De la insumisión y el fin de la ‘puta mili’ al rearme: «El pacifismo no está de moda, pero el magma social no ha desaparecido»

En febrero de 1991 se produjo en Albacete el primer juicio celebrado en España contra jóvenes insumisos que se negaban a participar en el servicio militar obligatorio, pero también en la prestación social sustitutoria. Marcaron una época. Conversamos con varios de los protagonistas, mientras hoy se habla de recuperar la ‘mili’

Palabras Clave – La carrera armamentística vista desde Albacete

Rearme en Europa: aumentar el gasto militar, incluso desviando fondos destinados a la cohesión europea hacia el ámbito de la defensa. Son tiempos “peligrosos” en los que “graves amenazas” se ciernen sobre el continente, según la presidenta de la Comisión Europea.

A finales de marzo, el presidente del Gobierno español Pedro Sánchez cuestionó la retórica belicista de la Unión Europea, pero lo cierto es que la sombra del ‘rearme’ propuesto por Ursula von der Leyen planea en el ambiente de un complicado contexto geopolítico mundial. Esta semana Sánchez anunciaba un aumento de 10.500 millones de gasto en Defensa para cumplir los compromisos de la OTAN.

En España, algunos han dejado caer la posibilidad de que vuelva la ‘mili’, el servicio militar obligatorio que eliminó el Gobierno de José María Aznar hace ya 24 años. Lo hizo vía Real Decreto que se hizo efectivo a finales de 2001, firmado por el entonces ministro de Defensa, Federico Trillo.

Diez años antes, lo ocurrido en los juzgados de Albacete había marcado la cuenta atrás para la ‘mili’. Seis objetores de conciencia se habían negado a cumplir la llamada Prestación Social Sustitutoria (PSS). Era una forma de esquivar el servicio militar, pero eso obligaba a prestar servicio de “utilidad social” durante año y medio, seis meses más de lo que duraba la propia ‘mili’.

Los protagonistas de esta historia se habían negado a realizar la ‘mili’ y la Prestación Social Sustitutoria (PSS) en el Imserso de Albacete a finales de 1989. El 21 de enero de 1991 fueron juzgados y después, condenados a pena de cárcel. Era la primera vez que ocurría en España.

Más de 2.000 jóvenes se desplazaron a la ciudad para apoyarles, entre ellos personajes muy conocidos de la vida social, cultural o política, como se muestra en este vídeo compartido por Manuel Pino.

Julián García Olivares, ‘Juli’, se había convertido en objetor de conciencia en 1986. Tenía 20 años. “Después, unos cuantos nos dimos cuenta de que no era suficiente y nos embarcamos en una campaña nacional de insumisión”, aunque él nunca llegó a ser juzgado. “Éramos unos 60 o 70 en Albacete y solo 13 llegaron a ser encarcelados, uno de ellos fue mi hermano”, recuerda.

El MOC, un movimiento fraguado durante tres décadas

Pedro Oliver Olmo es doctor en Historia y profesor titular de Historia Contemporánea en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM). Fue uno de los encarcelados por insumiso, aunque eso ocurrió tiempo después, en otro de los procesos que se producirían después en cascada.

Uno de sus artículos, ‘El movimiento de objeción de conciencia e insumisión en España (1971-2002)’, publicado en la revista Hispania Nova, recoge la historia de tres décadas de movilización en seis etapas desde la dictadura franquista hasta la despenalización de la insumisión.

En sus orígenes fue un movimiento pacifista ligado a razones religiosas -entre ellos centenares de Testigos de Jehová-, que en sus primeros momentos se caracterizó por la desobediencia civil y la creación de redes de apoyo. Entre sus protagonistas estuvieron Pepe Beunza, preso entre 1971 y 1974, o Giuseppe Lanza del Vasto, discípulo de Gandhi y activista de la no violencia. 

El MOC se había nutrido al principio del cristianismo social, pero se entrelazaba con el feminismo, el ecologismo o el anarquismo. “En Albacete caló porque había un fuerte movimiento anti OTAN, un grupo de no violencia antes del propio MOC y otro colectivo antimilitarista”, opina Julián García.

La corriente se consolidó con la llegada de la democracia a España. En 1977 se fundó el Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) que rechazó los intentos de regulación de la objeción por parte de los gobiernos de la Transición y que se intensificó a partir de 1983, durante los gobiernos del PSOE.

Pedro Oliver recuerda que durante la etapa de gobierno de Adolfo Suárez, a finales de los 70, “la objeción de conciencia se convirtió en un problema político porque a los objetores de conciencia les confrontaban con el bunkerizado ejército español”, mientras desde otras partes del mundo llegaban los aires pacifistas impulsados por diversos movimientos sociales.

A se sumó, apunta, “el nervio libertario, el anarquismo que se recupera durante la Transición y enlaza con el pacifismo”. En los albores de la vigente democracia, dice el historiador, “la izquierda radical estaba a por uvas y la izquierda nacionalista en la estratosfera”, cuando se habla la objeción de conciencia.  Por otro lado, abunda, “ni PSOE ni PCE fueron capaces de valorar que lo que tenían delante era una radicalidad distinta: la de la desobediencia civil. Los despreciaron”.

Ni siquiera en la consensuada Constitución española de 1978 se había reconocido la objeción de conciencia como derecho. “Solo consta como un motivo de exención del servicio militar, pero no se quería molestar a los militares”, recuerda el historiador.

Eran tiempos en los que se hablaba de la ‘puta mili’. Se había tomado conciencia de que eso se iba a acabar, lo que hoy llamamos empoderamiento

Pedro Oliver
Historiador e insumiso

El servicio civil sustitutorio destinado a evitar el servicio militar obligatorio propició la llegada de la “insumisión” de la que surgieron colectivos como ‘Mili KK’ -como cantaba Reincidentes- y que en 2025 cumple 40 años.

“Eran tiempos en los que se hablaba de la puta mili. Se había tomado conciencia de que eso se iba a acabar, lo que hoy llamamos empoderamiento”, resume Pedro Oliver.  


Jóvenes pacifistas que apoyaron la objeción de conciencia y la insumisión entre los años 80 y 90 del siglo XX

En el MOC destacó de forma particular el papel de las mujeres. Durante la etapa que Pedro Oliver califica de “consolidación”, entre 1977 y 1982, pasó a denominarse ‘Movimiento de Objetores y Objetoras de Conciencia’. Una de sus ramificaciones fue el colectivo ‘Mujeres de Negro’ que sigue activo en la actualidad.

El objetivo, señala el profesor, era “transmitir que su lucha no concernía exclusivamente a jóvenes varones conscriptos, sino a hombres y mujeres con valores antimilitaristas y antiautoritarios que dirigían contra el patriarcado en general y el machismo de los ejércitos en particular”.

“No hubo interferencias de ningún partido político, no se lo permitimos”, explica Pepe Sánchez, insumiso y estudiante de Derecho en aquella época. “No entrábamos en cuestiones como el aborto. Entre nuestros amigos insumisos había curas”, añade Juli. Esta era otra lucha.


Miembros del Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) en Albacete

La insumisión derivaría en movimiento entre 1989 y 1996, provocando detenciones, juicios y penas de cárcel. Pero no solo eso, también produjo una crisis en el sistema de reclutamiento. Cada vez eran más los que no solo se negaban a hacer la ‘mili’, sino también la prestación civil sustitutoria.

“En España se produjo el movimiento social de desobediencia civil al servicio militar obligatorio más importante de la historia, con cifras asombrosas: más de un millón de objetores, además de los 20.000 insumisos a partir de 1989, un movimiento más arriesgado porque nos jugábamos la cárcel”, señala Oliver, que la sufrió en primera persona.

El historiador cuenta cómo ya en las semanas previas al juicio de 1991 a los insumisos en Albacete se había activado una intensa campaña que contó con el apoyo de movimientos políticos, sociales y religiosos y también de los sindicatos UGT, CCOO, CGT y CNT. 

“Desde 1988 el MOC le venía anunciando al Gobierno que se iba hacia la insumisión. En febrero de 1989, en Albacete ya había una persona lista para declararse insumiso. A todos ellos se les mantenía en la clandestinidad porque iban a desobedecer el llamamiento a filas. Se presentaron 52 en toda España y solo detuvieron a dos en Vizcaya”, relata el historiador, al recordar que en aquel momento había además otro centenar “en reserva” y que después serían “miles”.


Activistas del Movimiento de Objeción de Conciencia (MOC) en Albacete

“Pensamos que la estadística iba a impedir al Gobierno aplicar la prestación sustitutoria”, señala el historiador, que había sido regulada mediante la Ley de Objeción de Conciencia, pero entonces llegó la apertura de un macrojuicio a seis insumisos en 1991. “Creo que eligieron Albacete porque pensaron que era una ciudad poco movida. No iban a hacerlo en Bilbao o en Barcelona, donde dos años antes se habían convocado los dos primeros ‘consejos de guerra’ porque los primeros insumisos fueron reclutas”.

“No se esperaban que coincidiendo con los juicios de Albacete miles de personas salieran a la calle. Lo preparamos a conciencia y buscando impacto mediático”, recuerda Oliver, quien apunta también que hubo una “suerte loca”. Se refiere a la coincidencia con el inicio de la ‘guerra del Golfo’, entre 1990 y 1991. “Surgieron desertores que se bajaban de las corbetas, sin relación con el MOC. Se juntó eso con el ambiente antimilitarista y pacifista. Los periodistas nos dieron voz y lo aprovechamos”.

Pepe Sánchez se colegió en 1993 como abogado en Albacete. Había militado en los movimientos sociales desde la adolescencia, entre ellos en el MOC. “Yo nunca entendí por qué había que hacer la mili, por qué la gente se mataba por órdenes de otros”.

Se ocupó de la defensa de muchos de los compañeros insumisos. “Para un abogado que no estuviese en el movimiento pacifista quizá era difícil de entender que alguien asumiera ir a prisión como acto de responsabilidad. Ni siquiera el fiscal entendía por qué no llegábamos a acuerdos para evitar la cárcel”.

Los juicios que se preveían cortos, se alargaban a instancias de abogados como Pepe Sánchez. “Llevábamos testigos que declaraban que no esto no era un capricho, hablábamos de las trayectorias sociales de los acusados… Se hablaba de derechos humanos o de libertad de conciencia. Los procesos judiciales se convirtieron en ”instrumentos“ para denunciar ”el disparate de la situación belicista“ y ”visibilizar el pacifismo“.

“El impacto de los juicios fue tremendo. Pensábamos que habíamos ganado y que era imparable pero no fue así porque cayeron las condenas previstas de dos años, cuatro meses y un día. Hubo que lidiar con ese vértigo”, explica Oliver. Se crearon grupos de apoyo para cada insumiso preso, más allá de las propias familias.

Para derribarnos, decían que apoyar la insumisión era peligroso. Nos llamaron etarras, gandules o maricones

Julián García Olivares
Educador ambiental

Hasta 1992 la mayoría de los insumisos recibieron sentencias de menos de un año. Incluso hubo algunas absoluciones. “Muchos no lo aceptaban, se renunciaba incluso al régimen abierto y eso no siempre se entendía”, cuenta Pepe Sánchez.

“Fue un movimiento muy transversal. Creo que hoy sería casi imposible por la polarización que existe”, apunta Pedro Oliver, no sin recordar los intentos de “asociarlo con ETA”. “Para derribarnos, decían que apoyar la insumisión era peligroso. Nos llamaron etarras, gandules o maricones”, apostilla Juli.

“En el MOC no inventamos nada. En realidad, esto es lo que hacía Martin Luther King con la desobediencia civil. Lo imitamos y salió bien”, recuerda Pedro Oliver.

La despenalización del delito de insumisión no llegaría a ser efectiva hasta 2002, con reformas penales retroactivas que afectaban a 4.000 insumisos y “siete desertores”. El anuncio del fin del servicio militar obligatorio, previsto para 2003 y que finalmente se adelantó al 31 de diciembre de 2001, puso fin a todo un ciclo de movilizaciones sociales. “Las cárceles estaban llenas de insumisos y eso era insostenible para el régimen penitenciario”, comenta el abogado.

“Esto no va solo de rearme, sino de la vuelta del servicio militar obligatorio”

Décadas después, los protagonistas de aquel momento contemplan el panorama actual entre el asombro, la indignación y un espíritu de no resignación y hablan de lo que ocurre cuando se reúnen “a comer fritillas” o en un grupo que comparten en Whatsapp.

“La gente cree que la ‘mili’ se cayó por los insumisos y hoy nos damos cuenta de que ganamos una batalla, pero hemos perdido todo lo cultivado. El pacifismo no está de moda y los de aquella época estamos metidos en vitrinas”, lamenta Juli, centrado hoy en su trabajo de educación ambiental y gestión cultural. “La sociedad no entiende que el pacifismo no devuelva la hostia que te dan”.

El abogado Pepe Sánchez trabaja hoy en Cáritas Albacete. “Lo que hicimos valió la pena. Decidimos que no era justo y que había que actuar hasta las últimas consecuencias”, comenta el letrado. “Ahora hay una crisis brutal de movimientos sociales. Es un ciclo social que nos toca vivir y en el que vamos a tener que resistir, educando frente a bulos y disparates como los de Trump”.  

“Las personas insumisas estamos dispersas hoy. Ojalá alguien levantase la bandera porque ahora somos ‘activistas de dedo’, desde casa, a través del Goteo, el Verkami… o de vez en cuando voy a una ‘mani’ o pongo copas en el stand de alguna ONG en la Feria de Albacete. En Bilbao el movimiento antimilitarista no ha decaído ni un gramo y todos los veranos hay un encuentro, pero el pacifismo es hoy un residuo social en este país”, añade Julián García. “Hay que pensar si en lo pequeño podemos hacer algo porque la masa es muy tonta y va detrás del primer loco que se sube a una caja”.

Ahora hay una crisis brutal de movimientos sociales. Es un ciclo social que nos toca vivir y en el que vamos a tener que resistir, educando frente a bulos y disparates como los de Trump

Pepe Sánchez
Abogado e insumiso

“No soy partidario de la nostalgia, pero llama la atención el contraste de lo que se consiguió con lo que ocurre hoy”, dice Pedro Oliver al recordar la expansión hace un cuarto de siglo de “esa cultura de la ‘puta mili’ y a partir de ahí la conciencia antimilitarista”. Cree que quizá “sonaría utópica”, pero también que “generaba debate” y que, aunque no se pueda hablar de “pacifismo militante mayoritario” en la España entonces, sí había “una conciencia pacifista que entroncaba con la guerra civil” y que esa actitud eclosionó en los años 80.

“Es el miedo lo que deriva ahora en la idea de que Europa se tiene que defender y tener más armas. Pero cuando uno tiene armas, se pueden usar”, apostilla Pepe Sánchez.

Hoy, cuando la guerra se percibe más cerca no es posible el consenso antibélico de otras épocas, sostiene el historiador. “Que sea en Ucrania favorece la propaganda de guerra, que es muy mentirosa de por sí”.

En su opinión, “se ha roto el consenso pacifista de 2003 con Irak. Hoy, ese No a la guerra no es posible”, afirma, pero también es contundente al señalar que otra cosa es que la cultura pacifista de base esté muerta. “Sigue ahí y tiene que trabajarse. Aquel magma social de los años 80 no ha desaparecido. No somos solo los que ahora tenemos cincuenta o sesenta años”.

“Esto no va solo de rearme, sino de la conscripción, de la vuelta del servicio militar obligatorio”, advierte el historiador, no sin razón. Suenan tambores para que vuelva la ‘mili’.