Somos lo que somos por influencia del cristianismo. Puede agradar más o menos, pero desde su incidencia en el ordenamiento jurídico a muchas de nuestras tradiciones se explican por esa ascendencia. Hace unas semanas, para hablar de su libro sobre el papa Francisco, me recordó una reflexión del filósofo que lo resume bien: “No podemos no llamarnos cristianos. Todos venimos de ahí. Europa es eso. Atenas y Jerusalén, Jesucristo y Sócrates. Nos guste o no, es así en todos los sentidos”.