiarios de toda esta manipulación son los fabricantes de armas, que nunca se han sentido tan satisfechos como ahora.